Jueves 18 de junio de 2015

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Los derechos humanos, reconocidos en pronunciamientos, declaraciones, convenciones internacionales y leyes internas, son la base para la libertad y la convivencia armónica de los ciudadanos. Si se los respeta, se trata de una sociedad en la que rige el Estado de Derecho.
Un precedente trascendental para la vigencia universal de los derechos humanos se encuentra en la Declaración de la Independencia de Estados Unidos de 1775, que proclama dos principios esenciales: libertad e igualdad. Su influencia se advierte en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente de Francia en 1789. A estos dos precedentes siguió, mucho después, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948.
Estos documentos tienen en común haber resultado del espíritu que siguió a cruentos sucesos: la guerra de la independencia de Estados Unidos, la Revolución Francesa y la Segunda Guerra Mundial, y, por supuesto, tienen un rasgo también común: los derechos humanos que no se limitan a la protección física de los ciudadanos: no ser apresados, torturados o asesinados por sus ideas o su acción política.