¡Esa pasión de multitudes! La destreza y el vigor físico en las canchas, lo mismo que la belleza femenina en los concursos y pasarelas, es solo un instante. Con la juventud que se marchita y desaparece pronto, también se va para siempre aquella floración efímera.
Un gran público los acompaña. En ambos lados -público y actores- hay renovación constante. A los equipos y "astros" de hoy seguirán otros, frente al "respetable" que concurre masivamente a los estadios del mundo. Estamos hablando del fútbol, claro está. Pese al escándalo ése en la FIFA y sus réplicas, acaba de inaugurarse en Chile otro ruidoso evento denominado Copa América. La máquina de hacer dinero otra vez en marcha, como si no hubiera pasado nada.
No hablaremos de ella. Otros, desde la prensa, las cámaras y los micrófonos lo harán hasta desgañitarse. No somos hinchas de nada ni de nadie. Lo que nos interesa es comentar la inmoralidad que se esconde detrás del espectáculo, y que antes de ahora era un monstruo invisible, como un Goliat del soborno. ¿Es necesario decirlo? Hemos mencionado a la corrupción.
Es conocida esa flaqueza, tan antigua como otras a las que el esfuerzo humano no ha podido erradicar. Y nos damos con ella a cada vuelta de esquina. Es la sombra que se proyecta hasta nuestra vereda; sospechamos incluso que cada quien carga en su naturaleza el potencial germen de ese mal. Tal vez llegado el momento, sería otro que se suma a la comparsa. La ocasión hace al ladrón, dice una sentencia popular.
Muchas causas alimentan la sobrevivencia del "monstruo". Pero donde hay poder, sea de dinero o de la política, apostaríamos ciento por uno que allí se genera la corrupción. Es el virus que se propaga por las condiciones favorables. Los testimonios son de cada día, generalmente envueltos en la apariencia de la virtud y el discurso que protesta por la inocencia.
Un factor que relaciona el poder con la corrupción -en línea recta- es el prorroguismo. Ya sea por la adicción al poder o por resguardarse las espaldas, muchos dictadores se aferran al cargo. A semejanza de ellos, otros sujetos, de otras entidades, también hacen lo mismo. En el día suenan varios nombres. Antes de renunciar, el presidente de la FIFA fue reelecto por quinta vez, y el de la FBF en Bolivia permanece desde hace un decenio. Sobre ambos pesa graves acusaciones de corrupción millonaria.
El último es un poderoso personaje que no reconoce competencia a nadie; por lo que no se conocen informes sobre el manejo financiero y económico de la FBF. Está acusado de varios delitos de orden administrativo y penal. La actitud timorata ministerial y la pusilánime tibieza del Fiscal General, terminan por reconocerle, en los hechos, la inmunidad extraterritorial del empresario privado del fútbol boliviano. Ni la palabra del Jefe del Estado tiene suficiente fuerza para que el dirigente de marras renuncie; impávido y desafiante continúa en el cargo.
(*) Escritor, miembro del PEN Bolivia
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