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Domingo 07 de junio de 2015

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Cultural El Duende

12 cervezas para esperar el paraíso

07 jun 2015

Sergio Gareca

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Después de varios años de haber regentado el Santuario del Socavón, sin ninguna razón aparente Fray Emeterio Villarroel, Fray Carlos Felipe Beltrán, Fray Josef Echeverría y Fray Gabriel Meléndez, dejaron sus puestos. Todos renunciaron a su apostolado por quedarse en Oruro, otros, que corrieron la misma suerte, cumplieron los designios de la Iglesia Romana. Esto ocasionó una turbamulta indignada, ya que en la segunda mitad del siglo XXII con centurias de experiencia en huelga general y movilizada, el pueblo de Oruro organizó la primera marcha hacia Roma, exigiendo la restitución de quienes, muy bien, se habían acomodado a las costumbres del lugar, albergando el sincretismo de la fe andina y la cristiana.

El plan de dicha marcha era llegar, vía carretera, hasta la costa chilena cargando miles de balsas de totora, hechas especialmente en el lago Titicaca, dar vuelta por el estrecho de Magallanes y cruzar el atlántico hasta cualquier puerto europeo y reiniciar la caminata hacia la basílica de San Pedro, sin importar el camino a tomar, desde luego, ya que todos conducen a Roma.

Al llegar a los puertos del pacífico, se dieron cuenta que el mar era realmente un dios por sí mismo y, dejando las balsas a su suerte, regresaron cargados de un discurso mucho más agresivo. Esa fue la última vez que algún boliviano tomó posesión soberana sobre la costa. Aunque ninguno de los gobiernos de ambos países, Bolivia y Chile, se enterara.

Regresando, la comunidad orureña en su totalidad, o poco menos del cincuenta por ciento (Qué más da. Cualquier chusma hace democracia en ese tiempo y en cualquier otro), firmó una carta muy agresiva al sumo pontífice que en su parte más sobresaliente dice:

Señor Papa:

La comunidad devota, católica de Oruro, ha visto con mucha indignación el atropello que se ha cometido en contra de nuestras costumbres y el más puro cariño que le tenemos a nuestra fe.

Se ha suplantado a Fray Emeterio Villarroel, Fray Carlos Felipe Beltrán, Fray Josef Echeverría y Fray Gabriel Meléndez, quienes con tanto fervor se han comprometido con la multiplicidad de visiones, que explican nuestra razón de ser. En su lugar, han llegado trece pelafustanes que han arrojado y pateado las q´uwas de viernes de ch´alla, han maldecido nuestro tradicional calvario, y a los cargamentos de cada conjunto folklórico, los han suplantado, obligando a la membresía a importar, como mínimo, un camello, con la visión de que retornemos de a poco a los orígenes de la fe cristiana con un absurdo toque de semi-semitismo insípido. Hemos tratado de tocar su sensibilidad haciendo una marcha, que usted con toda su benevolencia ha soslayado desde un comienzo. Ahora no nos queda otra que comunicarle nuestra decisión unánime como pueblo libre:

Si acaso en un plazo máximo de tres meses, corriendo desde la navidad del presente, que queda nada menos de aquí a una semana, no se retracta de su decisión, la comunidad entera de Oruro, se declarará independiente de toda decisión venida de Roma, fundando su propia iglesia bajo los fundamentos sincréticos que desde hace mucho la gobiernan, aunque su dignidad la llame paganismo.

Una semana antes de cumplirse el plazo se dio por hecho que el sumo pontífice había decidido quedarse inamovible en su criterio, por tanto, ya se tomaron las precauciones del caso, y se engalanó el centro histórico de la ciudad para la emancipación del papado. Algunos sectores más extremistas pintaron grafitis en las paredes como los que decían: "Papa no necesitas una Basílica, estarías mejor en una bacinica", "papa? wayku?", "papa-natas", "para ser papa mucho mamas", "¡Dejá de joder? papá!", entre otros.

Los trece curas fueron atados a las jorobas de los camellos, conducidos en ropa interior, vía desierto del Norte Grande a la costa y abandonados en altamar en las balsas de totora. Fruto de esto, el día que vencía el plazo, el Papa excomulgó a todos los orureños. Las repercusiones internacionales no se hicieron esperar. Inmediatamente Guadalajara, las Misiones Jesuíticas, Copacabana y las principales ciudades de celebraciones religiosas hicieron conocer sus documentos emancipatorios. La iglesia católica entró en crisis. A esto se le llamó la Segunda Reforma o la Reforma Paganista.

Sin embargo, lo que la comunidad, en Oruro y en todo el país, no habían tomado en cuenta, era la creciente población que no solo renegada de la iglesia católica, sino también, del paganismo, de los carnavales y otras fiestas se afiliaba a las sectas cristianas protestantes. Es más, a la altura de los acontecimientos ya constituían el sesenta por ciento del total de la población nacional.

Así, luego de cincuenta años, tras las elecciones nacionales, accedió al poder el Partido Único Cristiano, que, en primera medida, ordenó la posesión inmediata por parte de las Sectas Cristianas Unificadas de cada uno de los templos patrimoniales, parroquias y edificios que antes pertenecieron a la Iglesia Católica. De esta manera el carnaval, y otras manifestaciones populares, fueron prohibidos y reprimidos por las Tropas Celestiales Unificadas, que sustituyeron el tradicional verde del antiguo ejército por un celeste apagado y ceniciento. No solo eso, aquel que osara azotarle la puerta a un Testigo de Jehová, tenía veinte años de cárcel sin derecho a indulto.

A pesar de que este era un frente represivo e irracional, por sí mismo, hubo un sector más radical que se negó a afiliarse a las Iglesias Cristianas Unificadas: Los denominados Corderos de Dios. Una sola manifestación católica pagana sobrevivió a la inquisición del 2.134 y, debido a que se trataba de un pueblito hace tiempo abandonado, la procesión de fe, quedó sin ser identificada. Durante la noche y sin antorchas, con la sola compañía de la luna, alrededor de mil personas se escabullían por las sombras para llegar hasta el altar y elevar una rápida oración y disimular un retiro de pura lectura bíblica, disfrazando toda manifestación de paganismo.

Los Corderos de Dios interceptaron la procesión y derruyeron la imagen del santo. Esperando pacientemente a que los fieles llegaran a la iglesia para poder encerrarlos en ella con las manos atadas.

Por la mañana se dio paso a la prédica que fue documentada en video y se ha transmitido vía on line para todo el mundo. En este documento audiovisual se da a conocer el fundamento principal de los Corderos de Dios. Se argumenta la purificación del cuerpo, aludiendo que el sacrificio de la carne de Jesús fue, nada más y nada menos, que una enseñanza de paz en la que, la última cena encerraba el simbolismo de la eucaristía. Lo que se consumó recién cuando los apóstoles visitaron las catacumbas y literalmente comieron y bebieron el cuerpo y la sangre de Cristo. Por el mismo principio que el cuerpo humano, creado por Dios, con toda su sabiduría, a través de la digestión, redimía el alma de Jesús librándolo de las toxinas del pecado. Así, ellos pudieron ayudar al maestro a volver al mundo de lo etéreo. Esa era, según ellos, la correcta interpretación de la escritura.

Por tanto, desnudaron a los pecadores y los golpearon hasta la muerte para luego devorárselos. Es la única forma de salvar a los pecadores. Aunque algunos disidentes más tarde consideraron salvaje la acción de comer carne cruda y que eso hubiese estado bien en tiempos del triunvirato romano, pero definitivamente no a esas alturas de la historia.

Luego de la filmación de tan gráfico y evidente manifiesto del fundamentalismo cristiano, marcharon hacia la ciudad, para terminar con el pecado del mundo y recibir, de una vez por todas, el segundo advenimiento. A esto se le llamó la Segunda Inquisición y comenzó cuando quemaron el Santuario del Socavón para purificarlo a través del fuego, ya que fue el templo que originó la emancipación de la Iglesia Católica Romana. Luego lanzaron la imagen de la Virgen de Copacabana al lago, pintaron bigotes sobre los arcángeles de Kalamarka, arrancaron los vellos de las axilas del Señor de Lagunas, repintaron los tres rostros del Señor de Gran Poder, para darle de sopapos en sus seis mejillas y molieron a combazos a la Virgen de Urkupiña.

Contrario a lo que cualquiera pudiera entender, la actitud fue elogiada e imitada por un sinfín de personas que tomaron partido por el Cordero de Dios. De esta manera las Iglesias Cristianas Unificadas se separaron y comenzaron una serie de persecuciones. La imagen del gobierno cayó en vergüenza frente a la comunidad internacional. Sin embargo, grupos radicales en todos los países siguieron las hazañas de los Corderos de Dios y justo, cuando el Papa iba anunciar que fue culpa de la infidelidad lo que había llevado a ese extremo, se lo comieron.

La ciudad de Oruro en particular, se vio en un caos absoluto. Don Sinforiano Gonzales el único trompetero vivo de la Banda Intercontinental Poopó, acongojado, subió a la punta del cerro Khaluyu y tocó lo que le dictó su alma, que no había sido otra cosa que el llamado a las legiones del apocalipsis.

Entonces la gran ramera agitó su cartera en nuestras esquinas, las bestias aprendían a contar y se daban unas a otras sus números de celular, de los lagos entre los totorales salió Leviatán, el cielo se abrió sobre la Alta Tierra de los Urus y cayeron los ángeles de culo a traspasar con sus espadas como anticuchos a cuanto mortal e les ponía en frente y? en pocas palabras, cristianos, paganos y demás tukuy imas, se fueron todos redonditos a la mierda.

Al terminarse el mundo, barriendo el viento lo que quedó de la raza humana, mientras el Perro Petardos olfateaba los escombros, una cofradía, reunida en los subsuelos de lo que fue el legendario Bar Huari, sintió un pequeño temblor en el medio día de aquel sábado en que esperaban hambrientos y deseosos las sabrosas salteñas saladas que no podían salir del horno. Entre risas, reproches y desesperanzas, apuraban a los mozos inmortales, mientras compartían la doceava cerveza antes de ver el paraíso.

* Sergio Gareca Rodríguez

Oruro 1983. Premio Nacional de Poesía, 2010

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