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Domingo 07 de junio de 2015

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Cultural El Duende

El filósofo que desterró a los poetas

07 jun 2015

Ricardo Silva

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Debemos admirar en Platón no solo al pensador profundo, sino también a un escritor que supo dotar a su obra de verdadera poesía y sentido de la acción dramática. Platón fue ganado por el filosofar a expensas de la poesía; sin embargo, podemos considerarlo un poeta de la filosofía. No pocas veces tocó Platón en diversos Diálogos el asunto de la inspiración poética, las relaciones de filosofía y poesía así como de la misión de esta última, bien que, conforme nuestro filósofo fue madurando, su relación con la poesía se fue ensombreciendo y llegó a proponer para con los poetas, en La República, un tipo de censura inadmisible. Hemos de ver, sin embargo, a un Platón sobre todo poeta, no solo por los epigramas que se le atribuyen, sino por el vuelo poético que alienta en muchas de las alegorías de sus diálogos más perfectos y hermosos como El Banquete, Fedón y Fedro.

Un producto fecundo de estos acercamientos a la poesía podemos considerarlo cumplido en uno de los primeros diálogos que escribió y que la tradición ha conservado bajo el título de Ion, o sobre la Ilíada. Este es un diálogo de forma directa en que, bajo la apariencia de una discusión sobre el arte del rapsoda Ion, Platón, hábilmente por boca de Sócrates y por medio de la mayéutica, nos conduce al arte sobre el que en realidad quiere tratar: la poesía. Al comenzar el diálogo, Sócrates se encuentra con Ion que ha venido a Atenas desde Epidauro, donde ha ganado el primer premio en un concurso de rapsodas. Sócrates elogia a Ion y lanza una afirmación cuya finalidad hemos de verla en el desarrollo de la conversación: Porque: no llegaría a ser rapsoda aquel que no comprenda lo que dice el poeta, pues al rapsoda corresponde llegar a ser intérprete del discurso del poeta ante sus oyentes.

Ion confirma ser él quien ha sabido expresar los mayores y más bellos pensamientos sobre Homero. Sin embargo, no es capaz de conocer el arte de otros poetas como Hesíodo y Arquiloco, ante la sorpresa de Sócrates, pues Homero y Hesíodo han tratado de las mismas artes y temas como la adivinatoria y la guerra. Sócrates concluye que si fuera un arte el motivo por el cual el rapsoda se expresara de Homero, estaría en condiciones de hacerlo sobre cualquier poeta. Ion no puede contradecir a Sócrates, pero se siente consciente de ser quien mejor habla de Homero, pero que respecto a otros poetas no ocurre lo mismo y le pide a Sócrates explicar el por qué. Sócrates afirma que la fuerza que impulsa a Ion es divina; hace la comparación de que algo similar sucede con la piedra magnética Heraclea, que no solo atrae los anillos de hierro, formando una larga cadena, sino también comunicando a estos su acción. Los buenos poetas, pues, recitan hermosos poemas no por un arte sino por estar inspirados y poseídos por un dios; la divinidad los priva de razón para hablar a través de ellos. Por tanto, los rapsodas, que son intérpretes de los poetas, son intérpretes de intérpretes. Ion cuando canta, está poseído de Homero, como las gentes son presas del delirio de los coribantes captando solo al dios que los posee; no es ni un arte ni una ciencia que Ion tenga sobre Homero quien no cree, sin embargo, elogiar a Homero bajo la posesión. Sócrates le demuestra que quienes practican un arte determinado son los que mejor conocen al mismo; tal el auriga, el médico, el pescador o el adivino. El arte del rapsoda, replica Ion, es ver qué lenguaje será adecuado para determinadas personas. Sócrates lo lleva a decir que la expresión del rapsoda será el de un general; más aún, que todo buen rapsoda será un buen general. Pero si esto fuera cierto, Ion sería más estimado como general que como rapsoda y, evidentemente, Ion no puede conocer todas las artes. El rapsoda debe, pues, elegir entre si tiene conocimientos sobre un arte o una ciencia sobre la que no puede manifestar su talento o tener un privilegio divino. El diálogo termina cuando Ion acepta que es más hermoso ser considerado divino.

En la Apología, Platón resumió las ideas centrales del Ion: ...casi todos los presentes podían hablar mejor que los poetas sobre los poemas que ellos habían compuesto. Y llegué a comprender que respecto a los poetas puede decirse en una palabra que no por sabiduría hacen lo que hacen, sino por una cierta disposición natural y por un estado de inspiración como los adivinos y los que pronuncian oráculos; porque estos dicen muchas veces cosas excelentes, pero nada saben de lo que dicen.

No deja de extrañar un ligero tinte de envidia en las palabras del filósofo quien, en este punto, les echa en cara a los poetas la falta de lucidez para con su propio arte faltos de "conocimiento" de lo que expresan pero que, sin embargo, lo hacen concluir que al escribir lo han hecho inspirados por la divinidad.

Posteriormente en La República en que, como ya mencioné, los tintes de su relación con la poesía se ensombrecen, el filósofo lanzó algunos dardos a Homero y Hesíodo y a los trágicos. En su dura crítica contra la poesía que llama imitativa, en el libro décimo, llega Sócrates a estas conclusiones: ?en lo relativo a poesía, no se han de admitir en la ciudad más que los himnos a los dioses y a los héroes [?] Y he aquí cuál será, al volver a hablar de la poesía, nuestra justificación por haberla desterrado de nuestra ciudad, siendo como es: la razón nos lo imponía. Digámosle a ella además, para que no nos acuse de dureza y rusticidad, que es ya antigua la discordia entre la filosofía y la poesía.

Platón, realmente, no solo exageró el daño que podían causar los poetas en su república ideal. Más censurable que esta ingenuidad es, siendo él un poeta, lo obnubilaran sus propias meditaciones y no pudiera ver con más claridad los designios de la poesía de su tiempo y no le hubiera a esta pedido aquello que no es la misión de la poesía, Quizá debió desterrar de su república a los políticos, a los militares, a los sacerdotes, a los ideólogos y a todo tipo de fanático que tanto daño han causado y seguirán causando a la humanidad a través de los siglos. Debemos ser indulgentes con él y considerar el hermoso diálogo Fedro un mea culpa, pues, aunque no es seguro, con toda probabilidad fue escrito después de La República. En el Fedro vuelve Platón a la idea del poeta como el poseso inspirado por la divinidad: La tercera forma de posesión y de locura, la que procede de las Musas, al ocupar un alma tierna y pura, la despierta y lanza a transportes báquicos que se expresan en odas y en todas las formas de la poesía, y, celebrando miles de gestas antiguas, educa a la posteridad. Pero cualquiera que, sin la locura de las Musas, accede a las puertas de la Poesía confiando en que su habilidad bastará para hacerle poeta, es un fracasado, de la misma manera que la poesía de los sensatos palidece ante la de los posesos.

Cuánta verdad posee la última frase de este fragmento del segundo discurso de Sócrates, que constituye la pieza central del diálogo donde están expuestos, además, grandes temas de su filosofía: la inmortalidad del alma, la teoría de las ideas, la belleza, el amor. Y Sócrates-Platón acaba revelando sutilmente a Fedro el haber concebido su discurso como un poseso (confesando claramente haberlo hecho como poeta), cuando están comentando el arte de la retórica: Pero dime también esto (porque yo, debido a mi entusiasmo, no lo recuerdo en absoluto): ¿definimos el amor al principio del discurso?

No se contentó Platón con ser un poeta que se expresó únicamente en prosa sino que se le atribuyen algunos epigramas. Por ejemplo el dedicado a Aster:

Antes, estrella del alba, brillabas sobre los vivos.

Ahora, expirando, brillas nocturnal sobre los muertos.

Ciertamente, haber tenido por maestro a Sócrates y haber vivido su muerte pudieron, en parte, decidir el destino de Platón, quien se dedicó enteramente a filosofar en una obra que es una de las grandes aventuras del pensamiento humano y que ha tenido la suerte, además, de haberse salvado, milagrosamente, casi completa para la posteridad. Quizá, como a tantos, la escritura en verso le fuera poco propicia y antinatural como medio de expresión de su imaginación y pensamiento, y prefiriera la prosa -magnífica y deslumbrante- que fue el vehículo de sus ideas. Pensamos, pues, que Platón, fuertemente disociado entre la episteme y la poiesis, optó, conforme iba madurando tanto física como espiritualmente, por aquella en detrimento de la segunda, pero esa opción le quedó siempre como un torturante aguijón, pues se sabía él mismo un poseso inspirado con los dones más brillantes de la verdadera poesía.

* Ricardo Silva-Santisteban. Lima, 1941. Traductor, ensayista y poeta.

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