Hambre y tortura, las cicatrices del inmigrante superviviente
07 jun 2015
Fuente: Cox´s Bazar (Bangladesh), (EFE).-
Igor G. Barbero
Dejaron sus aldeas en Bangladesh bajo la promesa de una vida mejor en Malasia y se encontraron un tortuoso viaje de muchos meses por mar, jungla y centros de detención marcado por el hacinamiento, el hambre, la extorsión y la tortura. Ahora lo cuentan arrepentidos.
Son supervivientes de las zarpas de una extensa red regional de tráfico de personas que estalló en forma de crisis humanitaria en mayo con más de 3.000 inmigrantes de clase baja bangladesíes y de la minoría musulmana rohinyá llegando en barcos a las costas de varios países del Sudeste Asiático. El joven Zakirul Islam no vio nacer a su hijo, que corretea inquieto junto a su padre en la destartalada casa de la familia en una aldea boscosa cercana a la población costera de Cox´s Bazar, en el sudeste de Bangladesh.Su odisea concluyó en agosto de 2014, ocho meses después de partir en un viaje que hoy persuade en números similares a rohinyás y bangladesíes.
Los suyos no tuvieron contacto directo con él en ese tiempo.
"Un conocido de un amigo tenía un hermano en Malasia y me dijo: ´Tienes que venir, aquí se vive bien´. Me prometió que podría devolver el dinero una vez consiguiera un empleo. No lo pensé mucho, pues la opción de emigrar legalmente al extranjero era más costosa y complicada", cuenta a Efe.
Tras pasar una semana en un campamento en la costa, Zakirul tomó una noche un bote con una decena de personas hasta un pesquero de mayor tamaño cerca de la isla de San Martín, frente a Birmania.
"En el barco había 300 personas, casi todos jóvenes pero también ancianos, mujeres e incluso algún bebé. La mayoría eran bangladesíes, de distintos puntos del país, y el resto rohinyás. Algunos venían en botes desde Birmania", relata.
Huyendo de la persecución en Birmania, que los considera apátridas, los rohinyás inauguraron la ruta marítima hacia el Sudeste Asiático y luego la trasladaron a Bangladesh, donde la mayor parte se encuentra refugiada en situación de ilegalidad.
El trayecto de Zakirul a Tailandia, primera parada de la ruta, duró solo cinco días, pero debido a problemas para atracar tuvieron que esperar tres semanas más en el barco, alimentándose con frutos secos y un vaso de agua al día.
De ahí pasó a un primer campo de detención en la jungla tailandesa y después fue trasladado en coche a otro en la frontera malasia, donde los traficantes exigieron a su familia el pago de 180.000 takas (2.108 euros) para continuar la travesía.
La entrega del dinero le permitió seguir pero, al poco, la Policía tailandesa le arrestó y pasó siete meses en prisión, donde enfermó, hasta que la Embajada de Bangladesh en Bangkok medió en su liberación.
Fuente: Cox´s Bazar (Bangladesh), (EFE).-
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