Martes 02 de junio de 2015
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En un mundo en el que se tira comida el hambre de hoy es la más canalla de la historia. Porque, al contrario de lo que ha sucedido en otras épocas, se puede evitar. Mientras que más de 800 millones de personas en el mundo sufren esta afrenta, los cubos de basura se siguen llenando con toneladas de alimentos: recién recogidos de los campos, envasados, cocinados y crudos, por problemas de precios, de estética, de ineficiencias del sistema o de falta de concienciación. Por causas que son solucionables, porque hoy no existe un problema de producción, sino de reparto, aparte de una letal explosión demográfica.
Una treintena de expertos en la materia se reunieron en Oviedo para encontrar e implementar algunas de estas soluciones en el II Encuentro de la Alianza contra el Hambre y la Malnutrición de España. Para buscar soluciones, comenzaron por identificar las causas del desperdicio de los alimentos. Son múltiples y están en toda la cadena, desde el campo hasta la nevera del consumidor. Niki Charalampopoulou, miembro de la ONG Feedback Global, puso algunos ejemplos que muestran el absurdo en el que cae a menudo la industria de la alimentación. Una fábrica de pan de molde en el Reino Unido comercializaba su producto sin la impopular última rebanada, que en su mayor parte es corteza. Pero es inevitable producirla, así que cada día tiraba a la basura 14.000 de estas rebanadas. Su organización le propuso que la reciclase en comida para los cerdos. A partir de ese momento comenzaron a ahorrar unos 140.000 euros al año. Una cadena de supermercados comercializaba judías verdes en unos envases algo más pequeños que el promedio del producto. Esto hacía necesario cortarla por arriba y por abajo para que quedasen perfectamente emparejadas. El resultado era tirar a la basura casi un 10% del alimento, lo que se pudo paliar ajustando el envase. Los agricultores tienen que tirar de media entre un 20% y un 30% de sus cosechas por motivos estéticos o ajustes de precios.