Una serie de hechos que han alterado la cotidianidad ciudadana en el país, son males que necesitan remedios urgentes, aunque en los días pasados se dispuso la dosificación de algunos paliativos que calmaron alborotos pero no significan todavía el tratamiento y curación de esas dolencias que causan profundos dolores.
El tema candente del último tiempo corresponde a la crisis de nuestra Policía Boliviana, institución cuya imagen y prestigio han disminuido ostensiblemente debido a varios hechos en los que sus miembros de alto, medio y bajo rango se han visto comprometidos, incluso como tituló un matutino "volteando al ministro" de Gobierno, cabeza del área de seguridad nacional.
El problema no fue menor y posiblemente no lleguen a conocerse los verdaderos entretelones de una supuesta participación de policías, por así decirlo, en el grave delito de encubrimiento, caso del ciudadano peruano que fugó de su residencia controlada. Un hecho que posiblemente tenga mayores repercusiones en la medida que algunos afectados más que otros, sientan la necesidad de defenderse y revelar datos ocultos. Lo cierto es que también resultaron tumbados varios jefes de la cúpula policial.
El asunto fue más allá y la acción presidencial boliviana, hecha de buena fe para demostrar seriedad y responsabilidad al entregar al evadido en su territorio y a las autoridades de su país, fue respondida con una declaración del presidente peruano señalando que "los presidentes no van a recoger presos". ¿Cuánta razón tiene el mandatario vecino y cómo queda la posición de nuestro presidente? Es algo que también merecerá una explicación en bien de la diplomacia nacional.
Cae un ministro y el reemplazo corresponde a un titular de esa cartera, que en el periodo que le tocó manejar el delicado ministerio de seguridad nacional, también confrontó problemas que involucraron a policías, de ahí que el malestar viene de lejos y necesita remedios urgentes.
El cambio de las autoridades policiales, es un remedio temporal, la solución según señalan algunos entendidos debe ser estructural y eso implica un cambio desde el fondo hacia arriba y utilizando todos los medios necesarios, logísticos, humanos y técnicos que permitan renovar la institución del orden y hacerla profesionalmente eficiente, cumplidora de las áreas que le asigna la Constitución, pero al mismo tiempo merecedora de la atención especial del Poder Ejecutivo, por ejemplo con la asignación de salarios dignos, que eviten al policía torcer su autoridad y actuar en la venalidad entrando en la corrupción que destroza ética e imagen personal e institucional.
La seguridad ciudadana si bien debe ser compartida entre todos, la cabeza y dirección corresponde a la entidad verde olivo, a su personal profesional y a todos los uniformados que tienen la misión y la obligación de cumplir su lema orgánico que relieva un trabajo permanente "contra el mal, por el bien de todos".
Ya mencionamos que los males se curan con remedios, es inobjetable y en este caso de las dolencias que causan problemas a la Policía, posiblemente se necesite aplicar terapias dolorosas y costosos remedios, pero es ineludible cumplir ese proceso para salvar la institución del orden que debe ser además vacunada contra los virus políticos y separada de cualquier concomitancia con los poderes del Estado. La independencia institucional se afirmará con la idoneidad profesional y la dignidad salarial, como freno a cualquier intento corruptible.
El mal policial no es incurable, solo necesita atención delicada y especializada.
Fuente: LA PATRIA
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