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Domingo 31 de mayo de 2015

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Revista Dominical

Volver a las raíces

31 may 2015

Sara García Bautista - Periodista

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Imagine que, tras su muerte, su familia pueda visitarle en un bosque natural lleno de vida y no en un frío y tétrico cementerio y que, además, sea su substancia la que forma parte de esos árboles, de esa vida. Volver al lugar de donde venimos, volver a las raíces. De eso trata el proyecto Capsula Mundi, una "semilla" de entierro orgánico, biodegradable, en la que se introduce el cuerpo del fallecido y lo convierte en nutrientes gracias a los cuales crecerá un árbol en los llamados cementerios verdes.

Anna Citelli, graduada en la Academia de Bellas Artes de Bari, Italia, y Raoul Bretzel, diseñador industrial, son los creadores de este invento que trata de promover la realización de cementerios verdes en este país. Sin embargo, todavía se encuentra en fase de desarrollo, puesto que la legislación italiana prohíbe tales entierros. Los cementerios verdes comenzaron en Inglaterra, hoy se pueden encontrar muchos de ellos en Estados Unidos, Australia y Nueva Zelandia. Nacen como una iniciativa ética, ecológica, y sostenible frente a los usos comunes de la industria funeraria y una renovación en la manera de concebir la muerte al reutilizar nuestro cuerpo para generar vida.

Durante generaciones, los humanos se han deshecho de sus difuntos mediante diferentes procesos. El método de enterramiento o sus tumbas y su diseño dice mucho acerca de la cultura de la persona fallecida y su generación. En la cultura occidental, influenciados por una herencia cristiana, la muerte es vista como una transferencia del espíritu a la otra vida basada en una supuesta resurrección de la carne el día del juicio. Por ello, en los entierros tradicionales de nuestra sociedad, se protege y separa al cadáver de la tierra mediante ataúdes hechos de materiales muy resistentes al paso del tiempo.

Sin embargo, cada muerte en nuestra sociedad, además de una pena para familiares y amigos, supone un pequeño desastre ecológico. La fabricación de un ataúd requiere cortar un árbol viejo de madera valiosa, al que le ha llevado crecer entre 10 y 40 años. Además, el féretro lleva barnices y tratamientos químicos muy dañinos para el medio ambiente. A esto hay que añadir el transporte; coches y cortejo fúnebre que desprenden dióxido de carbono, y la inhumación con el consiguiente vertido de fluidos a la naturaleza. También la propia descomposición del ataúd, algo inevitable que supone el paso del tiempo. Si bien, la cremación es un modo ecológico de deshacerse de los cadáveres, tiene la desventaja de que emite grandes cantidades de humo contaminante con partículas de monóxido de carbono, metales como mercurio, plomo y cadmio, uno de los materiales más tóxicos que existe. De acuerdo con la Asociación Funeraria de América: 70.000 metro cúbicos de madera, 90.272 toneladas de acero, 2.700 toneladas de cobre y bronce y 3.130 m3 de líquido para embalsamar, son sepultados cada año en Estados Unidos por los entierros tradicionales.

El debilitamiento de las creencias religiosas cristianas y el crecimiento de una conciencia ecológica que se preocupa por el futuro de la tierra y de las generaciones que habitarán en ella, han hecho que los cementerios verdes tomen fuerza y aparezcan proyectos como éste. En su artículo, Cemetery Park, Sonia Jacket examina la forma en la que St. George´s Field en Leeds, ha pasado de ser un cementerio a un parque público, mientras que el Southern Cemetery, el cementerio más grande del Reino Unido, al sur de Manchester, ha sido designado como Reserva Natural Nacional por su biodiversidad.

Capsula Mundi supondría un ejemplo a seguir; hacer de nuestro cuerpo un elemento útil para el medio ambiente al proporcionar sustento a nuevos árboles. Generar vida al llegar el final de la nuestra y ayudar a proteger las áreas verdes y los paisajes locales, en vez de destruir y enterrar madera en forma de ataúdes. Además de crear parques y bosques conmemorativos, en lugar de los tradicionales cementerios hechos de mármol y cemento, a los que podrían ir a visitar los descendientes sabiendo que ahí permanece algo de sus seres queridos. Un árbol lleno de vida del que podrían cuidar y en donde podrían descansar bajo su sombra.

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