Las informaciones y comentarios sobre el futuro inmediato de la economía en nuestra región no son optimistas. Los grandes de América del Sur, Argentina y Brasil, no logran superar sus crisis que, ciertamente, influyen en sus vecinos, entre ellos Bolivia. El fenómeno ocurre justo cuando termina una época de bonanza: la que produjo el alza de los precios internacionales de los commodities, en nuestro caso, del gas, la soya y los minerales.
El Índice de Calidad Institucional, encomendado por la Fundación Libertad y Progreso al economista argentino Martín Krause, evidencia que "las economías donde los derechos individuales son más fuertes y se respeta de mejor manera las libertades civiles, disfrutan de mayores tasas de crecimiento y mejores niveles de vida". "Es necesario -dice Krause- comprender el importante papel que cumplen las instituciones y revertir definitivamente su deterioro. Ese es el camino para el progreso de la región, que incluye la vigencia de los derechos individuales, una mayor cantidad y una mejor calidad de las oportunidades que sus habitantes puedan aprovechar".
El comentarista argentino Agustín Etchebarne, que resumió el estudio de Krause en un artículo que tituló Las dos "Latinoaméricas cara a cara", lleva a preguntar por qué Venezuela, con un Gobierno que puso a su país en los últimos lugares en calidad institucional, está pasando, pese a su inmensa riqueza petrolera, la peor crisis de su historia. Este fenómeno resulta "de las reformas del estilo ´socialismo bolivariano´," nos sugiere el estudio.
Etchebarne afirma, además, que el índice de calidad de Krause "refleja acabadamente el deterioro enorme de las instituciones en Cuba, Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Brasil" en los que "el principal problema no es de izquierdas o derechas, sino que todavía se debaten entre el populismo proteccionista y estatista versus las instituciones republicanas".
Aunque no es la receta completa, resulta indispensable, para abrir "el camino para el progreso de la región", poner en vigencia los derechos individuales y establecer "una mayor cantidad y una mejor calidad de las oportunidades que sus habitantes puedan aprovechar". Esto se aplica a Bolivia por su fragilidad institucional.
Ahora que la crisis asoma, se observa que no hay decisión ni planes para fortalecer las instituciones. En cambio, quebrar las leyes, abusar de las instituciones y servirse ellas para un continuismo sectario, expondrá a la Nación a un deterioro que se debe evitar.
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