Loading...
Invitado


Domingo 24 de mayo de 2015

Portada Principal
Cultural El Duende

Asilo/Exilio - La Patria arrebatada

24 may 2015

Odette Magnet

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

UNO

Chile se parte en dos. Abandonar el país no estaba en los planes de nadie. Hasta que se acusó el Golpe que, desde el primer instante, se escribió con mayúsculas. Ese fatídico 11 de septiembre de 1973 cientos de miles de chilenos perdieron la inocencia y quedaron a la intemperie como un árbol arrancado de cuajo, con sus raíces desnudas, patéticas. Tampoco estaba en los planes el andar preguntando por el esposo, el hermano, la hija en la comisaría, la morgue, el hospital, la cárcel. Sin saber qué hacer, a tientas, en ascuas, como en una pieza oscura. Nadie pudo prepararse ni imaginar siquiera el interrogatorio, la tortura, el paso por la fiscalía militar, Ritoque, Tres Alamos, Cuatro Alamos, Villa Grimaldi, Isla Dawson, la expulsión o el asilo apresurado en una embajada amiga, el salvoconducto, el destierro.

Se fueron con lo puesto, y apenas tuvieron tiempo para despedirse de la familia y amigos. Algunos ni siquiera pudieron cumplir con ese rito y emprendieron el largo camino del exilio, sembrado de angustias y dolores. Cada uno lo hizo a su manera. Cada cual tuvo su cuota de miel y de hiel en el intento de lo que se suele llamar empezar de nuevo, iniciar una nueva vida e identidad, reinventarse. Aprendieron un idioma extranjero (si la lengua es otra, el silencio es doble), se hicieron de amigos, estudiaron y viajaron. Intentaron adaptarse, aprender los códigos, adoptar las costumbres. No fue fácil, nada fue fácil. Costó dibujar o soñar la idea de un segundo hogar, mucho menos de una segunda patria. La patria. La palabra se repitió durante años como un conjuro y en la boca quedaba siempre un sabor entre dulce y amargo. Neruda decía que la patria es dulce y dura.

Durante años el exilio no fue un tema de discusión pública. Como si nunca hubiese ocurrido. Ausente. Invisible. Para muchos se trata de un proceso aún inconcluso, un tema que incomoda, ignorado a ratos, maltratado por lado y lado, con sabor a fracaso y frustración por los que partieron, resentimiento por quienes se quedaron. Se llegó a hablar de ´´los de adentro´´ y ´´los de afuera´´. El poeta y diplomático Armando Uribe dice que ´´hay en Chile una especie de reticencia a remover el pasado y pesado exilio. Muchos dicen que el asunto del exilio ya les aburre. Pero haber estado exiliado es una situación sin amnesia ni amnistía. Es, en mi experiencia, una situación para siempre."

DOS

El equipaje del exilio es liviano: los recuerdos, la militancia política, la lengua materna, parte de la familia. Unos se negaron a comprar muebles y plantas, a colgar cuadros. A lo más había un par de cacharros de greda de Quinchamalí o Pomaire, un poncho o unos pajaritos de mimbre de Chiloé. La vida marcada por la transitoriedad. Nada de planes a largo plazo, el futuro sólo era posible en tierra chilena. No hacer nada que pudiera llamar a engaño, a la idea de que se echaba el ancla y adiós regreso. Ahí estaba la maleta hecha, cerquita de la puerta y del alma, porque uno nunca sabe y un día cualquiera, de repente, se acaba con la maldita ´´L´´ (significaba en el listado) estampada en el pasaporte y nos vamos de vuelta. Había que estar vigilante, listo, siempre listo, dispuesto para lo que fuera necesario. Si esto durará poco, decían los chilenos repartidos por el mundo. Esto no es para largo, y va a caer, repetían una y otra vez.

Vivían obsesionados por lo que sucedía en Chile bajo la tensión de las noticias y los rumores cotidianos. Se inventaban excusas para reunirse en peñas, exposiciones, fiestas solidarias, cumpleaños. Por un rato, se intentaba obviar las diferencias políticas, partidarias, de edad, procedencia o de lo que fuera, y se apelaba a la unidad porque, decían, la unión hace la fuerza. Aparecían las empanadas, el vino tinto y el blanco, se improvisaban discursos, juegos de loterías y partidos de fútbol. Las mujeres se ataban el delantal a la cintura y en un par de horas desfilaban ollas con cazuela, charquicán, carbonada y porotos. Incluso en el trópico, los exiliados celebraban un buen día con mate o sopaipillas.

El número de asistentes crecía para las fechas especiales: Navidad, Año Nuevo y, claro, las Fiestas Patrias. Septiembre no era un mes cualquiera. Cómo no recordar la primavera chilena, ese cielo azul intenso, los volantines en pleno vuelo, los cabros jugando una pichanga, el olor inconfundible del asado sobre la parrilla, el organillero del barrio, la cueca bien zapateada, ¡viva Chile, mierda!. La fiesta se iba armando y a una cuadra de distancia se escuchaban las voces de Isabel, Angel y Violeta Parra, Los Inti-Illimani, Quilapayún, Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Joan Manuel Serrat y tantos otros. La añoranza en cada canción que se anidaba en la garganta y hacia el final de cada encuentro no eran pocos los que, vencidos por la tristeza y la derrota, dejaban que las lágrimas brotaran de una buena vez. Cómo no recordar en ese mismo mes, el 11 negro, en que la pesadilla arrancó, el martes con una mañana de sol, como una locomotora furiosa, sin rumbo fijo, imparable. Septiembre, el mes en que tantos chilenos llevaron luto.

A medida que los años se acumularon como diarios viejos, los exiliados se aferraron a la memoria como tabla de naufragio. Porque la memoria es lo más parecido a la patria, sabe a pertenencia, lealtad y amor porfiado. Evoca ese paisaje de infancia, la voz inconfundible del padre, las pisadas cotidianas de la madre, el amigo sólido como un roble. La memoria que los salvó de la demencia, la amnesia, que les devolvió el sentido de pertenencia, de dignidad y propósito, y los empujó a creer en un mañana.

Otros, en cambio, deambularon por el mundo, cansados de la larga ausencia en los huesos, con la derrota en los labios secos, los ojos nublados por la distancia infinita. Se empieza a ´´nostalgiar´´, como decía Mario Benedetti. Y cuando la memoria no bastó y la voluntad se fue consumiendo lentamente, como la vela que chorrea la esperma, optaron por apurar la muerte, con la certeza de que nadie podría ya devolverles la patria arrebatada. Dejaron de creer en el poder de la esperanza y la esperanza de poder y sus espaldas se doblaron ante el peso del desarraigo y tanta vida inútil y se convencieron de que el abrazo no se cerraría, la promesa no se cumpliría, nunca más llegarían a besar la patria amada. No por casualidad Shakespeare denominaba el exilio "el otro nombre de la muerte".

TRES

´´El exilio y la tristeza van siempre de la mano´´, decía Julio Cortázar. En un artículo publicado en 1980 en la legendaria revista chilena del exilio Araucaria, el escritor llama a transformar la negatividad del destierro en una nueva toma de la realidad, invirtiendo el programa del adversario y enfrentándolo de un modo que éste no es capaz de imaginar. Es decir, invita a aprovechar a fondo la experiencia en términos de lucha y de indagación, devolviendo así el golpe propinado.

Algunos lo lograron, otros no. Repartidos por el mundo con la prohibición del regreso, enfrentaron la larga espera con dolor, temor y esperanza. La cifra total de desterrados entre 1973 y 1990 es incierta, los expertos en el tema no se ponen de acuerdo en los números. Se ha dicho que en un momento hubo un millón de chilenos exiliados en 90 países. Según estudios efectuados por la Vicaría de la Solidaridad, habrían salido del país 408 mil personas. Sus principales destinos: Argentina (50,78%), Estados Unidos (7,8%), Venezuela 6,18), Canadá (3,85), Francia (3,68%), Italia (2,38%), Suecia (2,38%) y Australia (2,21%). (En 1989 se calculaba que sólo en Suecia vivían 29 mil chilenos, incluidos aquellos de la segunda generación).

El asilo (en su gran mayoría de carácter político) antecedió, naturalmente, al exilio. O fue solicitado en las embajadas en Santiago o, una vez en tierra extranjera, el chileno pedía refugio por motivos políticos y, algunos, económicos. En ambos casos, el paso siguiente era, inevitablemente, el exilio, de duración indefinida. Unos se ´´autoexiliaron´´, saliendo del país de manera legal o clandestina, por sus propios medios y sin ayuda de embajadas, ACNUR u otro organismo oficial de apoyo de refugiados políticos.

A diez días del Golpe comenzó a funcionar el Comité Nacional de Ayuda a los Refugiados (CONAR), presidido por el obispo luterano Helmut Frenz, con representantes de iglesias protestantes, evangélicas, católica ortodoxa y la católica romana. El 6 de octubre nació el Comité de Cooperación para la Paz en Chile, conocido como el Comité Pro-Paz, que debió cerrar sus puertas por imposición de la dictadura a fines de 1975.

Pero los esfuerzos no murieron ahí. El 5 de enero de 1976 el arzobispo Raúl Silva Henríquez creaba la Vicaría de la Solidaridad, entidad clave en la defensa y protección de los derechos humanos en el país. Con el transcurso del tiempo se fundarían numerosas organizaciones cuyo quehacer se ubicaba en el mismo ámbito.

La Liga Chilena de los Derechos del Hombre sostiene que 400 mil chilenos dejaron Chile por razones políticas. Según las cifras en 1990 de la Oficina Nacional de Retorno (ONR), el Servicio Universitario Mundial (SUM, WUS es la sigla en inglés), el ACNUR y el CIME, los exiliados políticos eran aproximadamente 200 mil personas dispersas en los cinco continentes. El número oficial de ACNUR es de 44 países que acogieron a chilenos exiliados, pero la cifra es, probablemente, más alta en cuanto no todos se acogieron por vía de ese organismo. La Vicaría de la Solidaridad calcula la cifra en 260 mil personas. Codepu estima que al menos un millón de chilenos vivió en el destierro. El director del CIME (Comité Intergubernamental para las Migraciones Europeas) Roberto Kozak dice que su organización sacó del país a mil 825 personas, más los familiares directos de los mismos, y que el total de desterrados fue de 200 mil.

Cifras más, cifras menos, el exilio también significó tomar decisiones dolorosas. La cineasta Carmen Castillo, ex militante del MIR, que hoy vive en París, dijo en una entrevista al Museo de la Memoria: "En el instante que te mueres resumes, sintetizas algo de tu vida en la que estás en paz. Eso lo busqué mucho en el exilio después. Y es algo muy auto destructor porque después es una caricatura de aquello, pero en ese instante es el misterio de la vida, de los resistentes franceses, en fin, la literatura habla muy bien de ese misterio, pero no había? pueden ser hoy día considerado haber sido intransigente con el MIR no se asila. Por lo demás, cuando se conocían por qué los compañeros se asilaban, al menos en la dirección interior, nunca había juicio. Entre morirse y asilarse era mejor que se asilaran, por supuesto.´´

No sólo chilenos. Según el CIME, doce mil 200 refugiados oficialmente reconocidos en Chile provenían de Brasil, Uruguay, Bolivia y Argentina. Muchos, vinculados a movimientos de izquierda, escapaban de dictaduras en sus países. El proceso de ´´reubicar´´ a los refugiados implicaba encontrar un tercer país de destino para los refugiados que no podían regresar a su país de origen.

En el exterior pasarían a tener el rango de refugiados y con ello accederían a ciertos beneficios otorgados por los países de acogida, como pasajes, pasaportes, permisos de residencia y permiso para postular a un trabajo.

En 1975, ante la envergadura del exilio como problema social, ACNUR, el CIME, la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC), entidad ecuménica surgida por iniciativa del obispo Helmut Frenz (ver recuadro), en conjunto con representantes de las iglesias metodista, metodista pentecostal, ortodoxa y católica, comenzaron a brindar atención médica sicológica, orientación y apoyo social a los involucrados en forma directa, así como a sus grupos familiares.

CUATRO

El derecho a vivir en la patria, garantizado en la Constitución, fue violado desde el inicio de la dictadura militar. El 21 de septiembre de 1973 la junta militar emitió el bando número 40, el cual expresaba que se había comprobado el robo de elementos para fabricar pasaportes, cédulas, impuestos de viaje y otros ´´que elementos extremistas, tanto extranjeros como nacionales, ya identificados pretenden evadir la acción de la justicia militar del país, haciendo uso de documentos falsificados." Lo anterior llevó a que se instruyera a las compañías aéreas y marítimas, agencias de viaje y empresas de transporte terrestre, nacionales y extranjeras, a entregar las listas con los datos de las personas que solicitaran información relativa a viajes fuera de Chile.

A muchos chilenos el Golpe los sorprendió en el extranjero y debieran esperar años para que se les autorizara entrar al país.

La persecución de los servicios de seguridad del gobierno, unida a la represión generalizada, llevó a muchos a acogerse al asilo, si bien no había documentos que acreditara la expulsión del país. El 76.15 por ciento de los exiliados titulares fueron acompañados por sus familias. El 66.82 eran hombres, el 33.18, mujeres.

Conjuntamente, se advirtió a todas las empresas relacionadas con viajes al exterior que prestaran atención a los nombres y apellidos, nacionalidad, dirección y teléfono de sus clientes ´´debido a la gran cantidad de extranjeros rentados para traer al país el caos y la destrucción interna, e ingresados a nuestro territorio nacional, amparados por traidores anti-chilenos que deben ser detenidos."

El decreto ley No. 81, promulgado en noviembre de 1973, facultaba al gobierno a expulsar a nacionales o extranjeros que, según su criterio, afectaran la seguridad interna y externa del país. La pena sólo podía ser derogada previa autorización del Ministerio del Interior.

En el artículo 41, número 2, se establece que ´´por la declaración de Estado de Sitio el Presidente de la República podrá trasladar a las personas de un punto a otro del territorio nacional, arrestarlas en sus propias casas o en lugares que no sean cárceles ni otros que estén destinados a la detención o prisión de reos comunes, y expulsarlas del territorio nacional. Podrá además restringir la libertad de locomoción y prohibir a determinadas personas la entrada y salida del territorio."

Suma y sigue. La Constitución Política de 1980 dispone, por ´razones de seguridad del estado´ que el Presidente de la República puede expulsar del país o prohibir el ingreso a él a las personas que sean contrarias al régimen. Más adelante se indica que ´´las medidas que se adopten en virtud de esta disposición no serán susceptibles de recurso alguno, salvo el de reconsideración ante la autoridad que las dispuso." Bajo esta normativa fueron expulsados, en agosto de 1981, Jaime Castillo Velasco, Orlando Cantuarias, Carlos Briones, Alberto Jerez, y Eugenio Velasco, acusados de infringir el receso político.

El gobierno implementa una nueva política respecto del exilio mediante la publicación de listas periódicas de personas autorizadas a regresar al país. En octubre de 1982 se creó una comisión integrada por la ministro de Justicia Mónica Madariaga, el ministro del Interior y dos abogados, destinada a elaborar un informe sobre el retorno de los exiliados. Es la primera señal del gobierno de apertura hacia el exilio. Al año siguiente, la comisión fue disuelta, creando gran frustración entre los exiliados.

Desde el 25 de diciembre de 1982 hasta diciembre de 1983 se había autorizado a través de las listas el regreso al país de 3.562 chilenos, desconociéndose los criterios de selección y elaboración de estas listas. En ellas se incluían personas fallecidas, otros que no habían abandonado el país, menores de edad, detenidos-desaparecidos, nombres y apellidos intercambiados, entre otras irregularidades.

El 5 de septiembre de 1984 aparece la primera lista oficial con los nombres de chilenos con prohibición de ingreso al país. Hubo tres listas en 1984 y cuatro en 1985 y en septiembre de 1986 se publicó la novena y última lista de personas (3.703 personas) con prohibición de ingreso. A partir de octubre de 1986 y hasta mayo de 1988 el régimen militar dio a conocer 21 listas autorizando el ingreso al país de 3,137 chilenos. En agosto de 1988 se promulgaron dos decretos que levantaron el Estado de Emergencia y el Estado de Peligro de Perturbación de la Paz Interior. Finalmente el 1 de septiembre de ese año (un mes antes del plebiscito), la dictadura puso fin al exilio en virtud de las atribuciones contenidas en el artículo 41 número 4 de la Constitución Política.

* Odette Magnett. Agregada

de Prensa y Cultura

Consulado General

de Chile y La Paz

Para tus amigos: