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Domingo 24 de mayo de 2015

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Cultural El Duende

El Trío Los Panchos y Raúl Shaw

24 may 2015

Luis Ramiro Beltrán Salmón

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En aquella noche del páramo entrañable brillaba una voz singular. Surgía de un grupo de muchachos que hacían música en una placita de Oruro en 1941. Volviendo del cine, mi madre, mi hermano y yo nos detuvimos allá sin que el frío pudiera más que la fascinación.

Escoltado por guitarras amigas, el tenor adolescente ofrecía todo un concierto de canciones que anunciaban el nacimiento del bolero. Su voz engalanaba con timbre inimitable a "Muñequita Linda", otorgaba insospechado vuelo a "La Zandunga" y hacía de "Noche de Ronda" un himno personal y profundo para muchos.

Asombrada por la calidad del cantante, mi madre, Betshabé Salmón viuda de Beltrán, quiso saber quién era. "Raúl Shaw Boutier, señora" fue la respuesta que le dio el quinceañero vivaz y lunarejo. Luego de felicitar a los chiquillos, los invitó a cantar en nuestra casa en la siguiente semana. Cumplidos llegarían al chocolate vespertino Raúl y sus amigos. La cita se repitió con frecuencia para solaz nuestro y de los vecinos.

Lo vernacular y lo romántico

Poco después de aquel encuentro -empeñada en que las dotes de Raúl trascendieran los límites de la serenata callejera y la tenida privada- mi madre logró hacerlo incluir en el programa de una kermesse de beneficencia en un colegio. Ante la cálida acogida que obtuvo en ella, lo presentó más tarde a un amigo suyo que era dueño y director de "Radio el Cóndor". El éxito de Raúl en esa emisora lo puso de una vez en el corazón de todos los orureños y marcó el inicio de su carrera profesional. Sin embargo, ya un par de años antes había obtenido su primer premio en un concurso para aficionados al canto en Oruro. Docenas de galardones en numerosos países -"discos de oro", estatuillas y medallas- irían a jalonar en adelante su excepcional y larga trayectoria.

Como a principios de los 50, Raúl residía en La Paz y se destacó aquí con su primer conjunto profesional, el "Panamérica-Antawara". Artista versátil, brillaba también en el cultivo de nuestro folklore. Fue con este con el que comenzó a llevar la voz de Bolivia al exterior, sin renunciar como solista a su adicción a la música melódica. Todo ello le dio amplia notoriedad en el país, pero sólo modesta resonancia en el exterior. Pero, no estaba lejana la hora de su consagración internacional.

¡Lo contratan "Los Panchos"!

Me acuerdo, en efecto, de la emoción con que vino a contarnos, en algún momento de 1952, que el Trío Los Panchos, a la sazón de visita en Bolivia, le había concedido una audición de prueba. Acudiría a ella con una grabación de un bolero que había compuesto recientemente: "Magali". Los mexicanos quedaron encantados con su voz y con su modo de cantar. Poco después celebramos con alborozo la noticia de que Raúl había sido contratado como primera voz del famoso conjunto.

Desde su debut en Santiago hasta el fin de los 15 meses que cantó con Los Panchos -reconocidamente la época áurea del conjunto- la voz de Raúl recorrió en triunfo toda América, llenando de satisfacción y orgullo a sus compatriotas. Fundó luego en Chile -país en el que ganó en concursos de popularidad al propio Lucho Gatica- "Los Peregrinos". Y más tarde haría lo propio bajo el mismo nombre con su hermano Alex, mientras su hermano Víctor se lucía asimismo como solista melódico en la capital chilena. Pese a que ambos conjuntos fueron exitosos, no duraron mucho y Raúl volvió a cantar como solista acompañado de grandes orquestas, especialmente en Brasil y Argentina.

Triunfal compositor en México

Habiendo yo pasado a residir fuera de Bolivia en 1955 no supe mucho más de Raúl por algún tiempo, pero un día de 1959 en que estaba con mi madre en México con rumbo a Canadá, me encontré con diarios y revistas poblados de titulares y fotos de él. Había llegado de Buenos Aires precedido esta vez por la fama de compositor de boleros. Emocionante fue el reencuentro en el "Astoria" con el amigo cuyas canciones románticas iban ahora de boca en boca por toda la patria americana. Y gozamos mucho cuando la interpretación de sus propias obras de gran suceso entonces -"Lágrimas de Amor" y "Cuando tú me quieras"- fue clamorosamente recibida por el público. Nos hospedó en su departamento, contiguo al de su compadre "pancho" Alfredo Gil. Y pasamos gratos momentos con Raúl, con su esposa argentina Lilia y con el hijo de ellos, Carlitos.

Retornados a Costa Rica no volvimos a saber de él por un tiempo hasta que, como a principios de 1960, estando otra vez en México, pero sin su pista, de pronto mi madre se encontró con él por pura casualidad en la puerta de un mercado de barrio.

Seguía en su momento de esplendor: contratos en los mejores clubes nocturnos, programas de televisión y hasta intervenciones en películas, nuevas distinciones. Fuimos el domingo con él a los jardines de Xochimilco para hacer el clásico paseo en barquitas vestidas de flores y escoltadas por "Mariachis". De súbito la nuestra fue rodeada por muchas de las demás para pedir a Raúl que cantara con su acompañamiento. Viajamos así por un rato inolvidable de vivas y aplausos al célebre artista nuestro. Orgullosos y contentos volvimos a casa.

Canción de adiós

Pasamos a residir en Lima en 1961 y pronto nos encontramos allá con la madre de Raúl, doña Clotilde Boutier -nacida en Chile de origen francés- que vivía entonces allá con algunos de sus hijos. Ella moriría no mucho después y Raúl -aclamado también en Perú- vino de Argentina a cantar ante su tumba tal como se lo había prometido: Yo no estaba en ese momento en Lima, pero me contaron la conmovedora despedida de Raúl a "Doña Cloty" en el cementerio.

Entre 1964 y 1969 residimos en los Estados Unidos y esa distancia nos hizo perder el derrotero de Raúl. Pero allá nos hacían recuerdo de él no sólo sus boleros sino populares canciones de la patria compuestas por él, como la dulce llamerada "Pollerita" y la pícara tonada de "Borrachito ladrón".

Sorpresas en Colombia

En alguna noche de mediados de los años 70, ahora situados en Bogotá, mi madre y yo fuimos con unos amigos a un restaurante con espectáculo. Grande fue nuestra sorpresa cuando anunciaron en él a Raúl Shaw "Moreno", el segundo apellido que le pusieran "Los Panchos" para que un cantor latino y "tropical" no sonara tanto a europeo. Nuestra mesa quedaba muy cerca del escenario y así, al bajar de éste, Raúl divisó un rostro que se le hizo conocido. Al comprobar que estaba ante "Doña Becha", se lanzó hacia ella exclamando: "Mamita" y, en el segundo turno de la noche, la mencionó con cariño y le dedicó una canción. Le pedimos hospedarse en nuestra casa y así pudimos disfrutar por unos días de su compañía marcada por el espíritu festivo y el erratismo descompaginador de la bohemia impenitente.

Nos contó entonces de su reencuentro con "Los Panchos" cuando estos lo invitaran en 1970 a cantar otra vez con ellos en una gira por Europa y Asia que culminó con señalado éxito en Japón. Y también nos dijo de su alegría al ser invitado a celebrar públicamente con ellos en México los 25 años del fabuloso conjunto.

Uno de esos días bogotanos me halagó pidiéndome que pusiera letra a un bolero que venía componiendo. Lo hacía tarareando y silbando repetidamente, pues ni toca instrumentos ni lee partituras musicales. Encontré fascinante la experiencia que quedó grabada en una cinta magnetofónica. Algunos meses después me escribiría para informarme que estaba inscribiendo aquella composición -que yo titulé "Contéstame"- a nombre de ambos en el registro de la propiedad intelectual en México y que ella sería puesta en disco por una famosa cantante de aquel país.

Muchos años pasarían luego sin que volviéramos a encontramos hasta que un día de 1998, vuelto yo a Bolivia ya en definitiva, recibí de la Empresa Nacional de Correos una invitación para un homenaje a Raúl en La Paz. Era la presentación de un sello postal con su rostro. En el cóctel subsiguiente al acto, Raúl extrajo de pronto de un bolsillo una cinta magnetofónica como obsequio para mí. Muy grata fue mi sorpresa al comprobar que lo que iba en ella era aquel bolero nuestro que había sido comercialmente grabado poco antes, según él me lo contara, por Johny Albino, con el Trío San Juan. Tomamos una copa en su honor en mi casa.

Y la vez que más recientemente volví a verlo fue en su casa en Buenos Aires en noviembre de 2000. Acababa de recibir el prospecto de un juego de CDs que recogían sus principales interpretaciones. Era el mismo Raúl de siempre, el moreno cálido y juguetón como un niño pese al pasar de los años y al subir de los kilos. ¿Cómo podría olvidar al entrañable amigo y al admirable artista que diera renombre a Bolivia en todo el mundo?

* Luis Ramiro Beltrán Salmón. Oruro, 1930. Premio Mundial de Comunicación McLuhan, 1983.

Tomado de la revista "Archipiélago", 32/33

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