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Domingo 24 de mayo de 2015

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Revista Dominical

La esclavitud reflejada en los zoológicos humanos

24 may 2015

Márcia Batista Ramos - Escritora

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Es más que sabido que la esclavitud es una forma de sometimiento del hombre por el hombre, que se practicó desde la antigüedad, y para vergüenza de la humanidad, continúa esa horrenda práctica en nuestros días, bajo las más diversas formas. Tanto que, hoy por hoy, se habla de tráfico y trata de personas cuando se quiere referir al tema esclavitud; en casi todas las partes del mundo se dan casos de esclavitud relacionada con la explotación sexual y laboral sin importar el aspecto humano del sufrimiento.

Aunque la esclavitud como forma legal de trabajo, ha sido abolida en todos los países del mundo, día a día descubrimos que fue tan sólo una abolición de derecho, porque de hecho la esclavitud subsiste en la actualidad, disfrazada bajo diversas formas. Según datos de las Naciones Unidas, 12,3 millones de personas viven en situación de esclavitud en el mundo en este preciso momento.

Es persistente hoy, desde tiempos remotos, la venta y tráfico ilegal de personas; tráfico donde las principales víctimas son los niños, los pobres, las mujeres, los inmigrantes y las minorías étnicas o raciales. Son esclavizados para el trabajo forzoso en la agricultura y en la industria (en marcas famosas, por ejemplo), para la prostitución, la pornografía, el tráfico de drogas, el robo, el trabajo doméstico, la mendicidad obligatoria, la venta de órganos, entre otros.

La esclavitud es una práctica que se remonta a la Edad Antigua, acostumbradamente en todas las civilizaciones; cuyo origen histórico proviene de la práctica de aprovechar como mano de obra a los cautivos en las guerras. Así, es que desde la antigüedad, la historia del pensamiento político y social aceptó de forma natural la esclavitud como uno de los aspectos del sistema social.

La teología y el pensamiento cristiano medieval, veían la esclavitud como una consecuencia del pecado, y consideraban justo que alguien fuera reducido a la esclavitud como alternativa a una muerte merecida, como la de un reo sentenciado a pena de muerte. También justificaban la esclavitud de paganos hechos prisioneros en una guerra justa para ellos.

El colonialismo europeo fue en sí un racimo de males, tuvo consecuencias históricas muy importantes tanto a nivel económico, demográfico, lingüístico, cultural, religioso y político como en la destrucción global de las sociedades originarias.

Otro de los males del colonialismo fue la esclavitud, pues, no satisfechos con expoliar las riquezas y tierras conquistadas, los europeos se apoderaron de las personas, destruyendo su cultura y aniquilaron impunemente sus vidas.

La esclavitud, en nuestra América, fue hecha por dos vías: una sometiendo al trabajo a los originarios hasta la muerte por extenuación y cansancio, y otra importando gente oriunda del continente Africano.

El motivo para este hecho, reside en que la conquista de América, con todas las riquezas naturales y perspectivas de desarrollo que ofreció a sus conquistadores, requería de gran cantidad de mano de obra para la apropiación rápida de todas las riquezas y la obtención de ventajas en la explotación económica de tan vastas zonas.

La explotación salvaje del hombre blanco en tierras americanas provocó el exterminio de la población nativa de América; lo que ocasionó que los europeos se volteen hacia África y emprendan, un flujo incesante que duraría cuatrocientos años, en el cual millones de africanos serían cazados como animales, para posteriormente ser vendidos a otros europeos que eran los colonizadores de América. Eso sin ponderar todas las características inhumanas que implicó la trata.

Los europeos, como dueños de las colonias conquistadas, y de sus gentes, no tuvieron reparos en construir teorías que afianzasen su superioridad racial. Olvidándose que no existen pueblos superiores o inferiores; que lo que existe son mentes racistas, capaces de construir, en su estrechés, razonamientos que justifican el sometimiento de otro ser humano y cualquier efecto mortal de su influencia.

Construyeron una gama de teorías que justificaban sus prejuicios y la actitud social propagada entre la gente de la clase explotadora, a fin de estigmatizar a los dueños de las tierras como grupo inferior, de modo que tanto la explotación del grupo como la de sus recursos pudiera justificarse.

En esa tarea atroz, el Vaticano, en su momento, dictó varias bulas donde dijo que los negros eran una especie entre el animal y lo humano los cuales se podían esclavizar; como forma de afianzar a los portugueses que tenían colonias en África y se dedicaban a la trata de personas. Después, usaron estas mismas bulas para catalogar a los pueblos originarios del Nuevo Mun do: bestias que no tenían alma. Calcando de manera pétrea un estigma de inferioridad a los indígenas en toda Latinoamérica; al tiempo que se escudaban en teorías despóticas que permitían que los blancos "superiores", explotasen a otros hombres por su condición de "inferioridad".

Con esa óptica de desigualdad, de los europeos, no era de extrañarse que convirtiesen a humanos en meros objetos de exhibición; y eso ellos hacían con su misma gente en sus famosos circos humanos, una práctica iniciada por los Romanos antes de nuestra era, y adoptada por los europeos en general, en la era Cristiana.

Esas prácticas fueron incrementadas en el siglo XVII, primero con los espectáculos de rarezas humanas, donde mostraban personas con diferentes padecimientos médicos, con malformaciones o mutaciones, además de personas con problemas metabólicos que padecían de enanismo, malformaciones óseas, gigantismo, albinismo, obesidad, hirsutismo o con cualquier capacidad o característica física inusual, sorprendente o grotesca; por puro entretenimiento, sin el más mínimo respeto al otro; dejando a relucir en los europeos su condición de creadores y perpetuadores de miseria humana. Todo valía para presentar en plazas públicas como espectáculos viajeros, como los carnavales, las ferias y los circos.

Tanto es así, que en la era victoriana son reconocidos popularmente los circos humanos del empresario Tom Norman donde presentaban, sin compasión, a Joseph Merrick: "El Hombre Elefante".

Pero un siglo antes, en el siglo XVI, el cardenal Hipólito de Médicis tenía, con mucho orgullo, una colección de gente de diferentes razas. Él mismo dijo que entre sus "bárbaros" se escuchaban hasta 20 idiomas, ya que tenía entre su "colección", moros, tártaros, indios, turcos y africanos.

Y como la barbarie no termina cuando cambia el calendario, en el siglo XX, antropólogos como Robert Ripley, se convierten en famosos coleccionistas de rarezas étnicas mundiales, para espanto y vergüenza ajena.

A partir del siglo XIX, los circos humanos se convierten en un tipo de espectáculo complementario que formaba parte del teatro de variedades popular en Estados Unidos y los museos ambulantes que mostraban colecciones de personas con características inusuales.

Todo porque la humanidad evoluciona muy lentamente y algunos se ofuscan con la posibilidad de dominar y someter a otros, sin pensar en lo ultrajante que es para la humanidad.

En esa lógica de superioridad y poder, era normal para los europeos, compartir esa satisfacción de tener sometido a un hombre inferior o a un ser inferior como consideraban a los colonizados; siendo así, traían a los salvajes a casa y organizaban las famosas exposiciones coloniales; entonces, se los exponían en sus famosos zoológicos humanos, que eran una representación burda de la vida en ultra mar.

Los famosos zoológicos humanos, eran una entre otras tantas de las pesadillas de los mal llamados aborígenes; dejando en relieve las taras de supremacía inherentes al fenómeno colonial.

Los zoológicos humanos, que algunas veces fueron llamados de exposiciones etnográficas, forman parte de uno de los capítulos más crueles y poco recordados de la historia occidental; otra, de entre tantas, historias que los europeos gustarían borrar por completo ya que son alevosamente degradantes de la condición humana, además de racistas.

El término de zoológico humano describe una actitud cultural de supremacía racial, que, según algunos investigadores, prevaleció en los imperios coloniales hasta la Segunda Guerra Mundial.

Carl Hagenbeck (1844-1913), fue un zoólogo, domador y director de circo alemán. En varias expediciones cinegéticas logró ampliar su colección hasta hacer de ella la base de una empresa, internacionalmente conocida, dedicada a surtir de fieras a los zoos de todo el mundo. En 1874, se decide a exhibir seres humanos, comenzando con: samoanos y lapones, como "poblaciones puramente naturales", con sus tiendas, arpones, trineos, asido de un grupo de caribúes. Luego patentó su invento como "Zoológicos Humanos"; a partir de ahí el empresario alemán Carl Hagenbeck aprovechó sus contactos con el mundo científico y se dedicó a la caza de aborígenes; aquellos que se malograban en la cacería o viaje, eran desechados pues, para vender para las exposiciones, necesitaba hombres y mujeres de carne y hueso, vivos y en buen estado? Se cree que él, probablemente fue fuente de inspiración para que Geoffroy de Saint-Hilaire hiciera algo similar con su "zoo humano", exhibido en el Jardín de Aclimatación en París en 1877 dos exhibiciones "etnológicas", presentando a nubas y a inuits al público, con tal suceso que se duplicaron las entradas al zoo; al tiempo que traicionaba los ideales de la revolución francesa de "libertad, fraternidad e igualdad".

En esas exhibiciones "etnológicas," estas personas fueron descritas en muchas ocasiones como a seres abyectos y miserables, por el simple hecho, de que se encontraban en distinto nivel de desarrollo científico y tecnológico al de los esclavistas captores.

Asimismo, recibiendo críticas, los zoológicos humanos, continuaron reuniendo a gran cantidad de público aún para mediados del siglo XX. El ejemplo más polémico, sin duda alguna, fue el de Bélgica en la "Exposición General de primera categoría de Bruselas", donde una ciudad congolesa fue armada y salió a la luz una foto de una niña congoleña en 1958, que causó indignación en Europa y generó que grupos que protegían los Derechos Humanos salieran a protestar a las calles; porque el concepto de zoológico humano no había desaparecido completamente; a pesar de la "Declaración Universal de los Derechos Humanos" de 1948. Dejando de manifiesto que hay una dignidad colectiva mellada durante siglos, y no sólo aparentemente, sino en carne y hueso.

La historia registra que a finales del siglo XIX y principios del XX los zoológicos humanos estaban en auge. Trasladaban familias completas de "salvajes" hasta distintas ciudades de Europa, para que los europeos puedan ver indígenas sudamericanos, filipinos, esquimales y, por supuesto negros africanos. Estas personas eran exhibidas con sus costumbres "incivilizadas", en sus construcciones "retrasadas" y con sus ropas "primitivas", aunque en muchas ocasiones esas vestimentas no correspondían a su realidad. Más bien sus danzas, vestidos y lenguaje fueron ridiculizados, a nombre de la ciencia y del progreso.

Los aborígenes eran cazados, transportados, enjaulados y perversamente puestos en exposiciones para que los visitantes a los zoológicos y muestras, pudieran acercarse al "mundo primitivo"; en muchas ocasiones fueron exhibidos como animales exóticos frente a un gran público que pagaba por ver el "espectáculo", que demostraba que se puede separar a los humanos en categorías inicuas.

Bajo las malas condiciones de vida que los expositores les proveían, por supuesto, morían. También morían de enfermedades a las que no estaban acostumbrados como el sarampión o la gripe; durante la travesía hasta Europa varios de ellos fueron víctimas de agresiones sexuales por sus transportadores, entre otros tipos de maltratos, vejaciones y humillaciones que les causó la muerte prematura.

La aberración que representan los zoológicos humanos, sirvió para legitimar la mirada superior de Europa hacia el resto del mundo, al enfatizar las diferencias culturales entre las naciones occidentales y las no europeas, lo que derivó en un costo cruel e inhumano; aumentando la carga de prejuicios de los europeos hacia los demás pueblos; esculpiendo en el imaginario colectivo de los europeos esa misma mirada que hoy funciona como argumento para rechazar a los inmigrantes.

Mientras la sociedad, en su conjunto, no comprenda que no existen razas, que solo existe una humanidad que debe evolucionar espiritual, social y científicamente, tendremos tristemente que enterarnos de aberrantes e indignantes situaciones acometidas por el hombre en contra al hombre; menos mal que no hemos perdido la capacidad de asombro.

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