En pocos días más se conmemorará en Bolivia el día dedicado a las madres, festejo que se agenda en los calendarios latinoamericanos pues en otras regiones la admiración a la mujer en su calidad maternal no merece un día especial. En torno a la fecha se generan sin número de comercios como venta de flores, de tortas, de electrodomésticos y últimamente hasta de automóviles y bienes inmuebles.
También se presentó una polémica sobre unas láminas creadas por algún ignorante que intentó vender la idea de diferencias entre las madres según su lugar de origen, graficadas con típicas fotos de mujeres estereotipadas. Como muchos otros materiales que se venden informalmente sobre diversas conmemoraciones, el texto es estúpido y no tiene ninguna información valedera.
Es más, la mayoría de los bolivianos ignora por qué en Bolivia se festeja a las madres no en una fiesta religiosa (mariana) sino para recordar a la mujer rebelde y combatiente. Tampoco se conoce la biografía de María de Medinaceli que gestionó el 27 de mayo, además de ser la única mujer en la primera Gesta Bárbara de Potosí, madre del poeta Gustavo Medinaceli, fundador de la segunda Gesta Bárbara, ya en La Paz, y organizadora de las Guías Scuots en Bolivia.
En esta ocasión, por mi parte, quiero recordar a esa especie que tiende a desaparecer, las abuelas cuentacuentos, que con sus relatos preservaban la cultura local, la memoria colectiva y los mitos y leyendas de la región. Hace algunos años, la escritora y activista Julieta Paredes rindió homenaje a su abuela al presentar su libro pues como muchos aprendió de ella a trasmitir historias.
Las mujeres en todas las culturas, religiones y regiones, eran las principales portadoras de la tradición y eran ellas las que defienden usos y costumbres, tejidos y bordados, ritos y secretos, susurros y conjuros, jarabes y torniquetes.
Así era. Ahora la modernidad ha cortado esa trasmisión. Las formas de vida urbana, la irrupción de las nuevas tecnologías en el minuto a minuto cotidiano, el descrédito en los mayores, alejan a niños y jóvenes de las faldas que contaban los cuentos antes de dormir, en la sobre mesa, o alrededor de una fogata.
Las madres no sólo nos daban de mamar su leche sino su cultura y sus creencias y por generaciones crecimos con ese apego. Actualmente parece que es google quien responde las dudas. Las abuelas tienen otras ocupaciones, las madres andan muy apuradas.
Felices los que gozamos de abuelas cuenta cuentos y nunca olvidamos sus historias de muertos y aparecidos, del barrio y de la estirpe, de los amores clandestinos y de los revolucionarios frustrados.
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