El proceso preelectoral ha "mostrado las garras" de la política partidista; cada quien, en su momento, denostó al contrario y lo mostró como lo que no debe ser y, así, en medio de acusaciones mutuas de toda laya, se llevaron a cabo las elecciones del 29 de marzo. Los resultados - muchos de ellos dudosos y susceptibles de desconfianza - dieron triunfos a unos y otros; pero, continúan las acusaciones y reproches.
A ninguna de las partes se le ocurre que es tiempo de renunciar a revanchismos, odios y complejos porque sobre todo interés de partido o de logro de cualquier poder, están los intereses del país que es el que importa puesto que "el partido" como tal, de la tendencia que sea, es efímero, momentáneo, circunstancial y, además, sólo conglomerado de personas que se inscriben más por interés personal o expectativa de conseguir algo, que por convicción. "El partido", pues, no importa; lo que sí importa e interesa a todos los bolivianos es que el país encuentre cauces de unidad con responsabilidad; trabajo con eficiencia, eficacia y honestidad; comportamientos que estén acordes con los intereses generales y conductas alejadas de toda corrupción.
Los partidos políticos, en el poder o en el llano, olvidan que en democracia usar de ella, pretender sus beneficios y acomodarse bajo los múltiples derechos que implica su vigencia requiere, de todos modos, el saber cumplir deberes y responsabilidades. La democracia y la libertad no son dones gratuitos porque tienen el precio de la conducta de los que gozan de sus beneficios o sea, del buen ejemplo, del actuar bajo el principio de que el derecho de uno termina donde empieza el derecho de los demás. La democracia es como una planta que da las flores y los frutos más hermosos y nutritivos cuando es regada y abonada con la conducta digna de los que la quieren y sustentan y muy especialmente de quienes tienen poder político, económico o social. Democracia y libertad son el resultado de virtudes hechas valores y principios; no son, en modo alguno, consecuencia de odios, revanchismos, complejos y conductas contrarias al bien común.
Vivimos en tiempos de crisis y es preciso que todos contribuyamos a sobrellevar las consecuencias; pero, hacerlo constructivamente aportando las mejores conductas y los procedimientos más honestos y responsables para buscar soluciones y remedios porque, de otro modo, sólo nos adentramos en mayor pobreza y subdesarrollo. Lo más grave es que a los desacuerdos, desarmonías y rivalidades se los riega y abona diariamente con el peligro de cosechar frutos que estén muy alejados del bien común; frutos malsanos que hagan daño tanto al gobierno como a los partidos políticos y al pueblo en su conjunto.
Es, pues, tiempo de renunciamientos, armonía, concordia, honestidad y responsabilidad que, al fin y al cabo, significan unidad en beneficio general. Somos país que puede hacer mucho y vivir bien en democracia y libertad.
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