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Domingo 10 de mayo de 2015

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Cultural El Duende

La parte negra del tango

10 may 2015

Luis Maio

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Juan Carlos Cáceres nació en Buenos Aires, en 1936. Y, según afirma, nació prácticamente dentro del tango. “Comencé a tener instrucción musical a los ocho años de edad, pero fueron estudios muy sumarios, porque todo el resto lo aprendí después en la calle, en los cabarets, en los burdeles. La pintura fue una pasión simultánea, mas tuve que esperar porque se consideraba que no era una profesión seria y tuve que ganarme la vida desde muy temprano. Entré en las Bellas Artes sólo a los 20 años de edad, salí de allí casi a los 30 y pagué mis estudios trabajando como músico”.

Cáceres no trabajó sino apenas como músico, más bien se dedicó al negocio musical, ya que se lanzó, paralelamente, al negocio de los clubs en los años 50-60, abriendo sucesivamente tres casas, que se transformaron en capilla del existencialismo y del jazz en Buenos Aires. Por ellas pasaron nombres tan míticos como la cantora Julieta Greco, el trompetista Dizzy Gillespie y el “pai” de Corto Maltese, Hugo Pratt, decidido en la circunstancia a pasar por cantor de blues. Mientras tanto, la pintura ganó una posición más seria en la carrera de Cáceres, primero cuando se convirtió en profesor de historia del arte y después con su primera exposición en 1962. Nada indicaba una tendencia para la abstracción lírica y para el trabajo de claro-oscuro, donde era notable la tendencia “tenebrosa” de Goya.

Refractario a la dictadura política que reinaba en su país, emigró para Europa en 1968, primero para Barcelona y después para París, donde actualmente reside y trabaja. En los años 70, mientras su pintura evoluciona del surrealismo abstracto hacia el hiperrealismo. Cáceres dirigía formaciones entre el tango y el jazz, como los Malón y los Gotán. Sólo en 1993 se resolvió a seguir su carrera solo, emitiendo un timbre de voz grave y cargado, no destituido de analogías con el italiano Paulo Conte. Hoy mismo, el argentino se defiende diciendo que “no soy músico en el sentido clásico del término. Soy más que en la Argentina se llama un milonguero, alguien que ama ese género musical. Soy un músico popular, a pesar de tener gusto más erudito. Para mí es una posición política”.

¿Querrá decir eso que Cáceres es más el pintor que el músico? “Hoy la pregunta ya no tiene vigencia. O mejor, si me preguntan si soy pintor o músico, contestaré que soy artista. Ahora, después de muchos años he logrado una adecuación entre las dos cosas, porque si siempre precisé tanto de la música como de la pintura, en cambio ellas no interfieren la una con la otra”. De esta forma, pues, sus dos pasiones se cruzaron para tratar del “tango negro”: “La grabación vino después de la exposición, a pesar de que las canciones habían sido compuestas durante un año entero. Cuando el galerista francés vino a ver los cuadros, decidimos llamar a la exposición ‘Tango Negro’, porque coincidía perfectamente con el espíritu del tema. En verdad, cuando me envolví en el estudio de la parte negra del tango, la pintura seguía por el mismo camino”.

La parte negra del tango a que se refiere, no es un período dramático de la música argentina, sino al contrario. Cáceres cuenta que la designación “tango negro” apareció en los años 70-80 del siglo XIX, a propósito de la reaparición de los hijos de los esclavos, que habían salido de la escena política después de la caída del dictador Rosas, que era el protector de los negros y de los indios. “Fueron eclipsados por los opositores de ese régimen, mas cuando la escena política se calmó, reaparecieron en el carnaval. Esa mezcla sincrética dio origen al tango, pero no como lo conocemos ahora, que fue instaurado en los años 20 del siglo pasado. En el origen incorporaba el candombe, ese ritmo africano ancestral, la habanera y la milonga. Cuando esta música llegó a las ciudades, a Buenos Aires o a Montevideo, se volvió, en los bajos fondos, la música que más tarde vino a ser el tango. Pero, para comenzar, cuando se habla en ‘tango negro’ háblase de música que los negros tocaban en el carnaval”.

Al tango fatalista y lagrimeante que se instituyó en el siglo XX, Cáceres contrapone así una música festiva, que convive con cuadros marcados por la explosión de color y en la exageración de las formas, aproximando Picasso y los expresionistas a lo imaginario de América Latina. En el fondo, trata de recrear sonidos e imágenes que la historia olvidó: “Hay dos clases de trabajo que yo realizo. Uno es de historiador, que hago por una cuestión de formación personal, porque antes fui profesor de Historia del Arte. Lo otro es un trabajo de creación, y si las dos cosas están separadas, no es menos verdad que son complementarias. Cuando trabajo en el ‘tango negro’, no hay certidumbre, todo es hipótesis, porque no existen registros de la época y las grabaciones más antiguas del tango remontan ya a 1907”.

* Luis Maio. Portugués.

Tomado de “Repertorio Latinoamericano” - 2001

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