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Domingo 10 de mayo de 2015

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Revista Dominical

Reportaje a la historia

1879: El asalto al Litoral boliviano

10 may 2015

Juan Manuel Fajardo - Abogado, Ensayista, Crítico de Cine

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El asalto al puerto boliviano de Antofagasta el 14 de febrero de 1879, fue la culminación de un acto de expansionismo territorial de Chile, planificado por lo menos cuatro décadas antes; un referente anterior de este acto hostil, se halla en la derrota de la Confederación Perú Boliviana en la batalla de Yungay el 20 de enero de 1839, alianza vista por el país trasandino como una amenaza desde 1836 año en que se selló; otro, que despertó la ambición de Chile, fue el que en 1840 en la provincia peruana de Tarapacá, se descubre una insólita fuente de riqueza, el guano, excremento de aves marinas, alcatraces, cormoranes y gaviotas, rico en nitrógeno, amoniaco y fosfato de alto poder fertilizante, determinando para ese país, un momento de súbita prosperidad económica, por las exportaciones en grandes cantidades hacia Europa; los exorbitantes beneficios, los derechos percibidos por el fisco, permitieron una notable prosperidad económica al Perú, que para 1848 había pagado la totalidad de su deuda externa. En 1850 se inaugura en Lima el primer ferrocarril, la primera línea telegráfica, el alumbrado a gas; el Presidente Ramón Castilla crea la Armada, es abolido el tributo indígena y la esclavitud.

Chile en 1840 de facto recorrió su frontera con Bolivia hasta el poblado de Atacama, desconociendo que el grado 25 de latitud sur, el río Salado o Paposo era su límite; promulga una ley en 1842 que declara de su propiedad las guaneras de Coquimbo, el desierto de Atacama y las islas adyacentes; en marzo de 1863 Chile toma posesión del puerto boliviano de Mejillones, declarando como incuestionable su derecho sobre el desierto hasta el grado 23, para disponer como dueño de los inmensos depósitos de guano, rechazando todo acto jurisdiccional boliviano; ese año Melgarejo le declara la guerra a Chile.

El asesinato de súbditos españoles en el Perú ocurrido a principios de 1864, ocasionó que el 25 de enero de 1865 la escuadra española se sitúe frente al puerto de El Callao, exigiendo al gobierno peruano satisfacciones por el trato inferido a la colonia española, ocupando las islas Chinchas; posteriormente zanjado el diferendo con la devolución de éstas en febrero de aquel año, la escuadra española se dirige a Chile para reclamar una indemnización por el ultraje a la bandera de España; en septiembre de 1865 bloquea el puerto de Valparaíso, provocando la declaratoria de guerra, a la que se suman solidariamente Perú y Bolivia en un frente común unido; la situación se dirime en una batalla frente al puerto de El Callao el 02 de mayo de 1866, las fuerzas españolas son derrotadas y dejan definitivamente el Pacífico. Mariano Melgarejo para alinearse en una especie de alianza chileno boliviana peruana, derogó en 1865 la Ley de declaratoria de guerra a Chile, en aquella ocasión el canciller Manuel Tocornal declaraba ante el Congreso de su país que “Bolivia en noble ejemplo de fraternidad americana, dio la medida de la elevación y generosidad de sus sentimientos”. Chile habría ofrecido entonces su disposición, de aceptar la frontera que Bolivia señalara.

El presente trabajo, es un reportaje a la historia de la guerra de 1879 y sus antecedentes previos, los Tratados de 1866 y 1874, en la visión de dos historiadores, uno inglés Sir Clements R. Markham (1830 – 1916) que en 1882 publicó uno de los más importantes libros sobre el tema: “La guerra entre Perú y Chile” que contiene sendos capítulos encomiosos dedicados a Bolivia, al valor del combatiente boliviano en las batallas que le tocó actuar; es importante porque fue escrito y publicado en la casi inmediata proximidad del conflicto; además de señalar con acuciosa precisión la desproporción enorme entre los elementos humanos y los artefactos bélicos, en la campaña terrestre y en la marítima, en la que Chile empleó novedosas armas de guerra como los acorazados y torpedos. Obra meritoria, poco conocida en nuestro medio; la primera traducción al español data del año 1922 propiciada por el gobierno del Perú; en esta amplia y detallada reseña revela sus dotes para la composición y un juicio sólido; esta historia tiene cualidades muy distantes de las de un mero registro efímero de los hechos, es una notable combinación de historia y experiencia personal.

Hoy su reedición la convertiría en un betseller; y otro, Alberto Gutiérrez (1863 – 1928), boliviano, nacido en Sucre, muerto en La Paz, Secretario de Legación en Estados Unidos, Chile, Ecuador, Venezuela, Colombia y Gran Bretaña, Senador y Ministro de Relaciones Exteriores en 1918, autor de “La guerra de 1879”, publicada en París en 1914; como Ministro plenipotenciario de Bolivia firmó el Tratado de Paz y Amistad en 1904. “La guerra de 1879”, está escrita en tono histórico; crítica acerba y reflexión que a cien años de su aparición mantiene latente y de actualidad el problema marítimo, una realidad, una convicción más que una aspiración de que Antofagasta, Calama, Mejillones, Tocopilla y Cobija serán siempre de Bolivia.

El tratado de 1866...

El 10 de agosto de 1866 Bolivia y Chile suscriben un Tratado de Límites estableciendo la frontera en el paralelo 24 de latitud meridional, “dejando para el futuro la fijación exacta de la línea de demarcación”; muy astutamente Chile logra introducir en el Art. II, el espíritu de un despojo legal del patrimonio boliviano, que a la letra dice: “No obstante la división territorial estipulada en el artículo anterior, la República de Chile y la República de Bolivia Se Partirán por Mitad (las mayúsculas son nuestras) los productos provenientes de la explotación de los depósitos de guano descubiertos en Mejillones y de los demás depósitos del mismo abono que se descubriesen en el territorio comprendido entre los grados 23 y 25 de latitud meridional, como también los derechos de exportación que se perciban sobre los minerales extraídos del mismo espacio territorial que acaba de designarse”; así, los otros ocho artículos restantes, son a cada cual más leoninos en favor de Chile. En mi opinión éste no es un Tratado de Límites porque, en él no se define la frontera entre ambos países, es un contrato de explotación de los territorios bolivianos, una invitación a un socio mañoso a compartir los beneficios; socio que no aporta nada sino su perfidia, preparando el terreno para el asalto final. ¿Quién era el dueño de los territorios comprendidos entre el paralelo 23 y 25 de latitud meridional?, sin duda alguna Bolivia. Este Tratado es suscrito en Santiago por los plenipotenciarios de Chile, Álvaro Covarrubias y por Bolivia, Juan R. Muñoz Cabrera.

Sir Markham: en el Capítulo II Las causas de la Guerra,de la Segunda Parte de su obra, señala: “el General Melgarejo a la sazón Presidente de Bolivia, condescendió en celebrar un tratado con Chile, el 10 de agosto de 1866, pacto que por lo demás, nunca fue ratificado por el Congreso Boliviano, en el mismo Chile accedió a retirar sus reclamaciones extremas y adoptar por linderos los 24º S., estipúlase además que, en cambio de la pretendida concesión: Chile recibiría la mitad del importe de los derechos aduaneros sobre minerales exportados entre los paralelos 23 y 24. Como el territorio íntegro en cuestión le pertenencia por derecho a Bolivia, Chile hacía un negocio regularmente pingüe, máxime si se considera que los ricos yacimientos quedan al norte de los 24º S”. “La cuestión estaba ganada, Chile había logrado meter una cuña en territorio boliviano al adquirir en estos, derechos reconocidos, que casi estaba seguro que serían violados de un modo y otro. Como tal evento era muy probable, cabe afirmar que fue premeditado, pues capacitó a Chile para continuar una disputa que sólo podría conducir a algún principio de intervención activa, preliminar de anexión”.

Markham también refiere que en 1870 al descubrirse ricos filones de plata en Caracoles al Norte de los 24 grados Sur, cuyo puerto contiguo era Antofagasta, Bolivia habría a cambio de 10.000 dólares concedido a la Compañía de Salitres de Antofagasta que tenía directorio inglés con capitales chilenos e ingleses, “la explotación de los depósitos de nitratos, construir un muelle en Antofagasta y abrir un camino hacia Caracoles, con abastecimiento de agua”. Dicha compañía no sólo construyó un camino, sino una vía ferroviaria, un “ferrocarril y emprendió obras considerables para extraer el nitrato empleando operarios chilenos en gran número”.

“El año 1873 fue electo Presidente de Bolivia el Coronel Adolfo Ballivián, señala Markham, que estaba profundamente alarmado ante la complicación de las relaciones entre su país y Chile, previendo su objeto ostensible, al hallarse en tránsito a Bolivia, tuvo ocasión de tratar el asunto con el entonces Presidente de Perú D. Manuel Pardo, y consecuencia de esta entrevista fue la celebración de un Tratado entre ambas repúblicas, con el propósito de garantizarse la integridad de sus respectivos territorios”. “El pacto fechado el 6 de febrero de 1873, fue aprobado en el año siguiente por las Asambleas Nacionales del Perú y Bolivia”. “Un artículo adicional estatuía que el tratado se mantuviese secreto, mientras las partes contratantes no juzgasen necesaria su publicación”. “Se ha dicho después que ese ar-

tículo adicional fue cumplido eficazmente y que Chile, ignoró la existencia del tratado hasta que rompió hostilidades con Bolivia; pero no fue así”. “La república Argentina fue invitada oficialmente a adherirse al pacto y el asunto se debatió en 1877, en el Senado de Buenos Aires, donde se informó el Ministro chileno de la existencia del tratado. El Ministro chileno en La Paz conoció su texto en 1874; activó negociaciones en consecuencia y aludió al mismo en una obra que publicó en Santiago en 1876”.

El tratado de 1874…

Ocho años más tarde Bolivia y Chile, en la ciudad de Sucre el día 6 de agosto de 1874 firmaron un nuevo Tratado de Límites; éste en su Art. 1º, establece que “el paralelo del grado 24 desde el mar hasta la cordillera de los andes en el divortia aquarum es el límite entre las Repúblicas de Chile y Bolivia; en su Art. 2º considera “firmes y subsistentes las líneas de los paralelos 23 y 24…”, y en el Art. 3º determina que “los depósitos de guano existente o que en adelante se descubran en el perímetro de que habla el Art. anterior Serán Partibles por la Mitad entre Chile Y Bolivia (las mayúsculas son nuestras); el sistema de administración y explotación y venta se efectuará de común acuerdo entre los gobiernos de las dos Repúblicas en la forma y modo que se ha efectuado hasta al presente;en el Art. 4º se establece que: “Los derechos de exportación que se impongan sobre minerales explotados en la zona del terreno de que hablan los artículos precedentes, no excederán la cuota de la que actualmente se cobra; y las personas, industrias y capitales chilenos, No quedarán sujetos a mas contribuciones de cualquier clase que sean que las que al presente existen. la estipulación contenida en éste artículo durará por el término de veinticinco años”. En el Art. 6º.- “La República de Bolivia se obliga a la habilitación permanente de Mejillones y Antofagasta como puertos mayores De su Litoral”. En los Arts. 7º y 8º las partes contratantes, aceptan como Tribunal de Arbitraje a S.M. el Emperador del Brasil. El Art. 9º deroga en todas sus partes el tratado de 10 de agosto de 1866. De éste tratado que es tan leonino en lo económico como el anterior, el Art. 1º que establece como límite el paralelo del grado 24 desde el mar hasta la cordillera de los Andes, y el Art. 6º, en la que Bolivia se obliga a la “habilitación permanente de Mejillones y Antofagasta Como Puertos Mayores de Su Litoral”, son de fundamental importancia histórica, porque Chile expresamente reconoce como frontera con Bolivia el paralelo 24, y también, la vigencia de Mejillones y Antofagasta como los puertos mayores del Litoral de Bolivia.

Sir Markham sobre el tema indica: “El Coronel Ballivián murió en febrero de 1874, y poco después el enviado chileno D. Walker Martínez, comenzó a urgir al gobierno de Bolivia, a quien entonces representaban el Dr. Frías, como Presidente, y Dn. Mariano Baptista, como Ministro de Relaciones Exteriores, a que aceptasen un nuevo arreglo. Esta nueva negociación produjo el Tratado fechado en 6 de Agosto de 1874, por el que Chile retiraba sus reclamos a la mitad de los derechos de exportación por puertos bolivianos; pero, en virtud del Art. IV, todas las industrias chilenas establecidas en el litoral boliviano quedaban libres de contribuciones por espacio de veinticinco años, privilegio que se otorgaba “en consideración de cesiones hechas por Chile sobre diversos puntos de importancia”. “Lo que quería decir que Bolivia renunciaba a su derecho de imponer contribuciones en sus propios puertos, porque Chile consentía en retirar un reclamo sobre el territorio boliviano, infundado e injusto. El congreso Boliviano se negó a ratificar este tratado que, por lo tanto, nunca tuvo fuerza obligatoria”.

Alberto Gutiérrez apunta al respecto: Bolivia… “Aceptó con satisfacción sincera y bien definida la misión diplomática chilena encomendada a Dn. Carlos Walker Martínez, escuchó con deferencia amistosa sus proposiciones y sus alegatos: discutió amplia y serenamente la materia, y “Suscribió un Tratado definitivo de límites, amistad y comercio con chile, que ponía término a sus viejos litigios”.

Los pretextos para el asalto…

Sir Markham, en la obra citada dice: “Bolivia en su aislamiento buscaba justa y naturalmente en su riqueza minera algún incremento para sus rentas. La Asamblea Nacional de Bolivia decretó el 14 de febrero de 1878 que aprobaría las concesiones hechas por el Ejecutivo a la Compañía de Antofagasta, a condición de que ésta pagase al Fisco un impuesto de exportación de 10 centavos por cada quintal de nitrato”. “En diciembre de 1878 el Gerente inglés de la Compañía de Antofagasta, Mr. George Hicks fue notificado por el Prefecto de la provincia para que pagase el impuesto que debía desde la promulgación de la ley, Mr. Hicks rehusó el pago y el Prefecto ordenó que se sacase a remate los bienes de la compañía hasta donde se necesitase para cubrir la suma debida”. “De seguro nunca hubo disputa más obviamente sometible a arbitraje, si se hubiera deseado un arreglo amistoso; más no fue así. Sin previa declaratoria de guerra, el Gobierno chileno inició operaciones hostiles no bien tuvo noticias de lo ocurrido en Antofagasta, y se apoderó de los puertos bolivianos de Antofagasta, Cobija y Tocopilla, mientras su ejército invasor penetraba en Bolivia por dentro y la guerra empezaba con la sangrienta acción de Calama”.

Alberto Gutiérrez con la perspectiva histórica que da el tiempo a los hechos sucedidos refiere lo siguiente: “Daza hizo un simulacro electoral para formar el Congreso de 1878. “En esa legislatura de 1878, que dio un tenue barniz de legalidad al gobierno de Daza, tuvieron participación principal muchos abogados domiciliados en Antofagasta y Cobija, atraídos por el auge salitrero, por la abundancia de negocios y de especulaciones en esa Nueva California. Conocedores de estos negocios, participes muchos de ellos en especulaciones mineras, presentaron e hicieron aprobar por la asamblea una ley gravando con diez centavos cada quintal de salitre que se exportara del litoral boliviano”. “Fácil sería, con ayuda de los documentos y actas parlamentarias de ese tiempo, comprobar hasta la evidencia los verdaderos alcances y los reales propósitos de esa imposición fiscal”. “Esa ley dictada por el Congreso boliviano de 1878, era contraria al texto y al espíritu del art. 4º del Tratado chileno boliviano de 6 de agosto de 1874”.

Ahora bien, es muy común leer en varios textos de enseñanza, inclusive históricos que Chile desató la guerra por el impuesto de los diez centavos; esto no es tan evidente, Bolivia actuó soberanamente en 1878, y como Chile y sus diplomáticos reclamaron, el Presidente Daza rescindió en 1879 el contrato con la Compañía de Salitres de Antofagasta, en la idea de que así desaparecía la materia de reclamo. Gutiérrez señala al respecto: “Comunicada esta decisión al gobierno de Chile, el Ministro Videla recibió con sorpresa suya, la orden de pedir sus pasaportes y retirarse de La Paz”; y cita al señor Gonzalo Bulnes historiador chileno, autor de “Guerra del Pacífico”, el que dice: “al examinar este punto delicado, pretexto inicial de la guerra, reconoce que no tenía más importancia que las reclamaciones usuales en protección de los ciudadanos de un país residentes en territorio de otro. Las causas del conflicto, estaban muy lejos del expediente de la reclamación salitrera”. “Se necesitaba una gran prudencia de parte del gobierno de Bolivia para no provocar un conflicto. Se requería de la mano diestra de un político de tino para evitar y Bolivia no lo tuvo”.

Chile que había sido derrotado en 1837 por la Confederación Peru-boliviana, al mando del Mariscal Andrés de Santa Cruz, preparó pacientemente en años el asalto; mientras en Bolivia y Perú los gobernantes se la pasaban soñando en la hermandad sudamericana y en la imposibilidad de otro conflicto bélico, Chile en 1866 luego de la derrota a España, fundó su marina de guerra, encargó en 1872 la construcción en Inglaterra de los acorazados Blanco Encalada y Cochrane; para 1875 cuando estos entraban en la rada de Valparaíso, el plan estaba armado, una peonada de 6.000 súbditos mineros chilenos muchos años atrás, ya se encontraban asentados en territorio boliviano, trabajando las minas de plata de Caracoles; otros, en sociedad con bolivianos, chinos, ingleses y hasta brasileños estaban dedicados a la explotación del salitre y el guano; el detonante, el impuesto de diez centavos estaba colocado el 14 de febrero de 1878, durante aquel año procedió Chile a un reclutamiento forzoso; el encendido de la mecha, refiere Alberto Gutiérrez, analizando éste hecho en la obra de Bulnes, vino de Daza, el que escuchando un consejo aparentemente inofensivo y práctico, sugerido por un banquero, agente de la inteligencia chilena, llamado Lorenzo Claro, decidió la rescisión del contrato con la Compañía de Salitres de Antofagasta, activando así el plan de expoliación de nuestro territorio, con las consecuencias que conocemos, guerra de conquista y agresión contra un país inerme Bolivia y contra Perú luego, bajo el pretexto de la existencia del Tratado Secreto, que nada tuvo de secreto o reservado como hemos visto, toda una confabulación urdida en los recovecos de La Moneda, y ejecutada a la perfección, aprovechando el desconcierto, la lenidad en armar una defensa sólida por parte de las naciones agredidas, amén de las acciones de inteligencia, como las misiones diplomáticas distraccionistas destacadas tanto a Bolivia como al Perú, para fracturar la alianza, acciones que también forman parte de la historia de la invasión.

Examinar el vasto campo de la Guerra del Pacífico implica considerar, que el objetivo histórico, se encuentra por encima de las pasiones patrióticas y personales, así como el analizar con detenimiento toda la información, los libros publicados, los documentos oficiales, reservados en su tiempo por conveniencia política. Los esclarecimientos y revelaciones son necesarios en esta época, para formar en las nuevas generaciones el verdadero concepto histórico de los sucesos y juzgarlos, en su conjunto; en suma provocar en la conciencia boliviana critica histórica, sobre los procedimientos políticos y diplomáticos de Bolivia – Chile y Perú en aquellos aciagos años, para entender que el problema de nuestro enclaustramiento marítimo, no se reduce al oprobioso Tratado de Paz y Amistad de 1904.

Fernand Braudel de la Academia Francesa, en un curso de cátedra de Historia en el Collage de France, allá por 1950 expresaba lo siguiente: “La historia se encuentra hoy, ante responsabilidades temibles pero al mismo tiempo exultantes, sin duda porque siempre ha dependido en su ser y en sus transformaciones, de condiciones sociales concretas”. “La historia es hija de su tiempo. Su preocupación es, pues, la misma que pesa sobre nuestros corazones y espíritus. Y si sus métodos, programas, sus respuestas ayer más rigurosas y más seguras, sus conceptos fallan, todos a la vez, caerán bajo el peso de nuestras reflexiones, de nuestro trabajo y más aún de nuestras experiencias vividas”. Braudel nos señala que son importantes las reflexiones sobre los problemas cruciales de la historia, de conocer y de apreciar sus errores y sus certidumbres.

Notas.-

“La guerra entre Perú y Chile”. Sir C.R. Markham. Ed. Esmar. Lima 1977.

“La guerra de 1879”. A. Gutiérrez. Imp. de Ch. Bouret. París 1914.

El libro del mar. Diremar. Bolivia 2014.

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