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Domingo 10 de mayo de 2015

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Revista Dominical

Los macarrones de Stalin

10 may 2015

Carlos Decker Molina

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La capitulación nazi comenzó el 2 de mayo en Italia y terminó el 7 con la capitulación total, pero ya en febrero (4-11/2) en la conferencia de Yalta se dibujó el nuevo mapa europeo y, hoy se puede afirmar que aquel febrero nació la guerra fría y murió en 1989.

La cumbre de Yalta no es la primera en que se reunieron los aliados. Todo comenzó en Casa Blanca en el entonces protectorado francés de Marruecos, allí acudieron estadounidenses, ingleses y franceses, pero en Yalta el anfitrión era Josef Stalin y los franceses no participaron.

La historia dice que no alcanzaron (o no quisieron) ingleses y estadounidenses a ponerse de acuerdo frente al “enemigo común”. El presidente

Roosevelt de los EE.UU. parlamentó previamente con el Primer Ministro británico Winston Churchill en la isla de Malta a bordo del USS Quincy, pero no llegaron a ningún acuerdo; el segundo de la delegación británica Anthony Eden escribió en su diario: “Fue imposible siguiera iniciar la discusión de los negocios … vamos a una conferencia decisiva y hasta ahora ninguno ha acordado qué vamos a discutir o cómo vamos a manejar los temas con un oso (Stalin), que sin duda alguna sabe qué tiene en mente”

El oso sabía incluso el menú que le iba a servir a los “tres grandes”. En Yalta se encuentra el antiguo palacio imperial de Livadia y como se sabe, Yalta y el palacio están en Crimea, que volvió al seno ruso luego de haber sido “regalada” a Ucrania por el viejo Nikita Jrushchov, la recaptura violenta de Crimea ha reabierto la vieja herida de la guerra fría. Pero esa es una historia distinta de la que me he propuesto relatar.

En Yalta, el interés soviético de darles a Bielorusia y a Ucrania dos asientos en la nueva ONU se admitió. Entre los occidentales el interés era el desarme y la desmilitarización alemana y la división de Berlín en cuatro sectores. Pero, también nació Yugoslavia y cedieron, a la URSS, dos islas: Sajalín y Kuriles a cambio de su intervención en la guerra contra Japón.

Si se estudia punto por punto el acuerdo de Yalta, Stalin aparece como el gran ganador, ni siquiera el menú de la conferencia pudo ser elegido por los británicos ni por los estadounidenses.

A la hora de los cubiertos y los brindis los Tres Grandes y sus respectivas comitivas comieron Macarrones con carne molida, brindaron con vino y vodka y fumaron sendos cigarros puros. Jon Rönström y Anders Ekman, autores del libro de comida Los Macarrones de Stalin, sostienen además que el “padrecito rojo” se había metido entre pecho y espalda un par de vodkas antes de saludar a sus invitados.

El libro tiene la receta de los macarrones de Yalta, una vianda muy sencilla y simple. La carne molida y la cebolla picada se

fríen en una sartén, se añaden luego los tomates molidos, la paprika, sal y pimienta, un poco de agua y se deja cocinar a fuego lento hasta que sea hora de mezclar con los macarrones que se cuecen al dente en una cacerola aparte. Aquella vez en Yalta se sirvió con pan de centeno también muy casero.

En el libro de cocina que comentamos hay varias recetas que están relacionadas con algunos hechos históricos importantes o simplemente sugestivos.

Fue interesante por ejemplo, para mí como lector, enterarme que la última cena del Titanic fue un salmón rosado hervido, con salsa Moussel y papas hervidas.

Así como aprender que el Pollo Marengo es un plato francés producto de la guerra y de la rapiña. Vianda de la victoria en Marengo, cuando las tropas de Napoleón humillaron al ejército austriaco un 14 de julio de 1800. La victoria de Napoleón Bonaparte en Marengo dejó a la “cocina” rezagada y, tanto él como su tropa, estaban hambrientos por eso ordenó el saqueo en las casas campesinas de los alrededores al escenario bélico. El botín alimenticio era variado por eso el Pollo Marengo es una mezcla de hongos del bosque con apio, perejil, ajo, cebolla, tomates pequeños, gambas, huevo frito, aceitunas; se cuece en vino junto a los pedazos de pollo, parece un cocido con arroz, pero (lo he cocinado) es delicioso, es el pariente francés de la paella.

Finalmente, a Barak Obama le gusta la hamburguesa en tanto que Kim Jong-Il es un gourmet, sus embajadores tienen el encargo de llevarle libros de cocina. Le gusta el caviar iraní (a mí también, con pan negro y mantequilla), la carne de cerdo de Dinamarca y los mangos de Tailandia, pero la debilidad del dictador es la sopa de aletas de tiburón y la elaborada en base a carne de perro. Se dice en Corea que, ambas sopas, dan inmunidad ante las enfermedades y aumentan la virilidad.

A propósito, en un viaje a China, bebí un agua ardiente con una culebra dentro la botella que, me dijeron, aumenta la virilidad. No lo pude comprobar porque me dio una colitis brutal de tres días.

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