Jueves 07 de mayo de 2015

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Cuando alguien vive continuamente en la ley de la proyección, vive atrapado sin poder evolucionar ni crecer, no puede reconocerse a sí mismo porque simplemente reprocha al otro lo que debería decirse a sí mismo. Peleas, conflictos y reproches le acompañan constantemente haciéndole la vida difícil, haciéndole incluso enfermar.
Muchos se preguntan cuál es el paso a dar una vez reconocido que me proyecto en los demás. Pues bien, después de haber arremetido contra alguien descargando mi propia tensión o agresividad no es otro que el arrepentimiento. Si me doy cuenta que he arremetido contra mi prójimo, me puedo decir: “Lo tenía que haber dicho de otro modo. Lo podría haber dicho con más tranquilidad. Debería haber mirado más detenidamente qué hay de fondo y haberlo purificado”. Después ha de venir el pedir perdón a la persona afectada, y proponerme actuar de otro modo dominando mejor mi vida para no volver a caer en un comportamiento parecido, ser más conciliador.
La clave no es decirme a mí mismo: “la próxima vez lo haré mejor”, la clave reside en autocuestionarme con la pregunta “por qué”. ¿Por qué me he alterado tanto? ¿Por qué no he sido capaz de escuchar esa vocecita que me avisa que estoy perdiendo las formas? Si nos preguntamos a nosotros mismos el “porqué” en la conciencia de que en el interior podemos encontrar la ayuda, es decir el hilo que me ayude a seguir la pista de mí mismo, siempre encontraremos respuesta.