Miercoles 06 de mayo de 2015

ver hoy





























































Aunque ya no somos analfabetos sino más un pueblo “leído y escribido”, como diría un demagogo; con todo, no debe de ser fácil reunir harto público con motivos culturales. La otra noche era para no creer. El amplio salón del Club Social se llenó a tope. Eso sucede pocas veces; lo común es que el artista de la pluma sea casi un solitario; el “respetable” es reacio a saber de libros. Sin embargo, con un poco de empeño imaginativo y apoyo de la tecnología, aquello funciona.
El escenario, el ambiente, la hora… todo era espectacular. Había figuras, máscaras y disfraces; una pantalla gigante con imágenes surrealistas en acción. Al frente, sobre una mesa, una careta de diablo, de esos que bailan en las “entradas”. El público intercambiaba saludos a soto voce. En fin, de veras una noche de fantasía. ¿No nos habremos ido directamente al Averno? La duda golpeaba con insistencia.
El diablo es un personaje universal. El satanás de la Biblia vino con los españoles y se encontró aquí con el Tata Inti, la Mama Jallppa y el maligno Supay. Para su relato Sisinia Anze rescata al tío de las minas, al supay de los Socavones de angustia. En el Carnaval de Oruro es un brioso danzante. En una noche, en Yocalla, construyó un puente. En las letras, Augusto Céspedes, autor de la novela Metal del diablo, lo personifica como al Rey del Estaño. Es filósofo en Diálogos, a través de la pluma de Francovich. Además de los mencionados, hay otros que andan sueltos tentando sin tregua a los cristianos.