No toda muerte laboral es el resultado de un accidente por falta de seguridad industrial, o por ausencia de asistencia médica preventiva, oportuna e integral que evite que los trabajadores adquieran enfermedades letales, debido a exposiciones en el trabajo. En la actualidad existe una denominación curiosa a la situación que atraviesan miles de personas que con o sin trabajo están muriendo laboralmente. ¿A qué me refiero? Vayamos al análisis:
Uno: la primera forma de muerte laboral. No es extraño escuchar que profesionales con hoja de vida destacada y títulos que certifican profesionalidad, experiencia, postgrados, producción intelectual y recomendaciones de experticia son marginados de puestos laborales, otorgados a personas con dudoso currículum, inexpertas y poco preparadas, por padrinazgos, favores políticos o simplemente por caprichos institucionales, más todavía cuando es bien sabido que las entidades públicas y privadas tienen dos bandos de coacción, “los buenos y los malos”, “los del lado oscuro y los otros”, y que atravesar esa valla de privilegios es difícil, pues significa nadar contra la corriente. Este tipo de injusticia tiene que ver con el truco de convocatorias, digitación de requerimientos de personal con peso y medida para el “ganador” indicado previamente; tiene que ver con el caso de exámenes de aptitud o idoneidad direccionados arbitrariamente, donde las pruebas filtradas y los tribunales arreglados hacen que se favorezca a los menos preparados, todo porque comulgan con ciertos preceptos políticos del bando en el poder.
Dos: la segunda forma de muerte laboral. Cumplir los cuarenta años ya es signo de que existe peligro de perder el puesto de trabajo (o que no se lo consiga nunca), debido a que en las instituciones y empresas hay la tendencia de hacer más productivo el rendimiento diario y, por tanto, se requiere de titulados de última generación. Entonces, viene el despido, cuyo sufrimiento es similar al del divorcio y la propia muerte; también aparece la jubilación forzosa y anticipada por decreto o resolución, siempre, o casi siempre, después de las vacaciones colectivas sospechosas, pues uno no sabe si al regreso de su descanso retomará o no su puesto laboral. Si la persona despedida busca un nuevo trabajo, su edad la eclipsa de ineficaz y de riesgo para las prestaciones sociales que le tocarían por ley; se dice que los mayores de cuarenta son poco adaptables al ritmo laboral del entorno competitivo y eficiente, son menos activos y atractivos para la producción, o que sencillamente la empresa ya no puede encargarse de su entrenamiento o capacitación. Ahora, si consigue trabajo, sus nuevos patrones le ofrecen puestos grotescos con salarios reducidos y hasta ridículos, aprovechándose de su condición, porque saben que necesita el sueldo para completar su jubilación o simplemente para vivir, y para que siga viva su familia.
Tres: la tercera forma de muerte laboral. El desempleo indigno como resultado agregado de la muerte civil que recae sobre ciudadanos con sentencias ejecutoriadas, procesos penales, imputaciones falsas y publicitadas por los medios de prensa, o con reclusiones en penitenciarías. Existen personas exconvictas que no pueden conseguir trabajo, por el simple hecho de cumplir o estar cumpliendo su deuda con la sociedad, y es la misma sociedad que la margina, como los inocentes perjudicados por el fallido trámite judicial, y hasta las víctimas de todo tipo de violaciones, que lamentablemente quedan con el estigma ignominioso e injusto que les priva de su futuro laboral.
Conclusión: Ninguna de las tres formas de muerte laboral debe ser merecida a las personas en el país, porque el trabajo es un derecho humano virtuoso que debe beneficiar a todos, para existir e instalarse en el aparato productivo nacional y evitar los males de la vida, como la delincuencia, la corrupción y la pobreza. Una persona que sufre injusticia en una, dos, o en las tres formas de muerte laboral estaría sufriendo, de antemano, discriminación, menosprecio, segregación y exclusión social.
Lastimosamente las personas que necesitan trabajo en nuestro país son muchas, y los obreros y profesionales que lo buscan todos los días tratan de sobrevivir en esta ruleta de muerte, que está en potestad de los empleadores o autoridades, que tienen dominio de las convocatorias, los memorándums de designación, o los contratos de trabajo, para beneficio propio, privando de esta manera a nuevos y buenos trabajadores, jóvenes y maduros, con experiencia o especialización postgradual, y a personas que desean trabajar y, de algún modo, festejar su suerte laboral en el día del trabajo.
(*) Educador y comunicador
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