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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Jaime Escalante, un profeta en tierra ajena - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Un migrante al tramontar la frontera de cualquier país, se pierde. No fue el caso de don Jaime Escalante. Tras sopesar la decisión, anunció una noche a su familia: “No puedo progresar aquí; me iré a los Estados Unidos, y triunfaré aunque tenga que empezar desde cero” Poco tiempo después, con una alforja de sueños al hombro, donde llevaba tres cosas: fe, voluntad y talento, partió. Tenía 34 años. Corrían los años 80.
Para un forastero, lo más natural es acogerse a la circunstancia que mejor facilite la sobrevivencia. Sin embargo, otro sentimiento, otra moral animaba el espíritu pionero de Don Jaime. Ante varias opciones posibles, eligió aquel que estaba erizado de problemas. Tomó en sus manos la tarea más difícil en un medio de alta competitividad profesional.
En Bolivia se suele discriminar a los chicos “malos”; se les niega el retorno al año siguiente. Igual suerte corren los reincidentes en el fracaso escolar. Pero para un educador como Escalante, ese tipo de aberración injusta y el desafío que implica superarla, se convierten en una gran oportunidad de realización.
Tenía en su salón de clases a adolescentes apáticos y levantiscos, cuya actitud irreverente reflejaba la rebelión reprimida de los extraños al medio; eran hijos de migrantes asentados en los barrios marginales de un colegio en Los Ángeles, California. El verdadero problema no era la Matemática: esos jovenzuelos no es que no podían aprender: tenían ganas de no aprender nada. Sin horizontes, sin metas; estaban flotando en el vacío.
Emprendida la labor, Escalante se dedicó con verdadero ahínco a enseñar. No sólo se impuso la tarea de adiestrarlos en el dominio de las matemáticas sino también la de rescatarles del desaliento, de devolverles la confianza en sí mismos; revertir la mala tendencia a tener “ganas para nada” a tenerla de veras para triunfar. Su propio ejemplo personal serviría de testimonio para comprobar que eso era posible.
El escenario de su actuación fue siempre el aula. Allí despliega Escalante, con prodigalidad y lucidez, todo el acervo de su talento. Diversidad de recursos didácticos originales y sorprendentes discurren por sus manos. Con su “habilidad natural para dramatizar -dice un periodista- Escalante persuade, mima, manipula y engatusa a sus alumnos”… Sus mejores armas eran el humorismo, la desenvoltura y el fomento del espíritu de equipo”. A la vuelta de un par de años, la expectativa de sus alumnos había cambiado. La escuela secundaria “James A. Garfield” figuraba ahora entre las de mayor competitividad académica de los Estados Unidos.
Su resonante triunfo profesional repercutió cuando en un programa de acreditación anticipada para el ingreso a varias Universidades de los Estados, los estudiantes del colegio James Garfield, tenido a menos hasta entonces, lograron triunfar en un examen de alta exigencia, frente a un grupo elitista de Princeton, que también participó. Después, otras experiencias similares y sucesivas terminaron por acreditar definitiva y públicamente el talento del excelente profesor boliviano. Su reputación trascendió hacia esas alturas donde el ser humano adquiere la categoría de personalidad emblemática de una causa.
Pero todavía algo más. Sus discípulos no querían fracasar, ya no por ellos mismos sino porque no querían que eso afectara a su maestro: “A mí no me importa el estúpido examen, pero debemos intentarlo, por él. Se lo merece”. Para salir adelante, ahora la exigencia provenía desde el interior de sí mismos, como testimonio de lealtad hacia su maestro. Una singular abnegación de empatía. ¡Algo realmente extraordinario!
Sus méritos y su éxito profesional fueron reconocidos fuera sin retaceos. Su nombre circuló profusamente en las páginas de los grandes rotativos norteamericanos. “Su método de enseñanza fue adoptado por colegios en todos los Estados Unidos”. Varias personalidades e instituciones enarbolaron el nombre de Jaime Escalante como paradigma de heroísmo en el campo de la educación, porque él “demostró que una persona puede hacer una gran diferencia”. (G. W. Bush). En fin, su historia hasta fue llevada al cine con la película “Stand & Deliver”.
¿Y en su patria? Las naciones, al dignificar a sus mejores hijos, se dignifican a sí mismas. Pero en Bolivia, el incesante caldero de la demagogia y la politiquería, esa práctica muy poco existe. Ya en el ocaso de su vida, don Jaime está ahora enfermo. Se escucharon voces que reclaman un homenaje en vida. El gobierno, con increíble mezquindad, ha proyectado otorgarle una resolución ministerial, una plaqueta y un pequeño monto económico. Faltaba más ¡Miserables!
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