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Domingo 26 de abril de 2015

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Cultural El Duende

BARAJA DE TINTA

Sobre la instrucción a los funcionarios para que declaren sus bienes

26 abr 2015

De Luis Felipe Lira Girón al canciller Alberto Ostria Gutiérrez

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Quito, 20 de agosto de 1939

Señor Ministro:

Entre las varias notas dirigidas por esa cancillería al señor Juan Salinas, encuentro el adjunto formulario para declaración de bienes que, no sin cierto rubor y congoja cierta, lo aprovecho para mí.

Estoy seguro que mis lacónicas respuestas al cuestionario conmoverán a V.E. a quien pido de antemano, muy respetuosamente, quiera disimular la pluma que las traza y el desgaire de esta santa Hermana Pobreza que me asiste, digna del Poverello, y de la que espero, Dios mediante, algún positivo servicio en la otra vida, ya que en esta no me es más que almáciga de quebrantos, remolino de insomnios, grillos para mis anhelos, compendio corregido y aumentado de calumnias de los malvados e imán de toda suerte de desdichas. Por ella, señor, no soy en este valle lo que debería ser.

Por humano orgullo y por natural decoro quería ocultándola celosamente en el mohoso fondo de la petaca de cuero crudo que todos en el alma y en la que dejamos que se pudran a su sabor las cosas íntimas y amargas. Pero ya que superiores exigencias, tan inmisericordes como ineludibles, me obligan a descubrirla en toda su pulcra aunque esmirriada desnudez, ahí va señor Ministro, firmada bajo solemne juramento religioso (y sabe V.E. que soy cristiano viejo) mi honesta declaración de bienes terrenales.

V.E. que de antiguo me conoce, podrá medir con fina sensibilidad la agridulce emoción con que escribo esta nota. Dieciocho años de servir a la República, desde el sótano glacial de los Archivos de la Cancillería hasta el calor de fragua de las trincheras del Chaco.

Dieciocho años y, no digo ya un cojitranco fordcito para refocilarme como cualquier mortal al confortador halago de los soles domingueros, pero ni siquiera un tomín en depósito de ahorro, ni siquiera el abrigaño para la hora del crepúsculo cercano.

Y ese torvo verdugo que llamamos Destino, aún a tiempo mismo de escribir esta nota pone delante de mis ojos, torciendo al soga en casa del ahorcado, su última ironía: ese rico formulario que habla de bienes inmuebles y muebles, de depósitos bancarios y valores mobiliarios y automóviles y camiones, etc., etc., mientras señor Ministro y V.E. no tiene la culpa, transcurren cuatro largos meses que me encuentro impago; cuatro eternos meses, que esa respetable Cancillería, con crueldad inenarrable, pone oídos sordos a mis patéticos llamados.

Pero de todo me consuelo recordando el verdadero amargo comentario del otro gran Don Miguel, el de Unamuno, aquel doloroso pasaje del “Quijote”, cuando el divino manchego repara suspirante en los irremediables puntos corridos de sus medias:

–¡Ay! Que no tiene muda, y quisiera entonces darle todo por apenas una cuarta del hilo salvador:

“¡Oh pobreza, oh pobreza que te cebas en los caballeros…”

Saludo al señor Ministro con las seguridades de mi consideración más alta y distinguida.

Luis Felipe Lira Girón

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