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Domingo 26 de abril de 2015

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Cultural El Duende

Cervantes, Shakespeare y Garcilaso de la Vega: vidas paralelas

26 abr 2015

Luis Urquieta

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Cervantes y Shakespeare

No es esencialmente significativo que el Día del Libro se fijara sobre una premisa errónea. El 23 de abril de 1616 no murieron ni Cervantes ni Shakespeare, sí nació ese día, en 1539, el Inca Garcilaso de la Vega. Cervantes falleció el 22 y fue enterrado el 23; la diferencia de fechas es aún mayor si se tiene en cuenta que en aquella época Inglaterra se regía por el calendario juliano, por lo que en realidad la muerte de Shakespeare se produjo el 3 de mayo, conforme al calendario gregoriano vigente desde 1582, reformado por el papa Gregorio XIII. En consecuencia, Shakespeare murió 11 días después de Cervantes.

Nunca se encontraron

Cervantes nunca oyó hablar del genio de Stratford-upon-Avon; Shakespeare puede que ni siquiera leyera entero El Quijote; sus vidas son totalmente opuestas; uno es novelista y prolífico dramaturgo el otro; drama frente a comedia; parece difícil hallar influencias directas del uno en el otro.

Más diferencias que semejanzas

El director de Filología Española de la Universidad de Huelva, Luis Gómez Canseco, autor, junto a Zenón Luis-Martínez, de Entre Cervantes y Shakespeare: Sendas del Renacimiento, afirma que las coincidencias son mínimas. El único dato seguro es que Shakespeare leyó la primera parte del Quijote y que hay una obra perdida de la que se conserva un resumen en la que el inglés –junto a un colaborador– retoma el personaje de Cardenio, que aparece en un episodio de la principal obra de Cervantes. Todo lo demás son conjeturas.

La curiosidad no ha desalentado la imaginación de escritores que en los tiempos actuales han tratado de buscar relaciones, encuentros o influencias entre los dos genios. Carlos Fuentes, por ejemplo, recogió en un libro de ensayos publicado en 1988 una teoría extendida que afirma que quizás ambos fueran la misma persona.

El británico Anthony Burgess, en su cuento Encuentro de Valladolid, muestra su visión de una hipotética reunión entre los dos escritores. O Tom Stoppard, el dramaturgo británico, que recreó la conversación que podrían haber sostenido Shakespeare y Cervantes si el español hubiera formado parte de la delegación de su país que acudió a Sommerset House de mayo a agosto de 1604 para negociar la paz entre los dos países.

Frente a estas afirmaciones que forman parte de la fantasía, un crítico inglés considera que lo verdaderamente importante es la coincidencia en los estilos y contenidos de las obras de ambos escritores: Ambos produjeron figuras que en cierta manera sentaron las bases fundacionales de los iconos, como es el caso de Hamlet o Don Quijote, y además lo hicieron con apenas unos años de diferencia. Y los dos utilizaron una estructura de tramas y sub tramas, en las que siempre incluían partes de comedia.

Tanto Shakespeare como Cervantes fueron en el siglo XVII ejemplos de un prodigioso dominio de la lengua a través de su obra; en el caso de Shakespeare, de la lengua inglesa isabelina; y en el caso de Cervantes, de la lengua castellana.

Aspectos a destacar en ambos es su destreza en la caracterización de personajes: Shakespeare dota a sus personajes una naturalidad casi coloquial, esto es evidente en la tragedia de Enrique IV, con los personajes del Príncipe Harry y Falstaff . Don Quijote de la Mancha, a través de los diálogos entre Sancho Panza y Don Quijote, presenta una alternancia constante entre el discurso caballeresco, el culto y el coloquial.

El Inca Garcilaso y Cervantes

Contemporaneidad y paralelismo

Recordar al Quijote es evocar a Cervantes; así como pensar en Cervantes es exaltar la lengua castellana. Sin embargo, hay otras correspondencias menos obvias pero vigorosas. Asimismo, traer a la memoria a Cervantes o la lengua castellana es reconocer, al otro lado del océano, al Inca Garcilaso de la Vega y sus Comentarios reales (1609), que nos ha impelido leerlo en su cuarto centenario, porque él inició la reflexión hispanoamericana de la lengua coetáneamente a Cervantes.

Se llamó Gómez Suárez de Figueroa, que después tomó el apellido de su padre, el conquistador español Sebastián Garcilaso de la Vega, habido con la princesa incaica Isabel Chimpo Ocllo. Nació en 1539 en Cuzco, ocho años antes que Miguel de Cervantes y Saavedra (1547); es el fundador castellano hispanoamericano como lo es Cervantes el modernizador del castellano peninsular.

El académico de la lengua Oscar Rivera Rodas afirma que mientras Cervantes gozaba de la ventaja de manejar su propia tradición e idioma, Garcilaso –como todos los demás escritores americanos coetáneos suyos– tuvo que aprender el lenguaje castellano y perfeccionarlo saliendo de los sistemas lingüísticos y semióticos propios tan diferentes de las lenguas románicas. Hacia la segunda mitad del siglo XVI los primeros escritores americanos, con sus culturas nativas, se vieron obligados a aprender una lengua extranjera que paulatinamente se convertirá en el castellano de su expresión propia. Garcilaso es el primer escritor americano que como lector, traductor y escritor, se incorpora al sistema europeo de la grafía de origen latino. Pero es sobre todo el primer escritor americano que empleó el castellano pulcramente con la dificultad de expresar pensamientos propios (quechuas) mediante los signos de la lengua española.

En 1560, a sus 21 años, Garcilaso se trasladó a España para educarse en la mentalidad occidental de su tiempo. Así empezó su experiencia vivencial y lingüística en la península, que no sólo implicó el aprendizaje de otras lenguas, sino percibir, imaginar e interpretar el mundo de otro modo, es decir al modo europeo, con sus virtudes y sus prejuicios. Así, cuando Cervantes publicaba su primera obra, La Galatea, en Alcalá de Henares, en 1585, Garcilaso concluía la traducción de León Hebreo que sólo se publicaría cuatro años después porque tuvo el destino de ser incorporado al “Index” de libros prohibidos por el régimen represivo y teocrático de la Inquisición cristiana.

Años más tarde, en 1605, ambos escritores publicaron sendos libros: Garcilaso, La Florida; y Cervantes, Don Quijote. Y aunque Garcilaso había conseguido en 1604 la aprobación eclesiástica de sus manuscritos Comentarios reales, éstos no pudieron ser publicados en España, sino en Lisboa durante 1609, en una especie de exilio temprano.

Estudiosos cervantinos aseguran que en la obra de Garcilaso no se encuentra muestra alguna de inspiración que provenga de Cervantes. En cambio, como ya lo señalaron Rudolph Schevill y Adolfo Bonilla en 1914, existen analogías en la obra póstuma de Cervantes Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617) con los Comentarios reales (1609).

En 1975, Stelio Cro en su Cervantes, el “Persiles” y la historiografía andina, amplió ese criterio y escribió que el Persiles muestra analogías no solamente con los Comentarios reales de Garcilaso de la Vega, sino también con otros relatos de Indias.

Para el mismo Cro, hay todavía otra relación entre Garcilaso y Cervantes más sutil y profunda; y que para ver esa relación hay que tener en cuenta el idealismo de ciertas crónicas, como los “Comentarios reales”; y agrega: La obra de Garcilaso de la Vega, el Inca, fue una idealización de la sociedad incaica en la tradición de las utopías del renacimiento. Garcilaso quiso evocar una sociedad que no existía más, aunque había existido en un pasado reciente. Mientras la tradición utópica anterior a Garcilaso, desde Platón a San Agustín y Tomás Moro, miró a presentar un modelo ideal de sociedad, Garcilaso se inspiró en un pasado reciente.

La contemporaneidad de Cervantes y Garcilaso, y el extraordinario paralelismo de sus vidas literarias que tienen coincidencias asombrosas, proyectan dos símbolos, con vivencias diferentes, del castellano español y del castellano hispanoamericano. Las vidas de ambos escritores corrieron paralelas; aunque involucradas en un mismo sistema lingüístico, difieren entre sí por razones históricas pero de cada una de sus obras emergen sendos troncos de dos literaturas. Ambos escritores murieron el mismo mes del mismo año, y muy probablemente el mismo día, sábado 23 de abril de 1616: Cervantes, en Madrid; y Garcilaso, en Córdoba (España).

Nos falta un Plutarco redivivo para asociar en biografías colosales las figuras de Cervantes, Garcilaso y Shakespeare.

Luis Urquieta Molleda, Cochabamba, 1932

Miembro de la Academia Boliviana de la Lengua, correspondiente de la Real Española.

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