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Domingo 26 de abril de 2015

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Cultural El Duende

El humor en la altura

26 abr 2015

Paulovich

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Vivo en una ciudad que está a 3.600 metros de altura sobre el nivel del mar y escribo todos los días, hecho que sorprende a algunas personas y que para mí representa una actividad natural como amar, comer, beber y dormir, sin haber recurrido jamás al Instituto Boliviano de la Altura ni ser objeto de su curiosidad científica.

Sin embargo, el quehacer de los humoristas ha sido y es objeto de investigación por psicólogos de muchos países y no faltó alguno que afirmó que el humorista ha sido y es objeto de investigación por psicólogos de muchos países y no faltó alguno que afirmó que el humorista adolece de una lesión cerebral, tesis que me gustó y me llevó a presumir ante otras personas a las que decía inflando el pecho: “es que, sabes, soy un anormal pues ando por el mundo con una lesión cerebral y alguna gente cree que soy inteligente”

Para no envanecerme demasiado le pregunté a mi madre hace muchos años si su alumbramiento había sido natural o si el obstetra había tenido que recurrir a los fórceps para hacer posible mi nacimiento, hecho que habría podido dañar mi cabecita. Mi madre me respondió: “Naciste con toda naturalidad y no fueron necesarios los fórceps; la cosa fue tan normal que al día siguiente de que viniste al mundo un periódico de Cochabamba dijo en su crónica social: ‘El hogar de los señores Paulovich fue alegrado con el nacimiento de un niño y la madre dio a luz con toda facilidad’, aunque la fórmula estereotipada de entonces mandaba decir ‘la madre dio a luz con toda felicidad”

Con lesión cerebral o sin ella, fui observado una vez por un médico internista que me aseguró que el secreto de mi mal, o de mi bien, estaba en el hígado o en el páncreas pues de allí se desprendían los humores que marcaban el temperamento de una persona, existiendo buenos y malos humores. Mandó que me hicieran varios análisis sin poder llegar a ninguna conclusión, lo que no impidió que el doctor se aprovechara para aconsejarme que no bebiera alcohol y, naturalmente, no le hice caso y cambié de médico.

Una psicóloga judía se interesó por mi caso y me dijo que mi humor residía en mi psíquis y como el diagnóstico se realizó en Cochabamba, me puse a reír porque en el idioma quechua que hablan los naturales de esa ciudad “siqui” significa culo, de donde podría inferirse que mi humor salía de mi trasero, extremo que jamás podría aceptar porque esa parte de mi cuerpo es muy sería, como la de todos, y siempre supe que todos somos muy circunspectos cuando estamos en el baño.

Desde entonces ya no traté la cuestión del humor con los médicos y seguí viviendo a mi aire escribiendo crónicas y libros muy seguro de que existe el milagro del humor que es mejor no analizarlo.

Sin embargo, queda pendiente el tema de la altura que para algunas personas incide en las actividades deportivas y también fisiológicas y no ha faltado un novelista italiano que dijo que en Bolivia, en las ciudades altas, las gallinas no podían poner huevos.

Hacer humor a 3.600 metros de altura me produce grandes satisfacciones, como, por ejemplo, reírme de algunos futbolistas argentinos, hermosos atletas de 25 años que, cuando pierden en canchas bolivianas, achacan su derrota a la altura y, cuando triunfan, hablan de la superioridad del fútbol rioplatense. Reírse de algunos argentinos es un bien intangible de la humanidad.

He leído por ahí que los pueblos que tienen mayor sentido del humor son los que comienzan por reírse de ellos mismos y allí están el pueblo inglés, el judío y otras nacionalidades que para reírse de los demás empiezan por reírse de ellos mismos, lo que me lleva ¿antes que reírme de los futbolistas argentinos? a reírme primero de mi pueblo boliviano y de mí mismo.

Creo que eso mismo sucede a los humoristas mexicanos que se rieron muchas veces de sus deformaciones institucionales y contribuyeron a un cambio esperanzador; lo mismo hicieron los humoristas colombianos como Samper Pizano, y los humoristas ecuatorianos, chilenos y peruanos.

América Latina es un continente atrasado y sus grandes poblaciones son pobres. Desde Norteamérica y Europa nos analizan y nuestra situación cambia muy lentamente. En medio del drama, hay un ser moreno, con bigotes o sin ellos, pequeñajo o de buen porte, que gusta de reír mirándose en su propio espejo o contemplando su entorno.

* Paulovich (Alfonso Prudencio Claure).

La Paz, 1927. Académico de la Lengua.

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