Viernes 17 de abril de 2015
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Hace poco más de un año y en esta columna, había esbozado una ruta crítica de lo que estaba y está ocurriendo en la economía del país en respuesta a un megaciclo de precios altos de las materias primas en el mercado internacional, ciclo ahora en declive y que comparativamente es similar a lo que sucedió en los años 70 en Groningen, cuando las exportaciones de gas se dispararon a niveles inéditos y crearon posteriormente una catástrofe económica cuando el boom gasífero pasó. Este comportamiento se conoce por los economistas como “mal holandés”.
En el país y producto de la panacea exportadora que acabamos de vivir, se descuidó la diversificación de nuestra producción, los costos en los sectores agrícola, manufacturero e industrial se han disparado, la competitividad del país ha caído, florece la importación de bienes de todo tipo, la inversión ha disminuido dramáticamente sobre todo en el sector minero y la estructura exportadora del país está sintiendo los efectos del fin del periodo de “vacas gordas”.
La respuesta de la actual administración, por los anuncios que salen en la prensa, consiste –para el sector minero– en aumentar la inversión estatal en proyectos que no pudieron avanzar en décadas pasadas por razones tecnológicas y/o económicas (Mutún, Salar de Uyuni, Corocoro, Karachipampa, nuevo ingenio en Huanuni, nuevo horno en Vinto, etc.),también se anuncia inyectar capitales para compra de maquinaria e insumos para el sector informal cooperativo a través del Fondo de Financiamiento para la Minería, FOFIM(entidad estatal de fomento dependiente del ministerio del ramo) y ya se pide volver a los bonos y subvenciones para paliar la crisis producida por la bajada de precios.