Al hacer un análisis de la situación económica nacional con una serie de factores adversos debido a imprevisiones de administradores de los sectores productivos estratégicos del país, se concluye en que si hay un conglomerado laboral que se beneficia de la situación es el informal, que sigue al margen de disposiciones legales, no tributa, no tiene costos laborales obligatorios, nada que ver con salarios incrementados y favorecido por el precio del dólar para importar mercadería más barata, incluyendo productos chinos que compiten con la esmirriada producción nacional.
El fenómeno de la informalidad presente en nuestra economía es materia discutible en su contexto social, pues mientras tiene defensores que atribuyen su vigencia a una tranquila incursión de miles de personas, que no le causan problemas al Gobierno reclamando empleos seguros ya que manejando una variedad de servicios de comercio sobrevive y se ingenia para compensar la espiral de salarios, reajustando los precios de lo que vende en las calles, bazares, puestos de ferias y hasta en locales específicos que incluyen empleados eventuales.
Resulta que en la actualidad el Gobierno ha lanzado un reto al sector productivo formal, legalmente establecido y que paga impuestos sagradamente para que incremente el porcentaje de su inversión para elevar la proyección del Producto Interno Bruto, el PIB nacional en la proyección del sector oficial, que tiene todas las garantías para gastar los recursos del Estado, en tanto que el sector privado reclama –todavía– una suerte de disposiciones que faciliten y garanticen sus inversiones.
El frente productivo del Estado ha tenido a su favor un largo periodo de “buena racha”, con excelentes precios por la exportación de sus principales materias primas, especialmente hidrocarburos (gas) y parte de minerales, que en el registro del 2005 significaba menos del 70 por ciento del valor exportable, en la pasada gestión del 2014 el proceso llegó al 82 por ciento de las exportaciones, sin embargo en ese periodo de entre seis y siete años, no se adoptaron ciertas medidas de previsión para contrarrestar los efectos de épocas críticas como la que afecta por ejemplo a la minería.
De acuerdo a los expertos económicos, no es una buena opción confiar en el comercio de las materias primas, pues los ciclos que se presentan en el movimiento de precios hace vulnerable cualquier economía, más la nuestra tan dependiente aún de la exportación de sus productos tradicionales.
No se desarrollaron políticas de previsión, si bien se incrementaron inversiones en el rubro de hidrocarburos, con la búsqueda de nuevos pozos de gas, no se hizo nada en el sector minero, donde los trabajos de exploración minera, tan importantes para establecer nuevos yacimientos, apenas se mueve con un mínimo porcentaje de las gobernaciones para encarar mínimos proyectos de prospección que no muestran todavía posibilidades de éxito productivo.
La economía nacional sigue su desarrollo, centrada en el movimiento de las recaudaciones impositivas, a través del Servicio de Impuestos o la Aduana, ajustando “las clavijas” a empresas formales y dejando discretamente al sector informal mantener operaciones comerciales, evadiendo tributos y surtiendo su cadena comercial con una mayoría de mercadería de contrabando y alguna importada de mercados asiáticos que compiten con los productos nacionales.
Mientras tanto el sector legalmente establecido, sigue soportando una serie de incongruencias que afectan su estabilidad, como la inseguridad jurídica, algunas restricciones a las exportaciones, incrementos en costos laborales con una escala salarial no consensuada, doble aguinaldo y un sistema tributario inequitativo. Hay algunas cosas que deben cambiar para equilibrar beneficios y responsabilidades.
Fuente: LA PATRIA
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