No lo encontré en la tienda de mi barrio ni en el supermercado de la zona, no sé cómo es su envase, su composición, su color, su aroma, su tamaño y tampoco su precio. Es más, no estoy segura ni de su nombre porque a veces suena como “foca” y a veces como “oca”, así que tampoco comprobé si hace referencia a un animal marino o a los gansos del juego infantil. Aparentemente no es boliviano.
Sin embargo, tengo datos suficientes para aconsejar boicotear este producto que se anuncia en las radios locales con un guión que alienta la violencia de los maridos contra las esposas que no son capaces de lavar la ropa hasta dejarla “blanquísima”.
El spot reproduce el diálogo de dos “comadritas”, seguramente jóvenes, quizá recién casadas, que se encuentran en el vecindario, posiblemente de mañana, en las horas en las cuales las mujeres (pueblerinas) salen a enjuagar las prendas sucias. Una le pregunta a la otra: “qué le pasa mi comadrita”.
En el desarrollo de la escena, la esposa no puede ocultar la violencia del marido enojado porque las camisas o pantalones -quién sabe- quedaron después del lavado con la misma mugre. Entonces, la amiga le aconseja usar el “mexicanísimo” detergente “Foca”. De esa forma el marido quedará contento y, se supone, no volverá a pegarle (reñirle, censurarla, criticarla, bajonearla, etc.)
Durante meses, emisoras en FM pasaron esta propaganda sin que exista una queja de las organizaciones de mujeres que luchan contra la violencia doméstica, justo ahora que ha aumentado el número de féminas no sólo atacadas físicamente sino asesinadas en su propio entorno familiar.
Hace sólo una semana, con motivo del Día Internacional de la Mujer, se presentó en el Espacio Patiño un texto con datos espantosos del espiral violento que padecen jóvenes o adultas por parte de padres, hermanos, esposos, concubinos, sobre todo alteños.
El spot reproduce, quizá sin intención, el esquema tradicional del esposo macho, relacionado de alguna forma con México, que está “acostumbrado” a ejercer “sus” derechos contra la mujer, la esposa, que le debe cuidar, cocinar, limpiar. Si no cumple, él tiene derecho a “castigarla”.
Se sugiere que es deber de la mujer complacerlo para no exponerse a esa censura. No se refuerza la idea de la ama de casa, de la madre, que asea por amor, como parte de las acciones cotidianas que una suele cumplir para que en el hogar exista el orden subterráneo que permite crear ese frente interno amable.
Lo aterrador es que este mensaje, tanto directo como subliminal, se da en el contexto de violencia sin fin que sacude a la sociedad mexicana en su centro, sobre todo en relación a los feminicidios. Con los golpes y torturas a mujeres empezó el clima de descontrol en Ciudad Juárez. Se sumaron los cadáveres sin que la sociedad reaccionara a tiempo, se tocaron las canciones alabando a los machos delincuentes, se crearon telenovelas con sutiles complacencias a ese mundo fatal.
Sólo cuando los crímenes rebalsaron a las enamoradas, ensangrentaron las fiestas, cortaron la vida de funcionarios y diplomáticos, saltó la denuncia colectiva.Pero ya es tarde.
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