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Domingo 12 de abril de 2015

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Cultural El Duende

Comadre, mándeme un consejo

12 abr 2015

Luz Aparicio de Fuentes

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Querida Sara:

Aura sí que me las hizo usted y de ¡las grandes! ¡Irse a España sin despedirse! La luna se cayó a mis pies cuando lo supe el Día de Comadres. En tal ocasión –muy contenta– llegué hasta su casa para anudar, de nuevo, nuestro comadrazgo de niñas. Me volví desolada con mi gallina orpintona y el cordero azulino; los dos acollaraos con mazos de serpentinas y verbenas.

¿Sabe, comadre? Yo la necesitaba para sacar –de muy adentro– mis angustias, mis inquietudes, el miedo a la soledad. A esta soledad que se estira por las noches y adquiere más profundidad en el día… ¡Tantas cosas que las tengo atoradas en la garganta, sin saber con quién discutirlas! Porque, créame, no las cuento ni al crepúsculo porque temo que este, se las detalle al viento, y él –boca suelte– las desparrame por el pago. Solo usted es el alma amiga; solo en usted confío para que me dé un consejo recto.

Bueno, recuerdo que algo le comenté del Evaristo. ¿Lo ubica? El que anda de fiesta en fiesta, apasionando a las mozas con su desparpajo y su alegría. Ese, cuyo único oficio es el de “novio” de todas las mozas descuidadas. El famoso por cachazudo, que escapa del trabajo como de la muerte. Ese es el mozo que me anda toriando en el río, la plaza, el mercado, el churquial… Ya no muestra disimulo alguno. Se me aparece nomás… sonriente, con la alegría de las chulupías y me propone:

–Nos ajuntaremos Pascualita. ¡Mirá la cría que vamos a sacar! Vos con tus ojos grandes y luminosos.

–Y vos con la cabeza mañosa, además de cansao y sinvergüenza…

¡Imagínese comadre Sarita! que la otra tarde me sale diciendo!

–Pascualita, tu mama está sucha. No tenís quién te ayude, solita remáis con la casa, la hacienda y los negocios.

Y yo le retruco:

–¿Vos querís ayudarme de pión?

–¡No! De tu querencia. Mirá vidita, yo veo así la situación: Vos sois guapa. Ajuntaos saldremos adelante. Vos hacís la chicha y yo te ayudo a venderla. Vos preparáis los quesos, yo les echo la sal. Vos ensillás el caballo y yo te llevo a la plaza. ¡Cómo se almirarían las gentes! Que de seguro dirían: ¡Qué suerte de la Pascualita, hallarse un mozo excepcional!

Primero solté la carcajada y luego me entró una rabia de leona herida y le dije:

–Creís que soy sonsa; ajuntarme con un hombre con la cabeza llena de bosta y las patas pesadas.

–Pensá en lo que vais a perder, ricura: Ya te he dicho: Yo soy güeno. De mí recibirás a cada rato, un cariño grande. Eso sí, lo único que exijo es mucha sumisión y ningún mal modo ni contradicción.

Estábamos en el río así que me fue fácil correrlo a pedradas. La última vez fue la pior, comadrita. ¡Mire usted mi compromiso! Volvía del mercado con la olla llenita de “anchi” que no pude vender, cuando el Evaristo me cruza en el churquial y me jaloneaba a diestra y siniestras… y que me ha’i de besar y que me ha’i de abrazar… ¡Y me decía cosas bonitas, el descastao!

–¡Mirá la aljombra de mirtos! Dios la ha hecho florecer pa’ que nos echemos juntitos… Pascualita, adelantemos la noche del “ajunte”, la luna será nuestra cómplice. ¿No vis que se oculta detrás de las nubes y después sale pa’ apurarnos en las cosas del amor? Nos sentemos; vos estáis cansadita y yo, necesitao…

Ahí sí que me di cuenta de sus intenciones, entonces le dije:

–Dejá de tironearme. Estas cosas hay que hacerlas con cuidado y preparación. Vos sentati que yo bajaré la olla; después seguimos…

Se tiró a la aljombra de flores y me estiró los brazos. Tenía los ojos que le brillaban como rejusilos. ¡Si lo hubiera visto al tunante de mierda! Entonces yo bajé la olla y le estrellé con tuitas mis juerzas en la cabeza. Ahí se quedó bañao en “anchi” y con los ojos enturbiaos.

Usted dirá, querida comadre, que lo escarmenté pa’ siempre. ¡Nada! El desnucao sigue en las mismas, anda con un parche en la cabeza y los ojos moreteaos.

Ahora de lejitos me hace mil promesas: “Que a mi lado, le faltará el día pa’ tirar la yunta. Que él me llevará por camino de jlores. Que dejará de ser sinvergüenza y taimao. Que ya no quiere juntarse sino celebración de bodas, donde el cura”.

Yo, la verdad comadre, ya estoy cansada con mi soledad, con mis días interminables que comienzan antes del alba y terminan cuando el desparramo de estrellas ya está completo en el cielo. La veo a mi mama cada vez más callada, como un simple bulto en la casa, como un borrón o una sombra… Yo sé que el rato menos pensao, se me vuela… Y yo ¿qué voy a hacer, cargando mi pena y además, con las ovejas que me apremian cada amanecer… con la chicha que se me pasa de madura en los cántaros? Y, por su juera poco, ¿con la siembra, el aporque y la cosecha? ¿Será que puedo confiar en que el Evaristo se torne jormal? No confío en la noche bruja para consejera y en el día, que ve cómo me rompo el lomo de tanto trabajar.

Comadrita del alma: escríbame pronto. Dígame qué camino tomar. Mientras tanto ¡no lo dude!, aquí estaré juerte como el roble, sin dar un paso al costao ni un paso al revés.

La abraza su Cuma

Pascualita

* Luz Aparicio de Fuentes. Escritora, poeta y profesora tarijeña.

De su libro “Piedra y tiempo”

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