Loading...
Invitado


Domingo 12 de abril de 2015

Portada Principal
Cultural El Duende

Diez pesos prestados

12 abr 2015

De una carta de Benjamín Franklin • Germán Berdiales

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Un empleado: –Señor Franklin, un señor que desea hablar con usted.

Franklin: –¡Qué broma, con todo lo que tengo que hacer! En fin, ¿quién es?

Un empleado: –No ha querido darme su nombre, dice que usted no lo recordará.

Franklin: –Bien, que pase.

Un empleado (al desconocido): – Adelante, señor. Por aquí, haga el favor.

El desconocido: –Gracias. Buenos días, don Benjamín.

Franklin: –Buenos días, señor. Estoy a sus órdenes. Siéntese aquí (al empleado). Lleve esta carta al doctor Máster, y espere la respuesta. (El empleado desparece. Al desconocido). Lo he reconocido, señor, y recuerdo muy bien su nombre. ¿Cómo le va?

El desconocido: –Muy bien, don Benjamín; muy bien, gracias a usted, a su bondad.

Franklin: –¿Por qué gracias a mí?

El desconocido: –Oh, señor, porque con su generosa u oportuna ayuda pude abrirme paso!

Franklin: –¡Bah! ¿No habría sido, más bien, mediante sus desesperados esfuerzos?

El desconocido: –Los hice, pero de nada o de muy poco me hubieran valido, a no haber contado con aquella suma que usted me facilitó.

Franklin: –Pero, si era tan insignificante…

El desconocido: –También es insignificante en la inmensidad del océano, la tabla que salva al náufrago, señor. En fin, aquí tiene usted aquella suma, y crea que…

Franklin (rechazando el billete, suavemente): –De ninguna manera, yo le…

El desconocido: –Acéptela, señor; me ofendería usted en vez de halagarme; además, le aseguro que ya no la necesito. No diré que estoy rico, pero mis asuntos van cada día mejor… Así que, ¡aquí tiene sus diez pesos!

Franklin: –Escuche usted. Cuando yo le facilité ese dinero, mi intención no era dárselo, sino prestárselo…

El desconocido: –Precisamente, y por eso es que…

Franklin: –No se apresure, amigo, no se apresure, amigo, no se apresure, y óigame hasta el fin. Mi intención, decía, no era darle a usted ese dinero sino prestárselo para que, si un día estuviese en condiciones de saldar esa cuenta, me pagara prestándole esos diez pesos a otro hombre honrado que pasara apuros semejantes, y a quien usted, a su vez, le ordenase que le pagara en la misma forma. ¿Me entiende ahora?

El desconocido: –Creo que sí. Usted espera que, de esa manera, su dinero pasará por muchas manos antes de caer en las de un pícaro que detenga su curso, ¿no es así?

Franklin: –Exactamente. Como no soy rico, he buscado este medio de hacer mucho bien con poco dinero…

* Germán Berdiales. Argentina, 1896-1975.

Maestro, poeta, traductor y periodista.

Tomado de “Teatro cómico para niños”

Para tus amigos: