Viernes 10 de abril de 2015
ver hoy
El hombre egoísta que está enredado en su mundo del Yo, vive vegetando. Con ello también se olvida del cuidado de sí mismo y de sus propias necesidades y así también del cuidado y las necesidades del animal que ha acogido en su casa. El animal va viviendo entonces igual de embrutecido y pobre en comunicación que el hombre. A causa de este comportamiento aletargado, contrario a las leyes divinas de la vida, muchos hombres no solamente se han olvidado de la vida con su prójimo, y el estar a favor de él, sino que también han excluido de su interior a los reinos de la naturaleza. Así muchos hombres, animales, plantas y minerales se han convertido en prendas de uso corriente, en objetos, que han sido y son utilizados, aprovechados y explotados.
Por otra parte, a causa del egocentrismo de los hombres, es decir a tenerse en cuenta sólo a sí mismo, la comunicación positiva con el prójimo ha disminuido cada vez más. Pero la ley del amor desinteresado es la ley del servir a los demás, es el estar con y a favor del otro, el regalarse y recibir mutuamente. En ningún caso Dios habló de explotación y brutalidad con respecto a todos y a todo lo que vive sobre la Tierra.