Viendo las cosas con criterio de persona más o menos civilizada, diríase que los días turbulentos de la lucha preelectoral ya pasaron. Ahora es preciso abocarse a otro tipo de tareas, ya no de confrontación por los votos sino avizorando el país y los desafíos que enmarcan su destino. En respeto a la voluntad del electorado, ya nadie, ni el Gobierno ni los grupos de oposición, pueden seguir con la mentalidad belicosa. Naturalmente, por varias razones, el Gobierno está obligado a dar el buen ejemplo.
Los resultados ponen sobre la mesa varios elementos importantes. En términos relativos, los que ganaron y los perdidosos tienen muchas cosas que sopesar y corregir. Bolívar dijo que “el arte de vencer se aprende en las derrotas”. Unos y otros tienen muchas cosas que aprender; por ejemplo, entre ellas, la de no seguir viendo en el rival electoral un enemigo. En tiempo de paz la democracia es unir esfuerzos para lograr el bien común; renovar el respeto sin reservas a los derechos humanos y las libertades fundamentales. Eso que parece fácil, no lo es.
No debió ser una sorpresa para el gobierno. El sabor amargo que sintió tiene varias explicaciones. Las causas están en aguas escondidas y en la superficie. No se puede seguir sembrando nabos en las espaldas. Como ya se ha dicho, recogió un poco de las muchas cuentas que deja en el camino. Algunas las hizo con sus manos como quien hace adrede para perder. Sin embargo, a los políticos no les cabe llorar; deberían saber que la serenidad en la tormenta tiene un gran valor pedagógico. Tenemos escuelas y colegios.
Emerge de las regiones un poder potencial que lo desafía. ¿Cuál será la relación con dicho poder? ¿Modificará su actitud ante el nuevo escenario político? Sus consignas son conocidas: si no estás conmigo, estás contra mí; si no eres de izquierda, eres de derecha, y con la derecha nada que ver. En estos días el exjefe de los “satucos”, una fuerza de choque organizada para apalear a la oposición, manifestó a la prensa: “Ponemos música y Patzi baila; lo cortamos, y se sienta”. Es una notificación y una amenaza explícita.
Por los antecedentes conocidos, se puede suponer lo que hará el oficialismo porque lo anunció, pero es una verdadera incógnita la oposición. A los eventuales ganadores en el área urbana sólo la coincidencia por azar los engloba nominalmente. Nunca planearon juntos una estrategia de resistencia ni de lucha. Es una fuerza dispersa contra una cohesión férrea del voto duro en los municipios rurales. El campo es una tierra adonde la democracia tiene que llegar algún día como una gran conquista política. Entonces podremos hablar de Bolivia como de una sola nación.
Cuando se piensa en la unidad, sin prescindir ni de los que participaron en la dura confrontación preelectoral, lo que siempre hace falta es reconocer la vigencia de un conjunto de ideas aglutinantes. Gobernaciones y alcaldías, aparte de las necesidades específicas de cada región o localidad, tiene al frente una agenda mínima en torno a la cual debería buscarse esa unidad, por ejemplo: el país, la democracia y los derechos humanos.
(*) Escritor, miembro del PEN Bolivia
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