Lo importante es que la institución policial sea respetada por su trabajo en bien de la colectividad en su conjunto, pero aclarando que tal respeto sea producto del ejemplo que irradien sus funcionarios, desde los jefes de más alta graduación hasta los efectivos de sacrificio diario.
El respeto debe ganárselo cada policía con su trabajo de servicio efectivo en defensa de la seguridad y los derechos ciudadanos. No debe confundirse temor con respeto, pues una cosa es que el policía sea respetado y otra que sea temido.
Una buena Policía como las que existen en algunos países, es aquella que está más cerca de la población a la que cuida y defiende, a la que ayuda y salva en circunstancias de riesgo, tareas que son agradecidas por la colectividad mostrando simpatía por la Policía y sus efectivos, lo que se traduce en respeto que debe ser recíproco para fortalecer esa relación ciudadano – guardián.
Un atributo particular que debe practicar cualquier policía, es de respetar a su comunidad, eso quiere decir atendiendo sus necesidades y mostrando un comportamiento de plena idoneidad, entereza y honestidad, además de suficiente capacidad para mostrar profesionalismo en todas sus actividades, entre las que deberá mostrar alta capacidad de conocimientos generales y una altísima práctica de relaciones humanas.
Lamentablemente algunos de estos buenos propósitos quedarán en el tintero, porque prevalecen condiciones superiores que convierten al policía en un elemento abusivo, prepotente y que actúa en desconocimiento del contexto en que desarrolla su actividad diaria, si además se le suman actos de inconducta próxima al prebendalismo y la inmoralidad, peor aún si sostiene vínculos con la delincuencia organizada, interna o externa. Estos son los hechos que hay que limpiar en la organización policial.
Un factor preponderante corresponde al reconocimiento salarial que merece el policía, un sueldo digno que compense riesgos y sacrificios y que evite la fácil y horrible obtención de comisión compensatoria a un mal salario. El hecho debe completarse con adecuada dotación de elementos propios del funcionario policial, a partir de su uniforme y un equipamiento adecuado y permanente.
Los policías no tendrían, no deberían ser elementos de represión, su misión es la de cuidar el bien común, la seguridad de las personas y su bienestar, es decir practicar en el más alto nivel eso de la seguridad ciudadana, tarea que se haría más sencilla si los efectivos policiales logran el respeto ciudadano, de modo que cualquier uniformado no sea temido, más bien sea parte de soluciones amigables, con tolerancia por un lado y simpatía por el otro, opciones que en la práctica, son parte de un mutuo respeto, sin miedo, pero de acatamiento a la autoridad cuando se infringen las normas vigentes.
Es una tarea difícil pero no imposible, es cuestión de ejemplo en la práctica cotidiana y la ciudadanía está esperando ver buenos resultados en el trabajo efectivo de más policías en las calles que en los escritorios, empero esa esperanza está cifrada en que el elemento policial recobre su imagen institucional, con trabajo desinteresado y disciplinado, para que el ciudadano tenga en su policía, un elemento de seguridad, respetado y apreciado, más no temido, resistido y criticado.
Hay necesidad de introducir cambios internos en la entidad policial, limpiando lo malo para evitar contaminación y alentado nuevas acciones que el pueblo las vea y las sienta para convivir a gusto con una Policía profesional y respetada.
Fuente: LA PATRIA
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