Para la comunidad cristiana del mundo, la Pascua de Resurrección no es una fiesta más, es la Fiesta de fiestas, pues a través de esta conmemoración la Iglesia exhorta a renovar la vida.
Para entender mejor esta significación se habla de la muerte que es la separación del cuerpo y el alma, el cuerpo humano se convierte en polvo, mientras que su alma va al encuentro con Dios y queda en espera de reunirse otra vez con su cuerpo ya glorificado.
Así es como se entiende este dogma importante y central de la fe cristiana y católica con la esperanza de la resurrección. Lo que celebramos en el mundo cristiano como la Resurrección de Cristo, constituye todo un proceso de liberación, es la derrota del pecado y de la muerte para reiniciar una nueva vida.
Es importante plantearse este hecho en un proceso de cambio, del que tanto se habla sin comprender su verdadera esencia y sentido. La Pascua para los cristianos debe significar tomar acciones de vida que nos hagan partícipes de compartir y de afrontar las dificultades que supone tal transformación. Es decir entender que la Resurrección de Jesucristo simboliza la nueva vida, por eso es que en la Pascua la Iglesia Católica exhorta a sus fieles renovarse a través de acciones concretas que puedan expresarse y realizarse como cambios reales en los hechos y en la vida de cada ser.
Esta es una ocasión propicia para profundizar en eso del cambio, el que se quiere y se espera debe tener frutos concretos de lo contrario sólo quedará en palabras. Hay que partir de profundizar la fe, con ella la persona humana asume algunos cambios pero si no pone fe en todo lo que pregona y se propone, simplemente no hay efecto de renovación en la vida.
Algo más según la Iglesia que se considera importante es que la Resurrección constituye la confirmación de todo lo que Jesús el Hijo de Dios hizo y enseñó, todas las verdades, hasta las más difíciles de comprender por el ser humano, encuentra su comprobación en la Resurrección de Cristo, el hecho para la cristiandad es la gran prueba de la existencia de un Ser Supremo que nos envía a su hijo, que enseña pero también padece, sufre y muere sacrificado para librarnos de los pecados, la fuerza del poder de Dios se establece en la Resurrección de Jesucristo que sigue y seguirá siendo el signo de la vida eterna.
Todo este proceso debe abrir conciencias para comprender que el cristianismo no es simplemente aprender qué hacer o que no se debe hacer, que reglas se deben o no cumplir, lo esencialmente importante es comprender con mucha fe lo que aconteció hace más de dos mil años, con la decisión del Padre Eterno que tanto amó al mundo, entregó a su hijo único para que todo el que crea en Él no perezca, sino tenga vida eterna.
Pero también el hecho de la resurrección nos muestra que Jesús fue ungido por el espíritu de Dios, para quitar cargas y destruir yugos y que tal unción constituye la herencia que nos dejó Cristo luego de su resurrección, entendiendo ese propósito de que Jesús resucitó para traer vida en abundancia, lo que en el hecho humano de la realidad que vivimos debe convertirse en bienestar colectivo, con caridad y tolerancia, con fe inquebrantable en la presencia del Hijo de Dios.
Fuente: LA PATRIA
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