Sábado 04 de abril de 2015
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Ernesto Suárez queda como el símbolo de los perseguidos políticos en esta década. El régimen presidido por Evo Morales ha ensayado todos los argumentos para anular su liderazgo: auditorías y amenazas de cárcel; golpe de estado; clientelismo para favorecer a sus potenciales adversarios; allanamientos al hotel provinciano donde descansaba; y al final, el inmenso desacierto de inhabilitar su candidatura y la de otros 200 camaradas, más toda la campaña para afectar su estado emocional y a su familia.
Suárez pudo organizar en cada ocasión la resistencia violenta aprovechando la bronca acumulada de una buena porción del pueblo beniano, pueblo famoso por su beligerancia cuando defiende sus intereses. Pero Suárez respondió con inteligencia. Probablemente no es un seguidor de los métodos pacifistas pero eludió ser usado para una confrontación que sólo serviría al régimen, como pasó en Santa Cruz o en Porvenir.
La persecución le ha dado un liderazgo nacional del que antes carecía. Los pobladores paceños aprovechaban transitar por la plaza Abaroa para brindarle espontánea- mente solidaridad, a él, seguramente no a su partido. Aunque en menor escala y compromiso, esas muestras recordaban la gran movilización paceña para recibir a los defensores del Tipnis, indígenas benianos y de tierras bajas maltratados también por el gobierno populista.