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Domingo 29 de marzo de 2015

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Cultural El Duende

Breve recordatorio de René Zavaleta Mercado

29 mar 2015

H. C. F. Mansilla

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Conocí personalmente a René Zavaleta Mercado (1937-1984) durante mi primera estadía en México (diciembre de 1978 y enero de 1979). Un compañero de estudios en la Universidad Libre de Berlín, el Dr. René Antonio Mayorga, trabajaba entonces como catedrático titular en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), de la cual Zavaleta era director general (y fundador). Mayorga tenía acceso inmediato y permanente a Zavaleta. Se percibía que había entre ambos una buena amistad y un aprecio recíproco. Acompañé a Mayorga en variadas oportunidades a almorzar con Zavaleta en el magnífico restaurante del Colegio de México, que quedaba a poca distancia de FLACSO. Y también compartimos algunas cenas con profesores de instituciones académicas aledañas, como Emilio de Ípola, Juan Carlos Portantiero y Marcos Kaplan, quienes luego tuvieron una gran resonancia intelectual.

Zavaleta era un conversador bien informado y a veces admirable. Mostraba una notable curiosidad por las novedades del ancho mundo. Me llamó la atención su preocupación por temas de filosofía política y por la evolución del sistema socialista y de los estados asiáticos y africanos que habían adoptado modelos autoritarios de socialismo. En ello se parecía mucho al otro gran intelectual boliviano de la izquierda, Sergio Almaraz. Con ambos llegué a discutir amigablemente sobre el llamado marxismo crítico que entonces se propagaba en Europa y los Estados Unidos. Alguien le contó a Zavaleta que yo había visitado detenidamente los países socialistas de Europa Oriental, y me hizo variadas preguntas sobre la praxis cotidiana de aquellas sociedades.

No compartí sus ideas y sus ideales, situados entre el socialismo y el nacionalismo. Pero siempre he admirado su integridad, su calor humano, su inteligencia. Es una pena que un pensamiento marxista, diferenciado y tolerante, como fue el de Zavaleta y Almaraz, alimentado por algunas corrientes del debate mundial, no haya prosperado debidamente en Bolivia. Pero lo más deplorable es que la izquierda boliviana no haya seguido el ejemplo de entereza moral y rectitud profesional de ambas personalidades. Aunque su enfoque no me convenció, reconozco que Zavaleta construyó edificios teóricos de notable solidez, los cuales fueron el fruto de una vida consagrada al saber y a la ingrata república de las letras. Su obra es indispensable para entender la Bolivia contemporánea. Zavaleta Mercado se ha convertido en un clásico de las ciencias sociales. El mejor homenaje a un clásico es un tratamiento crítico de su obra, no uno celebratorio. Así se mantiene vivo su pensamiento. Eso es lo que intento mediante este breve texto.

Pero: los marxistas latinoamericanos y bolivianos –y Zavaleta Mercado no fue, lamentablemente, una excepción a esta corriente– usaban el marxismo como un instrumento idóneo para explicarse su mundo y su época y también para allanar su camino al poder político. Las creaciones institucionales y el espíritu crítico que había generado el racionalismo a partir del siglo XVIII les eran indiferentes. El humanismo ha sido una planta mal adaptada en el clima local. Y esto no se ha modificado sustancialmente hasta hoy. Pese a todo su talento, Zavaleta no practicó una actitud crítica con respecto a una modernización autoritaria, dirigida por un gobierno altamente centralizado y exento de controles democráticos. No lo hizo con respecto al gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario en Bolivia (1952-1964) y tampoco con referencia a ningún régimen socialista a nivel mundial. Para él las libertades individuales, el Estado de derecho y el pluralismo ideológico eran fenómenos muy secundarios. Lo importante para Zavaleta era el derecho del Estado de disponer sobre todos los recursos materiales y humanos en pro de las grandes metas históricas. Estas últimas eran definidas por una pequeña élite de iluminados, que, sin consultar a las masas, definía en nombre de estas el futuro de la nación. Casi todos los movimientos izquierdistas de entonces creían que encarnaban las necesidades ineludibles del desarrollo histórico y que, por lo tanto, tenían el derecho de imponer sus designios y propósitos al resto del país respectivo.

En realidad Zavaleta adoptó tácitamente los valores básicos de la cultura política de su época, una inclinación que compartía con otros intelectuales importantes, como Sergio Almaraz y Marcelo Quiroga Santa Cruz. Todos ellos otorgaron poca importancia a los fenómenos de la vida cotidiana y a la mentalidad prevaleciente, ya que esta constituiría el “factor subjetivo” o la “superestructura ideológica”, que sería barrida del horizonte social por los procesos materiales de la revolución triunfante. La modernidad en su versión occidental trajo consigo algunas características socio-culturales que no fueron aceptadas fácilmente por Zavaleta y sus discípulos porque intranquilizan a los espíritus rutinarios y producen irritación entre intelectuales y los políticos. Por ejemplo: el racionalismo occidental obliga a poner en cuestión lo obvio y sobreentendido y también los fundamentos de la propia consciencia. Esto es probablemente lo que molestaba a Zavaleta Mercado y a los intelectuales izquierdistas.

En todos sus escritos el mismo Zavaleta deja vislumbrar, sin hacerlo premeditadamente, sus ideas vitalistas y teluristas, sus inclinaciones autoritarias, su apego a tendencias elitistas y tecnocráticas, su desdén por la proporcionalidad de los medios y su curiosa fidelidad a una ortodoxia marxista: la propalada en su época por la Unión Soviética (repetida sin sorpresas por el régimen cubano) y suavizada y mejorada por Antonio Gramsci. Algunos de estos aspectos pertenecen al núcleo de las tradiciones culturales bolivianas y latinoamericanas en la difusa esfera del pensamiento izquierdista. Zavaleta no fue, en este sentido, un innovador. Por ello es que él aparece hoy como un cientista social que se consagra a temas que tienen una relevancia restringida y hasta anticuada a nivel internacional, como el sujeto revolucionario, el partido-vanguardia, la autodeterminación de las masas, el poder dual y otros similares. Estos constituyeron los problemas clásicos de la izquierda marxista tradicional y fueron muy discutidos en la primera mitad del siglo XX, pero hoy –salvo en cenáculos progresistas bolivianos– no interesan a los sectores sociales relevantes ni tampoco tocan fibras emotivas de las masas juveniles contemporáneas. Además: Zavaleta propugna enfáticamente la autodeterminación de las masas, pero, como casi todos los intelectuales progresistas, establece al mismo tiempo la imperiosa necesidad del partido-vanguardia que guía al proletariado de modo certero.

Ante esta constelación debemos plantearnos una pregunta central: ¿Por qué los libros de Zavaleta Mercado son tan populares? Pese a sus indudables cualidades literarias, los escritos de nuestro autor no se dejan comprender fácilmente. Pudiendo equivocarme, supongo que sólo una fracción reducida de la gente que comenta y alaba a Zavaleta, lo ha leído efectivamente. La difusión de sus obras y el cariño del público se deben probablemente a que Zavaleta reproduce concepciones habituales en torno a la historia, la estructura social, la mentalidad colectiva y al anhelado futuro de Bolivia, pero lo hace por medio de un estilo novedoso, usando una vigorosa retórica de alto nivel teórico y empleando giros y metáforas muy elocuentes que se han convertido en expresiones corrientes del habla académica boliviana. Escribí a propósito “el cariño del público”, pues creo que los sentimientos colectivos juegan aquí un rol muy importante, cuando no decisivo. A riesgo de un craso error, afirmo que los textos zavaletianos deben una parte de su éxito al hecho de que comparten los prejuicios de una buena parte de la población porque apelan al memorial de agravios de la nación profunda, y lo consolidan, en lugar de analizarlo críticamente. Los prejuicios juegan un rol muy importante en la conformación de la identidad y la mentalidad colectivas, pues brindan a cada una de las sociedades un sentido común de familiaridad, confianza y tradición, aunque no sean favorables a un pensamiento crítico.

Zavaleta no abordó los grandes acontecimientos que ya se debatieron durante su vida y que ahora son determinantes en el debate intelectual: la crisis ecológica, la expansión de los estratos medios, el surgimiento de nuevos actores con peso mundial (como varios países asiáticos) y la revolución tecnológica (con sus consecuencias sociopolíticas). Lo que pasó con el colapso del sistema socialista a nivel mundial (1989-1991) o lo que sucede actualmente con el éxito económico y comercial –de carácter capitalista– en países oficialmente comunistas como China y Vietnam nos muestra, en el fondo, la poca capacidad explicativa de doctrinas como el marxismo o el nacionalismo revolucionario, que fueron los dos impulsos conceptuales más importantes de Zavaleta. Resumiendo la tesis central de este artículo, creo poder afirmar que las doctrinas basadas en el marxismo y en enfoques afines no han resistido la prueba de los tiempos y los embates de la prosaica realidad cotidiana.

* Hugo Celso Felipe Mansilla

Doctor en Filosofía.

Académico de la lengua

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