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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 El contenido de la Revolución - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
La Revolución, por esencia y forma, solamente debe conducir, irremisiblemente, al cambio total, pero no tiene que obligar a criticar, sino inducir a la reflexión y acción, porque si no, no tendría razón de ser. Los revolucionarios no tienen que pensar en un sentido perverso, están predestinados por la historia a convencer a la gente de su necesidad práctica y teórica. Lo contrario significaría su desnaturalización.
La Revolución sólo existe para el cambio. En ningún caso para la represión o la matanza. En la historia de la Humanidad hubo incontable cantidad de “revolucionarios falsos” que mataron y cometieron los peores crímenes en nombre del marxismo y la vida les condena por sus torpezas. Hay que matar la “idea de la reacción” pero no a su sujeto físico a no ser que sea absolutamente necesario, pero en una situación de guerra fatal.
La Revolución tiene que cambiar al ser humano en su esencia, pero no a su otro yo en sí, al “homo sapiens alienado y pervertido”. En ello radica la diferencia fundamental con una opinión errada, y quizás parcializada, de los políticos tradicionales. Ahora bien, hay que matar la idea de la reacción en la estructura de su pensamiento, no obstante con el debate y no, absolutamente no, con la represión, ahí radica la esencia del revolucionario marxista.
El revolucionario debe convencer a la gente y no obligarla a lo que no siente consciencialmente, debe inducirla al cambio verdadero. En eso radica su objetivo, que no es objeto minúsculo. Y el cientista político, o politólogo, es mínima la diferencia de concepto, está obligado a transformar no solamente las relaciones materiales de producción, sino, principalmente, las ideas.
Un político depende de su entorno, pero, fundamentalmente, de la coyuntura, o sea del conjunto de situaciones que aseguran su bien o su mal, y de ello no debe olvidarse nunca a riesgo de perecer física o mentalmente. Además, debe considerar que el verdadero poder no radica, ni descansa, en el despotismo de la mayoría circunstancial del voto electoral, sino en su legitimidad consciente.
La Revolución francesa murió en sus crímenes totalitarios, pero, a su vez, vivió en la justeza de sus ideas, en los principios del nuevo derecho que creó, aunque parezca contradictorio expresarlo así, el derecho a la palabra y al disenso. Una Revolución no debe implicar millones de minusválidos mentales, al menos debe proponerse cambiarlos en su pensamiento y obra. Así, de esta manera se exterioriza y reivindica su justeza, su ubicación correcta en el escenario histórico.
Esa Revolución no es fácil, al contrario, su camino hacia el futuro está lleno de dificultades y obstáculos, de los más difíciles y tortuosos, pero su maravilloso contenido radica precisamente en que es capaz, cuando es auténtica, de sortear hasta lo imposible para hacerse real en la vida de un pueblo.
La Revolución no se hace para caer en el oscurantismo feudal o fascista, sino para salvar a la Humanidad de su propia y manifiesta intolerancia racista, de sus odios cotidianos y de sus rencores revanchistas. Y la historia futura lo demostrará, no la actual de Bolivia que huele a tragedia nacional.
(*)Politólogo
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