Sábado 21 de marzo de 2015
ver hoy
Me es difícil entender a las mujeres que se quejan tanto de los hombres pues mi experiencia es muy distinta. En mis seis décadas de vida estuve rodeada de hombres maravillosos, mi hijo, mi esposo, mis hermanos y ¡mi papá!
Mi papá-mamá, educó diez hijos con base en el amor, la disciplina, el respeto a las ideas y una vida cotidiana intensa, del goce, donde disfrutábamos cómo repartía la sandía de temporada o los batidos de bicervecina que preparaba los domingos antes de la misa.
Mi papá-mamá me regaló un libro cada mes, igual que entregaba un texto a cada uno, empezando por Beatriz, la más lectora. Los primeros cuentos infantiles del Pony, la Osa calzonaza, Marcelino Pan y Vino, Kildina- el único que tenía como protagonista a una niña egoísta, pero coherente consigo misma-, que tantas veces releí.
A cada uno presentaba autores o personajes que sabía podrían ser de su preferencia. A mí me tocaron en la adolescencia dos tomos de 1.000 páginas cada uno con la biografía de Alejandro Magno, cuya historia jamás olvidé. De igual grosor era una serie de relatos sobre la vida en la Grecia clásica. No sé cómo daba el tiempo para leer esos volúmenes y por qué uno no los olvida nunca, como la detallada historia de las Cruzadas y las figuras míticas de Ricardo Corazón de León y de Saladino.