Hasta que sucedió el cambio que se perfilaba y que finalmente se producirá en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA) con el voto por unanimidad de los representantes del continente americano que designaron al excanciller uruguayo Luis Almagro como el sustituto del chileno José Miguel Insulza que cumple casi diez años a la cabeza del organismo internacional.
Era necesaria una renovación, así lo expresaron los delegados de la única entidad regional que reúne a todos los países del continente excepto Cuba. El excanciller uruguayo era el único postulante al cargo cuando se produjo la elección por voto secreto en la Asamblea General Extraordinaria de la OEA con el resultado de 33 de 34 votos de los estados miembros, lo que definió la nominación de un nuevo ejecutivo que asumirá su cargo en el mes de mayo.
El recientemente nominado al alto cargo puntualizó que el organismo (OEA) necesita una renovación, más realismo y resultados tangibles en sus gestiones, aunque aclaró “no vengo a administrar ninguna crisis, sino a facilitar y continuar una renovación impulsando un diálogo político con resultados tangibles”. La nueva gestión se extenderá hasta el año 2020.
Más allá del cambio que para muchos era una necesidad institucional, lo que viene en un nuevo periodo tiene que ver con el fortalecimiento de la unidad entre los miembros del organismo, acrecentando sus vínculos con otras entidades o foros internacionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) la más nueva en la misión de fortalecer los lazos de unión entre pueblos hermanos del continente sur y centroamericano.
La OEA en ciertos conflictos no intervino con oportunidad reaccionando ante crisis muy puntuales, lo que puso en duda su capacidad de convocatoria para eliminar problemas en circunstancias de riesgo, por el desborde de ciertas tendencias políticas regionales.
Según el electo presidente de la OEA, este organismo debe ser “la referencia política inmediata en el continente para resolver problemas y no para realizar conflictos”, este planteamiento permite vislumbrar un ejercicio más práctico de los fines y objetivos de la entidad más sólida en representación continental.
Para algunos países del continente la renovación en la dirección de la OEA, deberá significar una oportunidad para reencaminar sus postulados y ampliar sus acciones en la búsqueda de acrecentar la unidad entre países, el mayor entendimiento entre gobiernos y el desarrollo de políticas que afiancen todos los planes de integración posibles para fomentar el crecimiento armónico de la región, una de las más importantes del mundo por sus condiciones naturales, su riqueza y sus perspectivas reales de crecimiento para competir en igualdad de condiciones con los otros continentes.
Un reto se plantea para el nuevo ejecutivo y tiene que ver con la situación de Cuba, país suspendido en la OEA en 1962 y que se negó restituirse mientras no se avizore un cambio en su estructura. El avance en las relaciones de Cuba y Estados Unidos, con un acercamiento pragmático, es una opción para que ningún país quede fuera de la estructura de su máxima institución.
Quedan retos por cumplir a partir de la recuperación de confianza de algunos gobiernos, que sin alejarse de la institución han optado por mantenerse en posición pasiva, tan parecida a la ejercida por el ejecutivo que dejará el cargo el próximo mes de mayo.
Fuente: LA PATRIA
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