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Domingo 15 de marzo de 2015

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Cultural El Duende

Anahí Maya Garvizu

15 mar 2015

Anahí Maya Garvizu. Poeta nacida en Chuquisaca, 7 de julio de 1992. Ha publicado parte de su trabajo en la antología poética F/22 (Ubre Amarga Ediciones, 2011), en la revista Matérika (Costa Rica 2011), Santiago en Paz, encuentro de poesía Bolivia-Chile 2012 y en Tea Party II: Muestra dinámica de poesía latinoamericana (Editorial Cinosargo, 2013). Actualmente su primer poemario está en proceso de publicación

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Frontera

Quizá eran las seis de la tarde cuando la noche

caía sobre el andén

sin embargo aún podían verse

a los muros resquebrajándose

como si no soportaran el calor que les había dado el día,

una madre que a pesar del ardor en sus mejillas

sostenía con un brazo a su hijo

y espantaba con el otro a las abejas

sobre los vasos de refresco,

camiones partiendo repletos de madera,

personas canjeando monedas,

personas esperando abordar,

en la maleta una fotografía,

los que se van siempre están un poco tristes,

un poco en el pasado.

(Nunca me había encontrado tan lejos de casa

pero tan cerca de otro lugar)

Verlo todo en el recuerdo de este cuadro

que cuelga sin marco

con tan solo las primeras pinceladas

de un cuerpo, de una casa, de un país

que nunca pudo ser.

Los ecos de la supervivencia

No importa cuán estricta sea una reconstrucción,

pasados los años recordar conlleva una pérdida.

Mi madre me tomaba la mano

y se sumergía entre la multitud

buscando una porción de pescado

a través de secciones cada vez más naturales,

un mercado donde no hay edición de gestos

ni de sagacidad de supervivencia.

La vendedora escogía las caras de las monedas

pegadas a un imán en su bolsillo

y entregaba el cambio en sincronía

a las manos extendidas.

Al recorrer esas calles

con suerte, podía verse de vez en cuando

un ekeko que al pasar por las patas apiladas

de los cerdos

hacía una mueca y luego volvía a sonreír.

Ahí las grietas eran más reales,

distraerse con un gato llevando un ratón en la boca

bastó para tropezar dejando caer los huevos

que tres perros lamieron rápidamente,

De noche la lluvia y el mismo ekeko

escondiéndose bajo el techo de la iglesia.

Cada uno se limita a sobrevivir

en el suelo que pisa a medida que avanza.

Nuevamente los perros

caminando sobre los restos de las escamas,

lo demás de la existencia fue secada por el sol.

Paisaje

Aunque los viajes caigan

al modo de una moneda

en la lata de un ciego

que espera en un pasillo,

toda partida sirve

para desplazarse con la brisa austral

escuchando en los Andes un canto

que bien podría ser tibetano.

¿De dónde esa música?

¿De dónde

la impaciencia de evadir lo lineal,

de comprobar cómo se siente

la primavera en el polo y

el invierno en el Sahara?

Afirmación evidente:

En plena juventud

urge envejecer

y a pesar de ello

conservar la capacidad de abstracción

que poseen los niños.

En la terminal,

nómadas del siglo XXI van y regresan,

con excepción de algunos

que una vez embarcados

tu mirada de plano fijo no logra seguir.

No volverán más.

No esperabas ver tantos cuerpos,

también en busca de una posibilidad.

Quizá en el fondo

solo querías contarle a alguien

sobre los campos de dientes de león,

describir la quietud de las estatuas

cuando las sombras de los turistas

se desplazan y alargan sin parar;

del reloj de sol, del reloj de arena,

de la misma sensación inexplicable

al escuchar a Erik Satie

de fondo en el Fuego Fatuo

sin importar el lugar.

Lolita, te dicen,

borra los caminos desprolijos

que trazas con desesperación.

Para tus amigos: