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Domingo 15 de marzo de 2015

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Revista Dominical

Realismo mágico en la literatura

15 mar 2015

Márcia Batista Ramos - Escritora

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El realismo mágico es la tendencia artística de fundir lo real y lo fantástico. Esta tendencia se manifiesta en la pintura, en el cine y de igual manera, en la literatura; se manifiesta tanto en Europa, Estados Unidos como en nuestra América Latina, desde el año 1918 hasta el presente.

El término realismo mágico, lo acuñó el crítico e historiador alemán Franz Roh (1890-1965), en el año 1925. En un libro suyo, aludiendo a una escuela de pintura, post-expresionista, escrito en alemán y traducido al español en el año 1927, por el fenomenólogo español José Ortega y Gasset.

Este concepto de Roh, se considera una importante contribución a la teoría fenomenológica o existencial de la estética. El realismo mágico como corriente artística es una de las respuestas al dilema del hombre del siglo XX, que vive angustiosamente, en un mundo tecnológico. No deja de ser un intento de redescubrir el elemento mágico que existe en la realidad.

Carl Jung afirmaba, desde comienzos del siglo XX, la necesidad del hombre de completarse juntando lo irracional con lo racional, tal vez por eso, se infiere que el realismo mágico es un reflejo artístico de las ideas filosófico-psicológicas de Jung.

Tanto en la literatura como en la pintura, el realismo mágico, se manifiesta a través de la introducción, sin énfasis, por un artista o autor objetivo, con un estilo aparentemente sencillo y preciso, de un elemento impensado, y/o improbable en una obra predominantemente realista, que crea un efecto insólito o maravilloso y deja al espectador o al lector desconcertado, reflexivo, o agradablemente maravillado.

El realismo mágico, cuenta con elementos mágicos percibidos por los personajes como parte de la normalidad; por ejemplo en “Cien años de soledad”, la obra cumbre de Gabriel García Márquez, crea el efecto, agradablemente, insólito: La lluvia:

“…Poco después cuando el carpintero tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas”.

Otro ejemplo, seductoramente extravagante, se encuentra en la obra del orureño Raúl Lara; quien es indudablemente, uno de los artistas fundamentales en el arte boliviano del siglo XX, e indiscutible referente nacional a nivel latinoamericano; Raúl Lara, logra con su pincel una bella metáfora de un Vincent Van Gogh en tierras orureñas. Esto es agradablemente, insólito; los lienzos que conforman esta serie, denominada: “Van Gogh en Oruro”, están auxiliados por una extraordinaria conjunción de la realidad y lo fantástico, que nos muestran a Van Gogh paseando, entremezclado entre los comerciantes de algún concurrido mercado. Insólitamente también lo vemos junto a una atractiva bailarina en algún convite, vestido con un fastuoso traje de caporal entre otras bellas escenas cotidianas de la vida impar orureña.

La transformación de lo común y cotidiano en una vivencia que incluye experiencias sobrenaturales o fantásticas es otra característica del realismo mágico.

Así como también, la presencia de lo sensorial como parte de la percepción de la realidad.En la obra ya citada, del gran García Márquez, existen muchísimos ejemplos, de realismo mágico como: cuando remedios vuela con una sábana:

“…Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerines y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano...”.

En Italia, Massimo Bontempelli (1878-1960), pregonó el realismo mágico entre 1926 y 1929 en su revista 900, pero en ese país el término se confundió con el Novecento.

La misma corriente, también aparece en Holanda en la década del 30 y en los Estados Unidos, pero en ese país no llega a llamarse realismo mágico hasta 1943 en una exposición en el Museo de Arte Moderno, y los críticos posteriores, o no emplean el término o lo confunden con el surrealismo. Sin percatarse de que el realismo mágico trata de lo improbable; mientras que el surrealismo, trata de lo imposible.

Un bello ejemplo es la presencia de una culebra en la escalera de una casa de apartamentos en un cuadro del francés Pierre Roy, es totalmente inesperada, improbable, pero no imposible como en el surrealismo. Entonces, el realismo mágico, descubre el elemento mágico en la vida sin deformarla, es como si describiera los sueños.

El realismo mágico cobró la fuerza de un verdadero movimiento en la pintura alemana de 1918 a 1933; también influenció en la obra del escritor italiano Ítalo Calvino y del escritor checo Milán Kundera, así como del inglés Salman Rushdie.

Es cierto que esa tendencia de fundir lo real y lo fantástico ya existiese en las obras de novelistas de todos los tiempos, principalmente en escritores como François Rabelais y Laurence Sterne; otros precedentes más inmediatos pueden ser las novelas del escritor ruso Vladimir Nabokov o del alemán Günter Grass.

Sin embargo, el realismo mágico florece con esplendor en la literatura latinoamericana de los años sesenta y setenta, enraizado en las discrepancias surgidas entre cultura de la tecnología y cultura de la superstición, y en un momento en que el auge de las dictaduras políticas convirtió la palabra en una herramienta infinitamente apreciada y manipulable.

El realismo mágico se torna una característica propia de la literatura latinoamericana de la segunda mitad del silo XX, que funde la realidad narrativa con elementos fantásticos y fabulosos; no siempre para aproximarlos, si no para exagerar su aparente discordancia. El desafío que esto supone para la noción común de realidad, trae implícito un cuestionamiento de la verdad que, a su vez, puede desmejorar el texto y las palabras, y, en ciertas ocasiones, puede socavar la autoridad de la misma novela.

El realismo mágico, es una corriente literaria, cuyos rasgos principales son la desgarradura de la realidad por una acción fantástica, descrita de un modo realista dentro de la narrativa, sin alejarse de la preocupación estilística, ni de la técnica narrativa que se renueva con el uso de formas nuevas de narrar.

El realismo mágico latinoamericano, aparece con características propias, muy peculiares de la región, como la inclusión de mitos y leyendas latinoamericanos en su narrativa, y la mezcla de esa otra realidad que es el subconsciente colectivo cargado de fe, con la realidad cotidiana.

En estas obras existen elementos mágicos que se pueden intuir pero no se explican, al tiempo que los personajes consideran normales, por la familiaridad existente en la región con las experiencias sobrenaturales.

También se sumaron los escenarios latinoamericanos urbanos desiguales, que no dejan de mostrar el mundo de la pobreza y de la marginalidad, sumados a la complejidad política de Latinoamérica.

A mediados del siglo XX, esta etiqueta se trasladó a la literatura hispanoamericana gracias a la obra de Arturo Úslar Pietri, que lo aplicó a su análisis del cuento venezolano.

Pero, la escritura del realismo mágico, cuyo manifiesto puede ser fijado en el año 1948, en el prólogo de Alejo Carpentier a su novela: “El Reino de este Mundo”, no es ingenua, ni puede ser confundida con la del folklorólogo o contador de leyendas. Pues, en ella hay mito y humor, una mezcla de compenetración improbable y profunda mirada crítica.

Además del propio Alejo Carpentier, que cultivó el realismo mágico en sus novelas como en: “Los pasos perdidos”. Los principales autores del género son Miguel Ángel Asturias, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Arturo Uslar, José de la Cuadra, Isabel Allende, Pablo Neruda, Julio Cortázar, Laura Esquivel, Mario Vargas Llosa y, Jorge Luis Borges, que nunca se consideró a sí mismo un escritor del realismo mágico; y, sobretodo, Gabriel García Márquez. Las novelas de este último, “Cien años de soledad”, (1967); “El otoño del patriarca”, (1975); y “Crónica de una muerte anunciada”, (1981); siguen siendo las obras más notables del género.

Gabriel García Márquez, es sin duda alguna, el escritor más conocido y más directamente identificado con este género, en Latinoamérica, tal vez, porque su novela cumbre, “Cien años de soledad”, además de ser una de las cimas de la literatura latinoamericana, es, sin sombra de duda, un claro ejemplo de este realismo mágico.

Como una respuesta a la desilusión total del existencialismo, el realismo mágico suele devolver, un poco, de optimismo al hombre angustiado de nuestra época.

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