Son muchas las buenas intenciones para “salvaguardar” el Carnaval de Oruro, como son variadas aquellas otras que pretenden poner en duda su origen, su carácter devocional, su tradición, su valor ancestral é innata expresión cultural atributos invariables que ha reconocido la Unesco cuando concede el título de “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”.
Es cierto que no faltarán acechanzas urdidas en intereses externos, el caso de algunos países vecinos donde se esgrimen variadas mentiras pretendiendo una distorsión de lo que menos mal no puede deformarse con las copias arbitrarias de peligrosos traficantes del folklore.
Sin embargo preocupa que existan otras corrientes endógenas que buscan de igual modo alterar el curso de la historia con desconocidos afanes, que no son los ideales para fortalecer costumbres y tradiciones nacionales y menos para alcanzar un grado solidario que reconozca los valores intrínsecos de cada región, de sus eventos y sus derechos inalienables para mostrar al mundo su valía, su fuerza y sus posibilidades de atracción humana y por tanto social.
Eso es lo que se advirtió recientemente en Oruro, Capital del Folklore de Bolivia, cuando se convocó a un coloquio internacional para conocer –seguramente en detalle– los aspectos más importantes del evento mayor que se cumple en ésta ciudad y que se prepara con varios meses de anticipación para llegar a lo máximo de su expresión en los días de carnaval, empezando empero con una inigualable peregrinación de miles de devotos danzantes agrupados en casi medio centenar de grupos y cerca a una veintena de especialidades de danza.
Todo lo que atañe al desarrollo de ese maravilloso desplazamiento de gente, su preparación física, coreográfica, el valor de su promesa devocional y la obligada inversión económica es un largo proceso que sólo pueden explicar los protagonistas del hecho, los danzarines, sus dirigentes y por supuesto los responsables de la organización carnavalesca que son la Alcaldía, la Asociación de Conjuntos del Folklore y el Comité de Etnografía y Folklore.
Si los ejecutores de una obra y sus representantes no participan de un “coloquio sobre el carnaval” es muy claro que esa reunión de diálogo pierde su valor y seriedad porque quienes expongan ideas de cualquier tipo sobre el tema no serán más que simples apreciaciones con afanes poco ortodoxos para tratar superficialmente un tema en el que no tienen participación.
Es cierto que a los propios orureños nos interesa deliberar, intercambiar ideas, evaluar el carnaval particularmente el de última realización pues no se puede evitar reconocer problemas de organización, fallas que se eliminan poco a poco y que merecen justamente decisiones de quienes manejan semejante evento y cuyo desarrollo debe ser mejorado con decisiones y acciones coordinadas y ejecutadas, en todo caso, por los participantes en todos sus niveles.
No hay que desechar ninguna sugerencia que provenga de estudiosos nacionales o extranjeros, si se trata de tocar errores y subsanarlos, toda idea es buena y por tanto bienvenida, pero no a través de eventos mal organizados y en los que algunas personas se ufanan por distorsionar nuestro carnaval.
Qué pena que un coloquio internacional haya excluido a los anfitriones.
Fuente: LA PATRIA
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