La Eterna Angustia del Mar, título que expresa el constante y casi eterno sentimiento de angustia y sufrimiento espiritual que se anida en el corazón, la mente y el alma de todo boliviano, el sufrimiento según definición, es el padecimiento, la pena o el dolor que experimenta una persona se trata de una sensación consciente o inconsciente, que aparece reflejada en padecimiento, agotamiento o infelicidad. Es una sensación ligada directamente a lo físico aunque en el caso del ser humano, suele estar asociado al dolor psicológico o espiritual. Su origen radica en la reacción del individuo ante los hechos, y no tanto en la realidad en sí misma. En otras palabras, el dolor surge en la mente, y no en la realidad, ya que entran en juego diversas cuestiones como los miedos, los deseos y las exigencias de cada persona.
Así es que los bolivianos desde la más tierna edad hasta el final de nuestras vidas, experimentamos ese sufrimiento y esa angustia por la más que centenaria agresión a Bolivia que la dejo sin salida al Océano Pacífico, aunque para algunos sea incomprensible, los bolivianos añoramos con todas nuestras fuerzas algo que nunca hemos conocido eso es el mar y el territorio costero soberano que nos dé acceso a él, podría decirse que es la memoria genética guardada y transmitida en nuestro pueblo de generación en generación de padres a hijos y así indefinidamente, cierto es que Chile no lo comprende ni tampoco los otros países que sí disfrutan de un mar y un litoral propios. Empero se ha dicho con certera verdad es la gran herida de Bolivia, la gran herida que sangra en el alma de Bolivia y en las almas de sus hijos todos incluido el suscrito, que al transcurrir la vida a lo largo de la niñez, la adolescencia, la adultez, la edad madura y la vejez encuentra momentos de felicidad, tristeza o simplemente problemas cotidianos del diario vivir, pero siempre latente en el corazón se encuentra algo que no nos permite abstraernos del todo en dichas cosas y sentimientos, ese algo es como ya dije la eterna angustia por volver a lo que un día fue nuestro, a algo tan querido, tan amado que nadie pudiera creer se pueda amar tanto algo que no se conoce pero que se lo extraña y se lo añora con toda el alma.
Particularmente tengo recuerdos de dicho sentimiento de angustia por nuestro Litoral y nuestro mar, desde que era un rapaz, de no más de 6 años o incluso antes y es que desde esa cortísima edad un niño boliviano sueña con volver algún día a la heredad de sus antepasados, sueña con tener un litoral y puertos propios y sueña también con ondear con todas sus fuerzas nuestro sagrado pendón en las playas bolivianas, en la juventud se continúa con esa añoranza y ocasiona horas de interna reflexión sobre este tema y es en general a lo largo de nuestras vidas la sombra que no nos deja vivir tranquilos, como si alguna fuerza sobrehumana (acaso las almas de nuestros héroes muertos en defensa de la Patria) nos mandara no olvidar ni resignar jamás nuestro preciado Litoral, aun cuando nosotros querramos olvidarlo, esa fuerza sobrehumana nos impide hacerlo y se nos forma un nudo en la garganta cada vez que pensamos en ello.
De esta forma vivieron y murieron ya varias generaciones desde la infausta guerra del Pacífico donde se nos arrebató nuestro amado Litoral y de esa forma los que aun somos jóvenes continuamos viviendo hasta que el creador nos llame a su lado, así también vivirán las generaciones futuras hasta que algún día, Dios lo quiera sea más temprano que tarde, Bolivia nuestra amada Patria cierre de una vez y definitivamente su gran herida, recuperando el cautivo Litoral y sanando las almas de tantos bolivianos que vivieron y murieron con ese pensamiento y esa angustia oprimiendo sus pechos, tengo un pequeño hijo de apenas meses de edad, pero si esto continua indefinidamente el también vivirá y morirá con esta maldita angustia y sufrimiento.
La Justicia ha de querer que no se alargue para siempre el sufrimiento injusto de todo un pueblo y ha de querer también el Supremo Hacedor de todo el Universo que estas pequeñas palabras sean algún día solo un mal recuerdo de cuando los bolivianos añoraban volver a lo que siempre fue suyo, sin embargo somos nosotros los arquitectos de nuestro propio destino y tomando prestadas las palabras del gran escritor y hombre público Don Fernando Diez de Medina ya fallecido, que en vida fue un eterno defensor de los Derechos de Bolivia y sobre todo, de tratar de hacer salir a los propios bolivianos de su letargo, “me atrevo a consignar estas palabras que condensan mi inquietud y mi angustia, pero también mi fe y mi esperanza, por llamarme boliviano, el Mar tiene que venir y vendrá….. esta Patria está llamada a grandes destinos, fuerza alguna impedirá que el grandioso Kollasuyo renazca bajo la nueva Bolivia que se dibuja bajo el arco del tercer milenio(…) y la única recompensa que el soñador pide a los dioses aunque para entonces ya dormirá el último sueño bajo el suelo sacrosanto del terruño, es que pueda sobrevivir en las células del nieto o del bisnieto, que integrando las legiones militares de la Patria entre a Santiago, bayoneta calada al grito memorable de ¡agarrarse rotos que aquí entran los Colorados de Bolivia!”.
Permítase a este humilde ciudadano, hijo orgulloso de esta gran Patria boliviana añadir estas palabras finales: Puede que esta nuestra actual generación no llegue a ver el retorno de Bolivia al Pacífico en toda la extensión de su antiguo Litoral, pero incluso desde la otra vida haremos votos y oraciones al creador para que no sea eterno el sufrimiento, eterna la herida, eterna la angustia de nuestro pueblo, hubo una hora de Chile, llegará también la hora de Bolivia, para ello y por ello, daremos en vida todo nuestro ser por nuestra madre Bolivia, por su progreso, por su desarrollo y por su felicidad, que le permita en el futuro recuperar lo arrebatado y sanar para siempre jamás esta gran herida, que será repito por el trabajo de todos nosotros sus hijos, solo un mal recuerdo para nuestras generaciones venideras, porque no hay sufrimiento, injusticia ni conquista que dure para siempre.
(*) El autor es abogado
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