¿Hasta dónde llegará el “dejar hacer y dejar pasar”?
04 mar 2015
Armando Mariaca V.
La fortaleza de todo gobierno constitucional es la Ley, sin ella cumplida, no hay orden ni armonía ni paz. Los pueblos, cuando han perdido esos valores fundamentales de la vida humana, se sumen en la anarquía y, por esfuerzos que hagan para salir de la sima en que cayeron, por efectos de sus mismos yerros, las profundidades se hacen mayores.
El gobierno que asumió el mando constitucional de la nación en enero del año 2006, munido de buenas y sanas intenciones, sea por captar el apoyo de la colectividad o practicar mucho populismo, ha cometido un error que hoy está sufriendo y pasándolo al pueblo: no permitió que el orden perviva, que la ley sea fortaleza de todo y de todos, dejó que el mismo gobierno extravíe los mandos de conducción y que organizaciones sociales o políticas sectarias u organismos económicos asuman posiciones que llevan al país por los caminos de la anarquía.
Hay que decirlo, sin ambages, que se ha practicado mucho el “dejar hacer y dejar pasar” (“laissez faire”) que, quiérase o no, es el principio de la pérdida de autoridad o, por lo menos, de disminuir la vigencia de las leyes para la conducción del Estado.
Muchos gobiernos del país, desde tiempos inmemoriales, han aplicado el “dejar hacer y dejar pasar” para rehuir sus responsabilidades, conductas que han señalado los caminos del descuido, del nomeimportismo, de la desidia, del conformismo hasta llegar al desorden en que nadie sabe cómo encarar los problemas que hayan nacido en el seno de la sociedad humana y que, por el descuido de su no solución, se han agravado.
Es tiempo de que el gobierno del Presidente Morales, acoja como buena intención lo que ahora se le dice: vivimos realidades en que la anarquía busca cauces en todo porque habría una especie de claudicación ante hechos que no corresponden ni a la seguridad del gobierno ni a la tranquilidad del Estado que, como pueblo, espera acciones gubernamentales que las leyes apoyan: no rendirse ante quienes no aceptan pagar tributos ni peajes en las carreteras; el contrabando que es drenaje de la moral de gobierno y pueblo porque el país está invadido por ropa usada, artículos electrodomésticos, vehículos, mercadería de toda clase que ingresa e invade el país por contrabando y por cualquier frontera; asaltantes que se apoderan de tierras y propiedades con total inmunidad y se hacen impunes; asaltantes de minas que nunca dan cuenta de sus actos y obran a capricho con los bienes ajenos; el narcotráfico que se expande y hasta contaría con pistas para que aviones provean precursores y transporten droga; gasolina y garrafas de gas que tienen vía libre hacia Perú y Argentina y otros extremos que no tienen la contención legal ni menos autoridades, como la Policía, para frenarlos, y hasta se rinden incondicionalmente.
Corrupción, violaciones, asaltos, crímenes y otros extremos contra los derechos humanos tienen vigencia casi permanente. Es posible frenar todo el cúmulo de hechos que hacen perder autoridad al gobierno.
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