Parecería que la impotencia es la única reacción de las familias ante las grandes problemáticas que afrontamos hoy en día respecto de la conducción de nuestros niños y jóvenes. Las drogas y la depresión son los distintivos de la juventud actual.
Hay personas que han hecho un estilo de vida, del cambio periódico de parejas afectivas y sexuales, sin perspectiva de futuro, sin estabilidad afectiva, destruyendo con su egoísmo la institución familiar. Estremece de verdad saber de la cantidad enorme de las parejas que cohabitan sin matrimonio previo en Bolivia, y va en aumento esta libertad, dejando a un lado las instituciones matrimoniales.
Así, uno de los grandes males es la desintegración de las familias a consecuencia principalmente de matrimonios destruidos y de la procreación de hijos -si acaso los procrean- sin un hogar establecido sólidamente. El problema es muy complejo, porque pueden intervenir muchos elementos de diversa índole. En su “Familiaris consortio”, señalaba Juan Pablo II las siguientes causas de los concubinatos:
Las causas sociales que son las económicas, las culturales y religiosas, en cuanto que contrayendo matrimonio regular quedarían expuestos a daños, a la pérdida de ventajas económicas, o discriminaciones.
Costumbres tradicionales, las cuales en algunos países, prevén el matrimonio verdadero y propio solamente después de un período de cohabitación y después del nacimiento del primer hijo (81).
A estas causas sociales, se añaden las personales. Una actitud egoísta de desprecio, contestación o rechazo de la institución familiar y hasta de la organización socio política.
La falta de sobre todo de formación en lo concerniente a la institucionalización dentro del matrimonio, una actitud de egoísmo, forma insolidaria de entender la vida, exacerbación de la privacidad, la mera búsqueda del placer, la actitud de pereza, o una situación personal de inmadurez psicológica, producen incertidumbre y temor hacia un vínculo estable y definitivo.
Causas complejas y numerosas confundidas unas con otras, que provocan en Bolivia un número asombroso de uniones permanentes sin la intervención ni de la Iglesia ni del juzgado en nombre del Estado.
Sobre la razones y los intereses puramente humanos, importantes sin duda, el cristiano debe considerar el sublime aspecto espiritual del sacramento del matrimonio: que “significa la indisoluble unión de Jesucristo con la santa Iglesia, su esposa y madre nuestra, vínculo indisoluble o que, no puede desatarse, si no es por la muerte de uno de los cónyuges, porque así lo estableció Dios desde el principio y así lo proclamó solemnemente nuestro Señor Jesucristo. En el matrimonio entre cristianos el contrato no puede separarse del sacramento, porque para ellos no es otra cosa el matrimonio que el mismo contrato natural elevado por Jesucristo a la dignidad de sacramento” (Catecismo Mayor de San Pío X).
Es indudable que quien esté impregnado de estos sentimientos espirituales, no buscará ni aceptará una unión de parejas sin la gracia especial del sacramento del matrimonio.
Los Estados e instituciones como la ONU, se han convertido en servidores del mal, antes que procurar el bien común de las personas, ya que permiten la corrupción a todo nivel, abriendo las puertas a todas las consecuencias negativas, como son el divorcio, el aborto, la denigrante “salud sexual y reproductiva”, que no es otra cosa que la masificación de los profilácticos, esterilizaciones y abortos.
Y mientras es mayor un mal, con mayor facilidad se le añaden otros. La adicción al alcohol y otras drogas es otro de los grandes males actuales. En cierta manera el combate contra las drogas se hace particularmente difícil debido a que para muchos países el cultivo y tráfico de drogas es una fuente de ingresos.
Así en vez de combatir los males sociales, se ha llegado a la idea fatal de patrocinar a los dependientes de las drogas. No es otra cosa la llamada despenalización de las drogas blandas, que ya tiene fuerza de ley en Uruguay, y recientemente en Jamaica. Legisladores e instituciones patrocinantes hablan de la necesidad de despenalizar las drogas “para uso medicinal, recreativo, ritual y religioso” (¡!).
La carencia de una adecuada disciplina familiar, la falta de atención a los hijos o un excesivo autoritarismo producen por igual los mismos efectos: los jóvenes de hoy están atrapados en la música, la nocturnidad festiva y continua, el aumento incesante de actividades “recreativas”, que distraen su formación y construyen personalidades perniciosas y hábitos perniciosos, pero sin duda alguna, la causa de las desgracias del mundo de hoy, radica en que Dios ya no tiene lugar en el corazón del hombre.
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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