Debió ser muy perspicaz el que dijo que “nada es verdad ni mentira; todo es según el cristal con que se mira”. En politiquería, sobre todo, sobran los hechos que respaldan la certeza de ese proverbio. En torno al mar varían las posiciones, y hay un fuego cruzado de retórica beligerante. Por muchas razones, no debería tratarse de esa forma algo que para Bolivia es muy serio.
Llevado el alegato jurídico a la máxima instancia internacional, lo que corresponde es esperar -con serena parsimonia- que ese alto tribunal se pronuncie. Un litigio de ese nivel no será desde luego de la misma índole moral que un trámite ordinario ante tribunales ordinarios, plagado de coimas, extorsiones, chantajes y “lobbys”. Si es así, ¿a qué viene hablar tanto? ¿Qué se espera de los diplomáticos supraestatales elegidos cuya labor, entre otras, será difundir la causa marítima boliviana? Es posible que ellos sepan del mar y de la diplomacia como cualquier ciudadano de manejar un submarino.
La habilidad acomodaticia de los políticos no es nueva. Un señor, de cuyo nombre no queremos acordarnos, dijo cierta vez que debía distinguirse los bloqueos malos de los buenos. Antes, cuando servían para poner en jaque a los gobiernos neoliberales, eran buenísimos. Después, al ser utilizados para protestar contra la ineptitud ministerial, se volvieron malos, malísimos. Y es la misma masa mercenaria que actuaba a nombre de los indígenas. Ahora ya se sabe a cambio de qué lo hacía.
A ese estilo, hasta las doctrinas tienden a ser versátiles hoy en día. “Allende era un verdadero socialista. No como ahora que hay falsos socialistas en Chile”, ha dicho con gran aplomo el jefazo. “¡A quien te me estás refiriendo!”, pudo haber exclamado la Sra. Bachelet. Pero la respuesta formal -en boca de un alto funcionario chileno- vino en seguida: el expresidente chileno “nunca negoció mar con Bolivia; defendía principios”.
Cualquiera sea el gobierno -de izquierda o de derecha- la posición chilena respecto al reclamo de Bolivia no cambia. De ahí que la declaración atribuida al expresidente aludido sea dudosa, menos verosímil todavía como una excepción. Al otro lado, lo negativo también persiste.
El Plurinacional está en el turno de ignorar por dónde quiere salir Bolivia al Pacífico. No hace mucho, un expresidente chileno dijo que la única opción posible es Arica, pero ese puerto no es de nadie. Es una provincia peruana en poder de Chile. La teoría del candado y la llave alude a esa situación.
Entre tanto, con cualquier clase de socialismo, Bolivia sigue encerrada. Y como hace más de cien años, sin una política definida. De esta ambigüedad saca partido Chile para defender lo indefendible, el tratado de 1904. El término “soberanía” es el nudo gordiano que ningún Alejandro se atreve a resolver. El expresidente Allende pudo haberse referido a ella sin mayor compromiso. Como deseo, al igual que él, varios lo han expresado; pero de modo formal y explícito, con papeles que cantan, no se sabe que algún gobierno chileno se hubiera pronunciado.
(*) Escritor, miembro del PEN Bolivia
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