Lunes 02 de marzo de 2015
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En la oportunidad en que me dirigía a mi fuente laboral, abordé un vehículo de transporte público, después, unas cuadras más adelante, hizo lo mismo una señora que se sentó en un asiento al lado mío, poco después, se animó a comentarme sobre los problemas que el carnaval trae para el transporte, para la población citadina, cuando el trasladarse de un lugar a otro en algún motorizado, resulta ser poco más que una odisea; de esta manera entablamos una conversación improvisada mientras esperábamos pacientemente que se desplazara nuestra movilidad la cual formaba parte de una larga caravana de motorizados que se desplazaban por las angostas calles del centro de nuestra ciudad.
Compartí la misma opinión, puesto que yo también experimenté esa odisea, le dije que ella tenía toda la razón y añadí que a pesar de estos problemas, no podemos negar lo hermoso de nuestra entrada de carnaval, a lo que me respondió diciendo: si, pero, ¡tan caro los asientos! La entrada es para los que tienen dinero, por eso, yo no voy a ver la entrada prefiero estar en mi negocio, “En carnavales, los locos bailan, los sonsos miran y los vivos ganan plata”.
