Domingo 01 de marzo de 2015
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“¡Trocante!, ¡trocante!, a un bolivianito, lleve su trocante”, repetía esa frase incisivamente don Leonardo Cabrera Poma como lo hacía hace medio siglo en el mismo lugar donde empezó su labor de pastillero, en la plaza “Manuel de Castro y Padilla”.
Sentado en un asiento, tenía delante de él la pequeña mesa que lo acompañó 52 años. Encima de ella, una serie de golosinas, entre galletas, habitas, tostado de arveja y por su puesto los pequeños paquetes del delicioso trocante de maní fabricado artesanalmente, en sus dos presentaciones.
“Toda la gente por tradición venía a esta plaza para comprarnos”, recordó con nostalgia, mientras a cada instante se le acercaban los clientes para adquirir el delicioso manjar.
La materia prima, consistente en maní principalmente, lo compraban de Cochabamba por quintales, luego pelaban la cáscara, a cuyo proceso le decían “chilar”.
Una vez pelado, el producto se mezclaba con chancaca y azúcar. Luego con unos cuchillos le daban la forma final y los envolvían en plástico para comercializarlos.
Había dos tamaños, unos rectangulares y otros más cuadrados o tipo adobes, eran los más apetecidos por la ciudadanía. Antes cada unidad de trocante tenía un costo de diez centavos, pero ahora su precio se valuó en un boliviano.
