Viernes 27 de febrero de 2015
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Vivimos una emergencia planetaria, con enormes problemas relacionados entre sí: la contaminación y degradación de los ecosistemas, el agotamiento de recursos, el crecimiento incontrolado de la población mundial, desequilibrios insostenibles, conflictos bélicos atroces e incomprensibles, pérdida de la diversidad biológica, lingüística y cultural. La lista puede ser larga. La respuesta a la emergencia puede ser diversa. Pero aparentemente todos ellos transitan un solo camino, el retorno del equilibrio y la armonía con la Naturaleza, la Madre Tierra y el Cosmos.
Este retorno se inicia cambiando paradigmas del pensamiento, transformando actitudes, acciones y hábitos. Requiere de una visión holística del mundo donde vivimos y un proceso educativo en todos los ámbitos de la comunidad: en la familia, en la escuela, en la calle, en las instituciones, en los espacios públicos.
La visión holística ve a la parte en un todo y al todo en una unidad. Nada está aislado, todo está relacionado. Lo que hacemos repercute en lo demás, y lo que hacen los otros repercute en nosotros. Si hacemos “un bien” todo el sistema se beneficia. Si hacemos “mal” todo el sistema se perjudica. En este cosmos todo es energía, todo se difunde, todo se propaga. Una sonrisa contagia el entorno, el mal humor contamina el ambiente.