Cuando hablamos de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) corremos el riesgo de pensar que la lucha contra la pobreza es un tema “oficial” del que sólo se ocupan los políticos y los altos cargos de las administraciones públicas y organismos internacionales. Es importante reflexionar, hacer visible y poner en valor otros flujos de ayuda protagonizados por la ciudadanía de a pie, que no contabilizan en la AOD y que tienen un importante papel para el desarrollo de los países y pueblos más empobrecidos.
Sin duda, en los poderes públicos reside la responsabilidad de cumplir los compromisos internacionales y de actuar de acuerdo al mandato ético otorgado por la ciudadanía de acabar con el sufrimiento y la pobreza. Por ello, Médicos del Mundo participa activamente en diversas iniciativas orientadas a recordar esta responsabilidad a nuestros Gobiernos. Pero no pueden desdeñarse las numerosísimas iniciativas que la ciudadanía emprende a título individual.
La primera de ellas son las remesas: el dinero que aquellas personas emigrantes que han conseguido acceder al mercado de trabajo en los países desarrollados envían a sus países de origen.
Estos millones de personas, en su inmensa mayoría de una humildad extrema y que se incorporan al tejido productivo de los países desarrollados ocupando las posiciones peor pagadas en el mercado laboral, son capaces con su trabajo y esfuerzo de enviar a sus países más dinero que el conjunto de la AOD de los países ricos. En 2008, las remesas internacionales enviadas por las personas inmigrantes a los países en desarrollo alcanzaron los 328 mil millones de dólares estadounidenses, más del doble del monto de la ayuda oficial al desarrollo, cifrado en casi 120.000 millones de dólares.
Tal es la importancia del dinero enviado a sus familias por las personas inmigrantes que residen y trabajan en otro país, que puede llegar a reasentar una parte importante del PIB de la nación en desarrollo. En Nicaragua, por ejemplo, se reciben anualmente entre 600 y 700 millones de dólares en remesas, más que por importaciones de productos (594 millones de dólares, aproximadamente). Y gran parte de este dinero se dedica al bienestar de las familias. Las mujeres de Bangladesh que trabajan en Oriente Medio, por ejemplo, envían a su país cerca de las tres cuartas partes de su salario. El 56% de las sumas remitidas se invierte en la satisfacción de necesidades cotidianas, así como en servicios de salud y educación de las familias de la migrante en el país de origen”.
Otra mirada de reconocimiento merecen las numerosas iniciativas solidarias puntuales, emprendidas a nivel particular y al margen de las organizaciones de desarrollo. Hablamos de aquellas personas que, al viajar a un país en desarrollo llevan en su equipaje medicinas para donarlas a un centro de salud. Son pequeñas acciones que, una a una, suman muchos pocos.
Por último, pero no por ello menos importante, están las aportaciones monetarias a las organizaciones. Un informe calcula que las contribuciones voluntarias de la ciudadanía (1.800 millones de euros en 2006) equivalen a la cuarta parte de la ayuda humanitaria de todos los Gobiernos de la OCDE. De este modo, las ONG disponen de unos fondos que garantizan su independencia, que dan la libertad de financiar proyectos en países o zonas considerados no prioritarios por los Gobiernos, dado que la ayuda oficial está supeditada a unas directrices y políticas fijadas por los Estados.
En España los ratios no se alejan mucho de esta tendencia. En 2007, los fondos de origen público (54%) superaron ligeramente a los de procedencia privada (46%). Si sumamos las aportaciones de personas asociadas, las donaciones puntuales, los ingresos por ventas de comercio justo y merchandising y otros fondos privados, comprobaremos que las españolas y los españoles aportan el doble de fondos a las ONG (45,6%) que el Gobierno central (22%) el resto de fondos públicos proviene de organismos internacionales y la cooperación descentralizada: Comunidades Autónomas, ayuntamientos... Y eso que sólo el 11% de la población española colabora económicamente, ya sea de forma regular o puntualmente, con causas sociales, un porcentaje muy alejado del de, por ejemplo, Estados Unidos, donde colabora el 90% de la población.
Cambiar las cosas está en nuestra mano; conseguir un mundo mejor para todas las personas no es tarea sólo para Gobiernos y organismos internacionales. Cualquier contribución, por pequeña que pueda parecer, es importante.
(*) Responsable de Incidencia Política de Médicos del Mundo.
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