Viernes 20 de febrero de 2015
ver hoy
Como ocurre en tiempos de bonanza económica y en un país como el nuestro-así la “bonanza” esté tocando fondo en los últimos tiempos-, una serie de anuncios oficiales sobre proyectos de toda laya ocupan los espacios de prensa, de manera particular aquellos sobre nuevos métodos y tecnologías que se ofrecen al país prometiendo resultados espectaculares en la búsqueda de nuevos yacimientos de minerales, tema siempre pendiente en la agenda del sector minero nacional. Estos ofrecimientos vienen de empresas de países de la región y del mundo que ofrecen desde estudios y levantamientos aerogeofísicos hasta el uso de tecnologías de última generación para el relevamiento geológico y minero. Estos intentos se repiten a lo largo de la historia obviando casi siempre el nivel alcanzado por investigaciones geológicas y mineras propias, de instituciones del rubro como son en el caso nuestro, el Servicio Geológico (Sergeomin) y la Corporación Minera de Bolivia, entre otros.
En un país que transita el quinto siglo de actividad minera, ubicado en el corazón de los Andes Centrales la región de mayor potencial minero del continente, con un Servicio Geológico y una empresa minera estatal que superaron el medio siglo de existencia, con una rica historia de investigaciones geológicas propias y con componentes foráneos también, que permitieron contar con una base geológica minera de las mejores de Suramérica; deberíamos estar exportando tecnología de prospección y exploración minera. Sin embargo el manejo político y poco ortodoxo de las instituciones del sector ha hecho que siempre estemos queriendo encontrar la “aguja en el pajar siendo propietarios de la fábrica de agujas” -acudiendo a esta conocida paradoja -. Una variopinta serie de métodos y sistemas a implementarse sobre áreas ya investigadas, se ofrecen como la panacea que, pasado el tiempo, generaran siempre resultados reciclados y objetivos ya conocidos.